Balón neofascista

Foto: Especial

Por Jesús Yáñez Orozco

  • Racismo colectivo, masa que aplasta
  • Involucra a sabios e ignorantes; pobres y ricos
  • También sucede en ligas de futbol en todo el mundo
  • Pumas de la UNAM, historia de ‘guerra’ entre “güeritos” y “negritos”

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 14 de abril de 2020.- Hay una rabiosa palabra  de siete palabras que se alimenta del demonio de la masa que aplasta y corroe la entraña: racismo. Más cavernario desde la barbarie de la tribu. Sucedió en las culturas antiguas y ocurre en la actualidad. Lo padecen sabios e ignorantes, consciente o inconscientemente. Ricos y pobres. Ancestral pandemia enmascarada en la multitud.

Subsiste porque hay un profundo miedo a lo diferente. Temor al otro… la otra. Es, incluso, perversamente seductor. Apela a la sinrazón, no el pensamiento. No sólo llega a denostar la individualidad ajena. También suele poner en juego la vida en la hoguera de la intolerancia.

En pos de la supremacista raza aria, Adolfo Hitler, y su pesadillezca obsesión por la limpieza de la sangre, llevó al exterminio a cinco millones de judíos. Genocidio con el eufemismo de Holocausto. Indeleble cicatriz sobre la faz de la tierra.

Sólo lo divino es blanco, inmaculada piel; el negro, pecaminoso, dermis demoniaca.

Todo país tiene aristas punzantes, que queman la entraña y el pensamiento, con el fuego del racismo. México en particular, donde, además, su futbol tiene una peculiar pátina neofascista.

¿Cómo y por qué sucede el racismo en este país?

Parte de la respuesta la tiene el diario El país.

Expone en un reportaje publicado el 30 de noviembre de 2019:

“Discriminación  que se extiende desde los rincones más públicos hasta los más íntimos y lo cubre todo.”

Desnuda la miseria humana.

Ejemplifica:

“La entrada a un bar, un restaurante o un centro comercial. Los noticieros de todas las cadenas, los bombardeos de publicidad aspiracional y las telenovelas que se exportan a decenas de países con protagonistas rubios, héroes blancos y villanos prietos.  Nunca negros ni morenos.”

Aunque no las menciona se refiere a las dos principales  televisoras, Televisa y TV-Azteca, propiedad de los poderosos empresarios Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Benjamín Salinas Pliego. Dueños también, curioso, de los clubes América y Morelia, respectivamente.  El segundo, por cierto, el tercer hombre más rico del país, consentido del presidente Andrés Manuel López Obrador.

En México hay alrededor de 25 millones de indígenas y unos 500 mil habitantes de origen afrodescendiente, entre los cerca de 130 millones de habitantes. País, mosaico cultural que pocos valoran.

Es común escuchar en México, agrega el diario español, que «hay que mejorar la raza» al buscar pareja, que «trabajaste como negro» cuando vuelves a casa y se te pide que «no seas indio». Interminable lista de frases y dichos racistas.

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(Pumas de la UNAM, ¿saludo fascista?)

Pero en el fondo hay un hecho ineludible: el estigma de ser llamado «indio» o «negro» aún marca la vida de las personas, qué pueden reclamar y hasta dónde se les permite llegar.

Hace unos días con motivo de la pandemia del Covid 19, el gobernador del Puebla, Miguel Barbosa, de Morena –partido en el poder—hizo una infortunada afirmación discriminatoria que causo furor en redes sociales y enardeció a un sector de la prensa. Sobre todo, críticos de la llamada Cuarta Transformación.

“Si ustedes son ricos tienen el riesgo, si ustedes son pobres, no, los pobres estamos inmunes”, sostuvo, desde su rostro de marcados rasgos indígenas y piel morena. Luego entonces, el coronavirus es racista.

Aunque, eso sí, pobre, pobre, él no es. Conforma la izquierda burguesa que caracteriza a Morena, según versiones periodísticas. Delira por las exclusivas tarjetas American Express, que han registrado gastos por 12 millones de pesos.

Es común escuchar en charlas informales o medios de comunicación, principalmente electrónicos y ahora redes sociales, las frases que van más allá de la discriminación: “nuestros indígenas”, “nuestros artesanos”. Inconsciente sentimiento de propiedad de los seres humanos.  Espíritu ancestral esclavista. Ser humano como objeto.

Y no está exento el deporte, futbol profesional en particular. También, inconmensurable,  se decanta en ese elitista ambiente donde sólo tienen cabida los dioses del balón.

FIFA y UEFA invierten millones en campañas en contra del racismo en los estadios, mientras que en México prima el sentimiento de que discriminación y racismo son parte del folclor nacional.

Existe un rosario de casos de discriminación dentro y fuera de las canchas en la Liga Mx. Actos execrables que suele aplaudir la multicéfala Hidra de la masa.

