Cruz Azul, forma de vida, más allá de la Cooperativa y el club

Por Daniel Blancas Madrigal

  • Avaricia y corrupción dividen a la familia de la cementera, con 90 años de historia
  • En medio de disputas legales, está en riesgo la fuente de trabajo de casi 11 mil familias
  • También peligra el abastecimiento nacional del producto, porque México está entre los 15 mayores productores a nivel mundial
  • Pugnas se acrecentaron en días previos a la Asamblea General del pasado 26 de agosto, convocada por la mayoría de los socios
  • No son opción, Billy Álvarez ni consejeros repudiados

Periodistas Unidos. Ciudad Cooperativa Jasso, Hidalgo. 21 de septiembre de 2020.- Pregunta que brota, cristalino manantial, desde el corazón celeste de una comunidad dolida, hecha jirones: ¿cómo pueden tejerse tantas ambiciones, odios y traiciones en medio de un cariño tan intenso como el profesado a Cruz Azul?…

La interrogación carcome la entraña mientras se recorren las calles sin mancha y perfecto trazado de Ciudad Cooperativa, donde, de manera paradójica, ya nadie vive en paz. Este pueblo observa impávido, casi en vilo, la lucha soterrada por la ambición desmedida de poder y dinero de sus dirigentes.

“El dinero corrompe, destruye, mata”, intenta responder Luis Soberanes, uno de los 717 socios de la Cooperativa, la cual suma casi 90 años de historia en nuestro país y se ubica entre las más reconocidas en Latinoamérica.

Cruz Azul va más allá de un equipo de futbol. Alberga una de las tres cementeras más importantes de México, con capacidad para producir en sus cuatro plantas -Hidalgo, Oaxaca, Puebla y Aguascalientes- 10 millones de toneladas de cemento al año. Para calcular sus alcances financieros, basta con conocer el precio de venta a distribuidores: 2 mil 200 por tonelada, para una facturación aproximada de 22 mil millones de pesos, tan sólo por este concepto.

Pero en torno a la Cooperativa matriz, se han creado una docena de cooperativas más pequeñas, prestadoras de servicios durante el proceso, y una treintena de empresas horizontales, además de un hotel de lujo en Ixtapa (Guerrero) y el club de futbol: la Máquina.

“En total, debemos estar facturado 300 millones de pesos diarios (más de 109 mil millones de pesos anuales)”, dice Eduardo Montoya, otro de los cooperativistas y quien describe así el sentimiento:

“Cruz Azul no es una fábrica de cemento ni un grupo de jugadores en la cancha, sino una forma de vida”.

Pero hoy ganancias, expansión comercial y niveles de producción penden de un hilo…

Cruz Azul es como una roca en la orilla de una montaña, a punto del derrumbe. Las acusaciones de lavado de dinero y delincuencia organizada en contra de Guillermo Álvarez Cuevas, quien fuera durante décadas el director general, y la avaricia de José Antonio Marín y Víctor Manuel Velázquez, quienes -conforme al testimonio de socios- se ostentan de manera ilegal como consejeros y hoy buscan acaparar el poder mediante corruptelas de jueces, abogados y seudoperiodistas, han dejado en medio del tiroteo a la mayoría de los cooperativistas y a miles de trabajadores.

La fuente laboral de 11 mil familias depende de la marca Cruz Azul, en todas sus vertientes. En la planta principal de Ciudad Cooperativa se generan 12 mil toneladas diarias de cemento terminado, motor económico en las 54 comunidades del municipio de Tula y en una región dominada por el huachicol, otra actividad primordial.

“Lo que está en riesgo son miles de empleos, así como el abastecimiento nacional de cemento (México está entre los 15 mayores productores a nivel mundial). La cementera y sus negocios aledaños son pivote de la economía estatal y tienen impacto en todo el país.

A las comunidades vecinas se les apoya no sólo con plazas de trabajo, sino con obras de infraestructura carretera, construcción, pavimentación, limpieza, iluminación y seguridad”, cuenta Sergio Rodríguez, también cooperativista.

