Donald Trump co-actor de frustrado tongo boxístico

Foto:  Ron Galella / AFP

Por Jesús Yáñez Orozco 

  • Con Don King y José Sulaimán, Trinidad Diabólica del boxeo

  • Pelea hace 31 años donde debía ganar Mike Tyson a  Buster Douglas

  • El réferí mexicano, Octavio Meyrán, recibiría instrucciones del presidente del CMB que debía ganar “Iron Man”

  • Echó a perder un negocio de 200 millones de dólares 

  • Después de ese combate, como tercero sobre el ring, tras la derrota de Tyson, no volvió a aparecer en los cuadriláteros

 

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 19 de enero de 2021.- Es una de las historias más negras en la oscuridad del boxeo mundial. Cumplirá 31 años, el próximo 11 de febrero de 2021, quizá la pelea de peso completo más ignominiosa en los anales del pugilismo mundial: el invencible Mike Tyson contra el casi desconocido James Buster Douglas, con sólo seis peleas profesionales. Y aún más: tenía 37 peleas ganadas, ninguna perdida. De ellas 32 por nocaut. Y 17 de sus rivales no habían logrado pasar del primer round. Imposible pensar en una derrota. Las apuestas estaban por las nubes: 42 a 1.

Era el trampolín del “Iron Man” para una combate por una estratosférica, casi impensable, bolsa de 200 millones de dólares –casi cuatro mil millones de pesos al cambio actual—contra Evander Hollyfield.

Pelea ensombrecida por una Trinidad Diabólica: Donald Trump, actual presidente de Estados Unidos –a unas horas de dejar el cargo en manos de Joe Biden–, entonces exasesor financiero de Tyson; el promotor Don King — doble asesino—, y el mexicano José Sulaimán Chagnón, titular del Consejo Mundial de Boxeo durante casi 40 años –que ejerció el cargo con amorosa tiranía–, fallecido a los 82 años, en 2014. Puesto que heredó su hijo, Mauricio.

El titular del CMB recurría a un eufemismo involuntario para justificar este deporte, trastienda de la muerte de peleadores, ávidos del oropel de millones de dólares, fama, mujeres, joyas, autos de lujo… :

“Mientras haya pobres en el mundo existirá el boxeo.”

Texto, efeméride, que tiene valor agregado gracias a un personaje que, con amenazantes  “tuitazos” y medidas descabelladas –su obsesión por la construcción del muro fronterizo, amén de su discurso antimexicano,  entre otras–, mantuvo en vilo al mundo, desde que el 20 de enero de 2017 asumió la presidencia de Estados Unidos, convirtiéndose en el hombre más poderoso y temido del mundo: Trump.

Y lo caracterizó, según analistas políticos, sus proclamas acorazadas de neofascismo, populista, con la bendición de dios, durante su gobierno.

Este miércoles dejará el cargo envuelto en la polémica tras haber azuzado a sus hordas del supremacismo blanco –equivalente al Ku Klux Klan– para que tomaran el Capitolio, con el argumento de que había fraude en la elección presidencial que perdió.

De acuerdo con versiones periodísticas, la relación Trump-Tyson comenzó en junio de 1988, en la pelea en Atlantic City entre Mike y Leon Spinks en la que el ahora presidente de EU invirtió 11 millones de dólares para promocionar su casino, Trump Entertainment Resorts, Inc. El combate solo duró 91 segundos. Fue sólo un suspiró lo que requirió Tyson para noquear al campeón olímpico. Y ratificaba el poderío de sus puños.

Cuando el boxeador más temido vio, con ambición desmedida, cómo el entonces magnate inmobiliario recibió ganancias por 26 mdd en tan solo una noche, entre la venta de más de 21 mil entradas y el derroche en el casino, no tuvo que pasar mucho tiempo para que decidiera contratarlo, oficialmente, como su jefe de estrategias y consejero. Es decir, su consejero financiero.

Trump anunció la contratación con bombo y patillo en The New York Times. La relación de socios entre dos de los personajes más emblemáticos de la cultura estadounidense no duró mucho. Hubo rumores de que el ahora presidente –denunciado como acosador sexual– se acostó con la entonces esposa de Tyson, Robin Givens y luego con el púgil sentenciado a prisión por violación en 1992.

Sin embargo, fue un 26 de octubre de 1988 que se conoció que Trump cobró 2 mdd a Tyson por brindarle sus servicios durante cuatro meses, esto después de que el acuerdo llegara a su fin cuando Mike contrató a Don King.

No parecen haber quedado del todo en malos términos. Trump –pese a su discurso racista– apoyó a Tyson cuando estuvo en la cárcel. Mike le regresó el favor de cara a las elecciones presidenciales de 2016 cuando apoyo a su ex socio en la candidatura siendo además islamista convertido en prisión. Un sector tan criticado por Donald Trump.