(Miguel España, Roberto Medina, Marcos Misdrahi, Ricardo Tuca Ferretti y Alberto García Aspe, los ‘güeritos’))

Para empezar son extranjeros casi la mitad de los jugadores de la Liga Mx, cerca de 500. Peculiar forma discriminación desde el inmaculado altar de los zares del balón. Malinchismo –endiosamiento por lo extranjero– que comenzó en la década de los años 80s.

Pero en 2018 sucedió un hecho emblemático de racismo en el seno de la Federación Mexicana de Futbol. Que enardeció a la opinión pública. Que, incluso, llegó a las páginas de la prensa internacional.

Despedido injustificadamente, y calificado de “pinche negro”, por miembros de la Comisión de Arbitraje, que preside Arturo Brizio, el silbante Adalid Maganda, alcanzó un acuerdo con los directivos. Logró su reinstalación, tras 10 meses de pleito legal y una la huelga de hambre a las afueras de la Federación Mexicana de Futbol, en noviembre de ese año.

Incluso elevó su querella ante la Comisión Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred).

Y no sólo expresiones discriminatorias existen en las canchas, entre jugadores, con insultos o burlas, y las gradas, por parte de los aficionados –mimetizados en la masa–, que suelen emitir gritos simiescos contra algunos jugadores afrodescendientes de clubes contrarios. No escapa al balompié europeo. Donde les han lanzado plátanos.

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(Pumas campeón, 1990-1991, guerra soterrada de ‘negritos’ y ‘güeritos’)

Sucedió con Pumas  –uno de los cuatro equipos más populares del balompié local, con América, Cruz Azul y Chivas—. Impensable que un grupo de jóvenes, que son –o deberían ser– ejemplo, ídolos del balón, hayan representado a la UNAM, una de las universidades más importantes de América Latina.

Imperdonable en cualquier equipo.

El llamado equipo felino la mayor impostura del balompié nacional –no sólo por usufructuar un bien público para un beneficio privado que sanciona la ley, hace más de 40 años–. Dista de simbolizar, desde el balón, Alma Mater de una nación.  Es afrenta a la inteligencia y universalidad del conocimiento que lleva implícito el espíritu de la tolerancia.

Y que haría ruborizar, con un mínimo de sentido común, a cualquier egresado de la Máxima Casa de Estudios, también, una de las más antiguas de América.

No se olvida que en 2010, Darío Verón capitán del equipo de la UNAM y Pikolín Palacios, un jugador de regular a malo pero formado en la cantera de la Universidad, fueron acusados por el jugador panameño del América Felipe Baloy, de llamarle “mono”.

¿Su granítico castigo?

Apoyar campañas del Conapred.

Sin embargo, Verón  reincidió el 6 diciembre de 2015.

El portero Moisés Muñoz reveló que uno de los conatos de bronca en la cancha, en el juego Pumas-América, se originó luego de que el paraguayo, también, como a Baloy, llamó “simio” a Carlos Darwin Quintero.

Insólito, también ocurre en la privacidad de los vestidores.

Hace unos días, el chileno Juan Carlos Vera, ex jugador de Pumas, abrió un resquicio de luz en la oscura Caja de Pandora del equipo estudiantil.  Develó a ESPN digital la historia desconocida del ‘pique’ entre ‘güeritos’ y ‘negritos’  –Jorge Campos entre éstos, considerado en su momento el mejor portero del mundo– del cuadro universitario durante los años 90s.

(Juan Carlos Vera, crack chileno, campeón con Pumas)

Fue una de las etapas más álgidas del club albiazul, futbolísticamente hablando.  Anécdota aparentemente baladí, que desnuda el espíritu racista que subyace en estos deportistas, bajo la pesada máscara de la broma y el humor negro.

“No todo era miel sobre hojuelas”, escribe la reportera Graciela Reséndiz. Era el campeón Pumas de la temporada 1990-91. Muchos de ellos, también, referente del Tri que dirigió Miguel Mejía Barón, en el mundial de Estados Unidos 1994. Un año antes había sido subcampeón de la Copa América tras perder 1-2 ante Argentina.

“En el grupo de ‘los güeritos’ estaban: Luis García, ‘Tato’ Noriega, Jorge Santillana, Alberto García Aspe, Roberto Medina, Marcos Misdrahi, Miguel España, David Patiño, ‘Tuca’ Ferretti y creo que ‘Chito’ Villa Zevallos”, revela Vera, a punto de cumplir 60 años de edad.

Y, añade, “los ‘negritos’ eran Campos, Claudio (Suárez), el negro Abraham Nava, el negro Rodolfo Sánchez, ‘Capi’ Ramírez Perales, Torres Servín y yo”.

Recordarlo le causa risa, pues señala que “era muy gracioso” y siempre lo tomaba a chascarrillo, pero “era cierto”.

Relata que eran constantes las ocasiones que los ‘güeritos’ hacían menos a los ‘negritos’.