Por eso, la noche del pasado 19 de agosto, cuando los llamados “falsos consejeros”: Marín y Velázquez, sus seguidores disidentes, abogados gansteriles y un grupo de choque intentaron tomar la planta, se unieron en la defensa cientos de lugareños de los pueblos circundantes, con piedras y palos.

Esa misma célula se había apropiado de las oficinas de Cruz Azul en el sur de la Ciudad de México la madrugada del 6 de agosto. Hoy esas instalaciones están cercadas con vallas metálicas y electrificaciones, con puertas soldadas por dentro, señal del entramado de desconfianzas y conspiraciones al interior del universo cruzazulino.

Las pugnas se acrecentaron en los días previos a la Asamblea General del pasado 26 de agosto, convocada por el 20 por ciento de los socios, como lo marca la Ley de Sociedades Cooperativas, ante la nula rendición de cuentas de los supuestos consejeros quienes, tras casi 2 años en funciones, jamás han presentado informes.

La reunión está respaldada por al menos 500 de los 700 socios; si asiste la mayoría, será legal.

“La idea es nombrar nuevos consejeros y reestructurar la cooperativa, comenzar una nueva vida en la cual se limpie de robos, dinero sucio, desfalcos, corrupción y negocios personales. Nos costará mucho trabajo, tal vez años, y cada movimiento tendrá que ser transparente”, dice Clemente Acevedo, uno más de los socios.

-¿Cuál es el temor? -se le inquiere.

-Como los disidentes tienen tomadas las oficinas en la Ciudad de México, hay un alto riesgo de que no permitan la entrada a compañeros que están en su contra, aunque la Ley no especifica si la Asamblea debe desarrollarse dentro o fuera de las instalaciones. Si es necesario, la haremos en la banqueta, con todas las medidas de seguridad e higiene, pero salvaremos la institución.

Zozobra

Desde la cima de la carretera a Tepeji, Ciudad Cooperativa asoma imponente, con su planta de cemento en ajetreo constante, su ejército de trabajadores seducidos por el color azul y su retrato magnífico de vías públicas, construcciones y servicios.

Adentrarse en sus calles impecables, rodeadas de monumentos, palmeras, viveros y jardines, extravía la conciencia: no pareciera ser México, y mucho menos la zona tenebrosa donde el robo de combustible se volvió costumbre. Nada le hace falta: tiene su propio hospital, auditorio, mercado, casa club, centro de negocios, planta de tratamiento de aguas residuales, parque recreativo y franja comercial.

Se agolpan sus casas de estilo inglés, con cableados subterráneos, iluminación modernista y red de videovigilancia.

“Antes éramos muy cerrados, no nos relacionábamos con nadie que no fuera de la familia Cruz Azul, pero hace unos cinco años nos abrimos: invitamos a foráneos para organizar obras de teatro, conferencias y otras actividades, y algunos pensaron que aquí teníamos mucho dinero y comenzaron secuestros, extorsiones, robo de autos y casas-habitación, por eso colocamos cámaras”, describe Luis Soberanes.

La ciudad también cuenta con su estadio, el 10 de diciembre, donde alguna vez se ha presentado el equipo de Primera División y donde ahora juega el representativo varonil de Tercera y la escuadra femenil; su centro escolar -con kinder, primaria, secundaria y bachillerato-, en el cual se imparte como obligatoria la materia de educación cooperativa; y su iglesia:

Nuestra Señora de Guadalupe, donde se encuentran los restos de Guillermo Álvarez Macías -ícono del cooperativismo, fundador de Cruz Azul y padre del hoy director perseguido- y de su esposa, a quien se conoció como “la señora chica”, muy apreciada por estos rumbos: a ella acudían las mujeres pueblerinas en busca de trabajo para sus maridos.