(Donald Trump, asesor financiero de Mike Tyson)

Nunca se supo si el pago de 2 mdd se concretó. Pero es un hecho que lo que no hizo el Presidente es donar esa cantidad en su momento como había prometido, ya que no existen registros.

En el Tokio Dome, aquél 11 de febrero de 1990, pocos sabían la historia criminal de Don King.

En 1954 mató a un hombre que intentó robar una casa de apuestas que regenteaba. El homicidio fue calificado como defensa justificada y no pisó la cárcel.

En 1966 fue declarado culpable de asesinato en segundo grado. Golpeó a un hombre hasta su muerte. Le debía 600 dólares. Fue encarcelado y liberado cinco años después.

Trío maquiavélico –Trump-King-Sulaimán— mafia del boxeo.

Primer Round

Aparecería en escena un presunto villano de esta fatídica historia boxística aquél 11 de febrero. Era, en realidad, Ángel de la Guarda sobre el cuadrilátero, convertido en demonio por aviesos intereses. Porque no se ciñó al fraude fraguado por ese infernal trío: el mexicano Octavio Meyrán Sánchez, considerado en su momento el mejor réferi del orbe.

Llegaba a esa cita con más de una veintena peleas de campeonato del mundo en sus alforjas.

Después de esa infausta experiencia dejó de fungir como tercero sobre el ring. Su decisión de detener la pelea en el décimo episodio a Mike impidió que se realizara un combate de 200 millones de dólares, unos cuatro mil millones de pesos al cambio actual: Tyson después iría contra Evander Holyfield.

Característico de la mafia del boxeo.

Incluso, el entonces réferi Meyrán, tras la polémica decisión temió por su vida. Pensó que regresaría a México en una mortaja de madera.

Era su primera participación en un título de pesos pesados.

Soñaba con ella.

Fue, para él, como “dar con el Grial”, luego de 22 años de réferi.

El escenario hervía de pasión: el Tokio Dome, de Japón. Atiborrado.

Quince minutos antes de la pelea, Meyrán acudió al vestidor para dar las instrucciones correspondientes a los peleadores. Lo acompañaban Sulaimán, también presidente de la Comisión de Box del entonces Distrito Federal, y su tesorero, Joaquín Badillo, ex titular del Sector Amateur de la Federación Mexicana de Futbol, erigido en mentor de Hugo Sánchez, pentapichichi en el futbol español en los albores de su carrera, entre otros jugadores.

Meyrán recibió una inesperada sugerencia del titular del CMB, tomándolo del brazo izquierdo, que lo alertó y alarmó. Hizo que levantara el ceño izquierdo.

Delante de Badillo, soltó Don José:

–Señor Meyrán: usted sabe que a Mike Tyson se le puede lastimar.  No es el hombre duro que todo mundo piensa.

Era del dominio público su indisciplina. Laxo, en sus entrenamientos. Había tomado a chunga este combate. Su rival era, literal, un don nadie. Previo a la pelea, en el gimnasio, fue derribado por un sparring. Y encendió las alarmas. Otro secreto a voces: solía encerrarse con cinco mujeres en su habitación.

Respondió Meyrán conciliador, mientras bajo los reflectores brillaban los hilos de su cabellera plateada y un bigote oscuro cruzaba su rostro:

–Sí, lo vimos con Frank Bruno (penúltimo de sus rivales previos): estuvo a punto de noquearlo.

Sulaimán siguió con su eterna diplomacia impostada, que siempre lo caracterizó y se llevó a la tumba.

Y soltó una inesperada indicación al réferi:

–Le voy a pedir, dentro de su profesionalismo que, si usted ve a Tyson lastimado, protéjalo; sea elástico con él. Si ve lastimado a Douglas, párele la pelea de inmediato.

El incordió se dibujó en el rostro de Octavio. Un sudor frío camino lento por su espina dorsal. Ruborizado, respondió tajante, palabras como navajas.

Cortaban el ambiente denso:

«¡Eso no se puede hacer!»

Don José reviró conciliador.

Dagas punzantes sus ojos:

–No, no,  no… Usted haga su trabajo.

Sulaimán se retiró con la seguridad de que su orden sería acatada.

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(Adiós a Donald Trump)

Meyrán, contrito de coraje y ahogado en un mar de desconcierto, pensó no subir al ring. Ya se había quitado la corbata de moño negra. Pero, finalmente, fue el tercero sobre el cuadrilátero. No había tiempo para sustituirlo. Salvo que fuera por causa de fuerza mayor.

Ha aclarado el ex referí, a sus entrevistadores –incluido quien esto escribe– para evitar cualquier velo de duda, 31 años después de esa historia:

“Conste: tengo testigo”, refiriéndose a Badillo.

