“Dejemos la lástima”, arenga en ceremonia de clausura de Juegos Paralímpicos 2020
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Poético y simbólico cierre
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Con llamado a “derribar muros”
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Y con la firme idea de que Tokio también va a dar un paso adelante hacia una sociedad más inclusiva
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Llamado a que la gente con discapacidades “no tenga que hacer cosas excepcionales” para ser tomados en cuenta
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Participó un puñado de atletas –cuatro mil 400– en representación de mil 200 personas alrededor del planeta
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 05 de septiembre de 2021.- Con las notas del esperanzador ‘Wonderful World’ del genial Louis Armstrong, dio paso al lento apagado de la llama y al ‘sayonara y arigato’ a Tokio. Este domingo terminó la XVI edición de los Juegos Paralímpicos. Punto final a un largo viaje de ocho años, uno más de los previstos. Participó un puñado de atletas –cuatro mil 400– en representación de mil 200 personas alrededor del planeta, 15 por ciento del total de la población.
Y lo hizo con una ceremonia de clausura que fue una fiesta sonora y multicolor, y con una mirada esperanzadora al futuro y al legado olímpico y paralímpico puede dejar en la ciudad.
Y no concluyeron sólo como un evento deportivo.
Aquí hubo un énfasis al poderoso mensaje de inclusión que lleva consigo esta justa de verano.
Con las ceremonias acostumbradas, con el estilo del anfitrión, las coreografías que apelan a las tradiciones locales y su asimilación con las nuevas tecnologías, las hazañas atléticas y los homenajes a quienes las protagonizaron.
Pero, sobre todo, con la impronta de esperanza en un mundo más equitativo en el que quepan todos con sus diferencias.
Un promocional del Comité Paralímpico Internacional lo recordó con su carga de humor, autocrítica social e invitación a “derribar muros” que impiden la integración sin prejuicios.
Una serie de escenas de personas con una infinidad de discapacidades en múltiples situaciones cotidianas con un poderoso discurso de integración:
“Empujamos carriolas. Somos carriolas. Nos llaman especiales. Pero no somos especiales. Somos como cualquiera. Pagamos hipotecas. Somos políticos. Nos metemos a las sábanas. Oramos. Tenemos primeras citas. Tenemos suerte en las primeras citas”.
Y el reto:
“No somos especiales. Somos como ustedes, ordinarios, normales. Dejemos la lástima. Derribemos muros. Somos el 15 por ciento de la población del mundo”.
Una pandemia se cruzó en el aciago camino del sueño olímpico y paralímpico de la capital japonesa, la primera en organizar en dos ediciones las dos citas.
El coronavirus, y no los problemas económicos o políticos, fue el gran e inesperado obstáculo con el que se toparon los organizadores y autoridades japonesas que, pese a todo, supieron batallar contra la incertidumbre y los problemas para sacar adelante un reto mayúsculo en el escenario más complejo previsto.
Y después de doce días de alta competición, Tokio echó el cerrojo de forma definitiva. Y lo hizo apostando por una fiesta mucho más animada, en consonancia con lo que suelen ser las Ceremonias de Clausura, que con la que inauguró el evento el pasado 25 de agosto, mucha más poética y simbólica, en la que insistió a volar sin complejos y en pos de la diversidad.
En esta ocasión, los organizadores dejaron claro un mensaje en el concepto de su fin de fiesta.
‘Moverse hacia delante’ fue el lema elegido, un mensaje de optimismo dentro de un mundo convulso todavía por el virus y ratificado con música, color, pirotecnia y alegría juvenil, algo que quizá se había echado de menos en la apertura, y apuntalando la idea de que Tokio también va a dar un paso adelante hacia una sociedad más inclusiva.
España, que se marcha de la capital japonesa con un buen bagaje de 36 medallas, fue representada en el desfile de las banderas por la nadadora Marta Fernández. La burgalesa, de 27 años y que nació con parálisis cerebral, vio así recompensada su gran actuación, con tres medallas y un récord del mundo, en sus primeros Juegos.
Junto a la española, también desfiló la bandera de Afganistán, la única que pudo estar acompañada por dos deportistas, la taekwondista Zakia Khudadadi y el atleta Hossain Rasouli, sus dos únicos representantes, que no pudieron hacerlo en la ceremonia de Inauguración por estar siendo evacuados de su país, cuando la portó un voluntario.
Tokio finaliza; empieza el ciclo breve de tres años, consecuencia del retraso provocado por la emergencia sanitaria, con París como sede en 2024.
Yuriko Koike, gobernadora de Tokio, procedió a dar el relevo a París y a su alcaldesa Anne Hidalgo, con la candidatura francesa poniendo una porción a esta fiesta de despedida, con una sincronizada coreografía en el mismo estadio y una conexión en directo aderezada con la música del artista Pone, aquejado de ELA y que es capaz de producir mezclas musicales gracias al movimiento de sus ojos, ayudado por un software ocular.
En la capital francesa recibían el cambio con ambiente de fiesta y la intervención digital de su máximo emblema, la Torre Eiffel, con una de sus “patas” transformada en la prótesis aerodinámica que usan los paratletas de velocidad.
El presidente del Comité Paralímpico Internacional (CPI), Andrew Parsons, despidió los Juegos de Tokio y dio la bienvenida a los nuevos anfitriones.
“Contra todos los pronósticos lo hicimos”, celebró Parsons; “fueron fantásticos, dieron esperanza. Atletas que rompieron marcas, llegaron a corazones y cambiaron vidas.
“En estos Juegos celebramos la diferencia. No debemos ver esto como una ceremonia de clausura sino de apertura para un futuro más inclusivo.
El 15 por ciento de la población no puede ser ignorado, mil 200 millones de personas no pueden ser olvidados. Como dijo hace unos días un paratleta: la gente con discapacidades no tendría que hacer cosas excepcionales para ser tomados en cuenta”.