Hasta la Virgen parroquial fue ataviada aquí con un velo azul… Desde el surgimiento de la Cooperativa, en noviembre de 1931, suman ya cuatro generaciones de socios. Hijos, nietos y bisnietos de los fundadores han crecido en este oasis cruzazulino.

“Llevamos los colores hasta en el tuétano. Somos de sangre azul”, dice Cinthia Cruz, hija de uno de los socios, orgullosa de su origen y apellido: todos aquí quieren ser Cruz…

-¿Y si se infiltra un americanista en la ciudad? -se le pregunta para romper la tensión.

-No sale vivo… Pero el sentimiento de angustia sobrepasa hoy la falta de títulos del equipo y rivalidades futbolísticas. Es un asunto menor en comparación con el poder en disputa, porque está vez no se pelea por un balón, sino por el patrimonio y la estabilidad económica de miles de familias.

De un lado: Guillermo Billy Álvarez y sus imputaciones en la Fiscalía General de la República. Del otro: Marín y Velázquez, repudiados por la comunidad, con diversas causas penales y civiles sobre sus espaldas.

“Defenderemos a la Cooperativa hasta con nuestra propia vida. Una de dos: o hacemos historia o somos historia”, susurra Cinthia. En Cruz Azul Hidalgo deambula la zozobra.

Pese a la comodidad y el bienestar, los socios y sus familias viven al acecho, caminan temerosos, agazapados; sospechan hasta de las sombras.

Padres e hijos se desploman por el futuro tambaleante, entre lágrimas.

“Estuvimos mucho tiempo en zona de confort, mientras unos cuantos saqueaban la Cooperativa”, refiere Pablo Barrera, otro de los socios.

Se han organizado cuadrillas para realizar guardias, día y noche, en busca de adversarios y en un intento por evitar la toma de la planta. “Andan circulando vehículos no identificados”, se alerta en un grupo de WhatsApp formado por los cruzazulinos más jóvenes, algunos de los cuales se han entregado durante las últimas semanas a la redacción de cartas nostálgicas sobre su vida pintada de azul.

“Querida Cruz Azul: te hemos fallado, estás enojada con nosotros y nos están poniendo a prueba. ¿En qué momento permitimos que los hampones se ungieran como líderes? ¿Qué les pasa? Despierten”, se lee en una de las misivas.

-Somos una burbuja de cristal -dice Cinthia, casi entre sollozos. -Ya ni tanto -le responde una amiga-, porque se han filtrado los malos.

Avaricia

-¿Hay familias divididas? -se pregunta a Clemente Acevedo.

-Sí, hay hermanos de un lado, y hermanos del otro. “Yo tengo primos y otros familiares que apoyan a los disidentes”, dice Eduardo.

-¿La situación es irreconciliable? -se le cuestiona.

-A estas alturas ya no es imposible negociar. Las negociaciones aquí no existen. El tejido social está muy dañado.

-¿Por qué?

-Porque las familias están fragmentadas, han caído en conflictos muy graves, lo mismo entre compañeros, y todo por la avaricia. “Hay una gran cantidad de odio regado en las casas, yo tengo un sobrino disidente y me duele. Hemos sido víctimas de daño moral, acoso cibernético. Mi hija maneja una página en Facebook y los comentarios son de odio”, narra Pablo.

-¿Por qué llegaron a tal grado, si aman a Cruz Azul?

-Aprendimos a amar los colores desde chicos, pero muchos de los disidentes no nacieron aquí, no tienen parentesco, y con base en engaños y promesas han comprado conciencias.

-¿Cómo, en medio de una pasión tan profunda, hay tanto rencor?

Luis Soberanes, socio 2521, responde:

“La familia no se escoge ni los amigos se compran. Puedes tener un hijo asesino, aunque siempre hayas procurado el amor. Nos sentimos lastimados por las corruptelas y nos hemos dado cuenta que la grandeza de Cruz Azul está en riesgo”.

-¿Se le puede rescatar, entre corazones tan lastimados?

-Sí, eso deseamos, vamos a luchar por lo que amamos…

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