“Recuerdo que Luis García me decía que yo debía estar con ellos para salir en grupo o algo así, y yo respondía que si no era con los otros no lo haría”, y se carcajea al rememorar el hecho.

Entrevistado vía telefónica en Chile, Juan Carlos narra a la reportera, casi cuatro décadas después, cuando eran dirigidos por Mejía Barón:

“Ellos a veces salían de Ciudad Universitaria vestidos con traje y toda la cosa, para irse a comer juntos y me decía que fueran con ellos, pero yo no iba. Una semana después nosotros llegamos con el traje en el gancho y después de entrenar nos lo pusimos para ir a ver al gerente de la Sanyo que nos ofrecía cosas para promover su marca.

“Los ‘güeritos’ nos vieron así y se juntaron y se preguntaban ‘¿a dónde van estos cab (rones)…’ (risas). Cuando supieron dónde íbamos ellos también querían. ¡Y no, no se puede, ustedes son güeritos y váyanse por su lado!”

Sigue su perorata:

“Campos solo podía usar la playera de Sanyo y le pagaban plata, mientras que a los demás les daban 200 fotos y elegir lo que quisiéramos de sus productos: un refrigerador, un equipo de música, una tele gigante.

“Y los ‘güeritos’ se morían y querían hacer reunión con el gerente (risas) y no los pelaban. Luis nos decía que éramos equipo y debíamos ir todos y no, cómo si ellos hacían sus cosas por su lado (risas). Todo eso era muy simpático.”

El ‘pique’ entre uno y otro bando, aparentemente anodino, soterrado de racismo, siguió después que Pumas levantó el trofeo de campeón en el Estadio Olímpico Universitario, tras vencer 1-0 al América con gol de Ricardo ‘Tuca’ Ferretti, hoy técnico de Tigres, en tiro de castigo sublime, 10 metros fuera del área grande.

Continúa Vera:

“Luego nos invitaron a un periódico a todos los campeones y ahí venía ‘Tuca’ y se paraba a un lado mío y me decía: ‘Juan, vamos, tienes que ir con nosotros porque vamos a ir a comer a un restaurante de un amigo brasileño’. Yo no le daba pelota (importancia) y seguía escuchando lo que se hablaba ahí. Y venía Luis y me decía:

‘Pin(che)… pelón, por qué te juntas con estos güeyes, vamos, tienes que andar con nosotros’. Le dije: ‘o vamos todos o no va nadie’. Enseguida venía Claudio y me decía:

“‘¡No se te ocurra irte con ellos!’. Él estaba bien enojado y Torres Servín y Abraham; y yo me moría de la risa. Y los ‘güeritos’ se fueron juntos.”

Recalca Vera que “no eran peleas de guerra, ¿entienden?, era más como un juego, pero existían de alguna manera”.

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(Hugo Sanchez y Tomás Boy sostienen una guerra de odios mutuos desde que eran jugadores del Tri, hace 40 años)

Incluso, también se ha desatado ácida polémica  el característico canto del himno de Pumas. Con el puño cerrado al frente tiene, para algunos analistas, un grueso barniz de saludo nazi, antes de los juegos como local, aunque lo realicen con la mano derecha, no la izquierda.

Similar a la bienvenida fascista de los equipos de alemanes, italianos y españoles antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

“Desde mi punto de vista es fascista”,  opinó el polémico Tomás Boy, entonces director técnico, de Cruz Azul, tras un partido en Ciudad Universitaria

Incluso el diario el grafico ilustró la nota con las palabras del Jefe Boy con significativo foto-montaje: jugadores de Pumas con el puño el alto y a un lado la figura de Adolfo Hitler.

Las palabras del técnico cruzazulino hicieron mella en el exjugador de Pumas, Hugo Sánchez –cinco veces campeón de goleo en España–. Ambos tienen un pique personal desde su época de jugadores.

El llamado Hugol arremetió contra Boy por llamar «fascista» al cántico característico, puño en alto, del conjunto universitario antes de cada partido de la Liga MX.

«Una cosa es calentura y otra es cultura», comentó el técnico bicampeón con Pumas en el programa Futbol Picante de ESPN, donde a la fecha es comentarista.

Sánchez cuestionó, sardónico, la formación académica del Boy. Argumentó que ni siquiera debe saber el significado de la palabra ‘fascismo’.

«No sé si estuvo en la primaria. No sé si estuvo en la preparatoria. Dudo que haya ido a la universidad y preparatoria porque utilizar una palabra que ni siquiera él sabe lo que significa (fascismo)”, sentenció el ‘Pentapichichi’. Quien por cierto, es secreto a voces en el medio futbolístico, milagrosamente posee título de odontólogo por la UNAM.

Poco o nada puede hacerse si la Femexfut y sus ligas, tienen, en los jinetes apocalípticos del racismo y discriminación, espíritu neofascista.

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