En ring side estaban sentados, juntos –ángeles diabólicos–: Trump, Sulaimán y Don King. A Meyrán quisieron echarle la culpa del famoso “conteo lento” a Douglas, cuando Tyson lo mandó a la lona en el octavo episodio. Pero James se levantó y en el siguiente round colocó una sinfonía de golpes a su oponente. Estaba en malas condiciones.

Piernas de chicle.

Excesos e indisciplina le pasaban la factura.

«Perdí la mayor parte del peso al tener sexo con damas japonesas. No recuerdo haber hecho ningún trabajo de carrera, tal vez una o dos veces. Así que perdí peso de otras maneras», reconocería Mike sin rubor alguno.

Segundo round

Antes de viajar a Japón, los miembros de su equipo lo perseguían noche tras noche por los clubes nocturnos donde se le veía, para obligarlo a regresar a la sede de su campamento a dormir. Pero ahondar en otros motivos para explicar su derrota es sencillo.

Finalmente, en el décimo, Buster lo tiró con dos cruzados, de izquierda, y derecha, al mentón. Cayó como farro. Instintivamente se levantó, colocándose el protector bucal que colgaba de sus labios. Era guiñapo. Estaba noqueado sobre sus piernas.

Meyrán escudriñó su mirada perdida. Paró la pelea, retirándole el protector que colgaba de sus labios. Rodeó con sus brazos los 100 kilos de peso del roble negro. Evitó el riesgo de que volviera a caer y desnucarse.

Desde el noveno asalto, cuando se advertía la derrota del campeón, el réferi oteó, fugaz, cómo el presidente del CMB movía la cabeza desde su asiento, en señal de reproche, y diciéndole con la mirada:

“Que tonto eres. No hiciste lo que yo te dije”, por haber hecho caso omiso a su “recomendación”: beneficiar a Tyson.

Todo estaba arreglado para que Mike ganara, resume el ex réferi: desde el tomador de tiempo y jueces. La puntuación, pese a la golpiza a Tyson, arrojaba empate. Debía seguir siendo el campeón. Era el gran favorito de las apuestas: 42/1.

Impensable que el fraude se viviera abajo por culpa del réferi.

Sin embargo, Douglas estaba en un apogeo emocional. Había perdido a su madre, 23 días antes de la pelea. Era el combate de su vida. El triunfo, en su memoria, lo asaeteaba.

Y no iba a dejar ir la oportunidad de coronarse sobre el “hombre más malo del mundo.”

Trump, Don King y Sulaimán, rostros desencajados, satánicas miradas de reproche al tercero sobre el ring. No daban crédito a lo que miraban sobre el ring.

Aquella decisión acabó con su carrera, y una posible candidatura al Salón de la Fama del Boxeo Internacional.

Fue su sentencia las acusaciones por parte del promotor Don King de que había dado una cuenta larga a Douglas en el octavo round y una corta a Tyson cuando ambos cayeron. Pero más allá de la tristeza que ello pudiera ocasionar, confiesa que él camina con la cabeza en alto, porque no se equivocó y concedió a Buster una victoria merecida.

Meyrán suele precisar, en público y en privado, que después de la pelea, José Sulaimán le gritó en una sala del Tokio Dome que por la derrota de Tyson había echado a perder una pelea de 200 millones de dólares entre Mike Tyson contra Evander Holyfield por el título mundial de peso completo.

Tercer round

(Epílogo)

En charla con ESPN, el 11 de febrero pasado, con motivo de los 30 años de aquel polémico combate, el exréferi lamentó:

«No estoy triste. No me rebano las venas con galletas de animalitos. Pero la parte sustancial, a 30 años, es que cuando se corta mi carrera tenía ya 30 peleas de campeonato mundial, y quizá hoy tendría más de 200. Me robaron mi lugar de quizá estar en el Salón de la Fama.

Y reconoció:

«Me salió cara la honestidad. Y lo digo con orgullo».

Meyrán, actualmente con 73 años, amaneció aquel 11 de febrero de 1990 como el réferi internacional de mayor reconocimiento a nivel internacional.

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(Octavio Meyrán y el polémico conteo lento a James Douglas)

Había estado como tercero en el ring en peleas de Azumah Nelson, Wilfredo Gómez, ‘Macho’ Camacho, Tommy Hearns, Alexis Argüello, Marvin Hagler y hasta en aquella famosa del ‘No Más’ entre Sugar Ray Leonard y Roberto Durán.

“Me tocó estar en buenas peleas, al finado José Sulaimán le debo la oportunidad que me dio de estar en peleas importantes. Porque yo decía que era el réferi ideal para las peleas difíciles. Aunque al final todo cambió porque querían que yo aceptara que me había equivocado y les dije que no», explicó.

Así recordó la polémica de aquél round 8, cuando Tyson mandó a la lona a Douglas.

«Se levantó en el noveno segundo y estaba consciente, cuando cae un boxeador tras un uper y se pega en la nuca por lo regular no hay más que hacer, pero él puso primero el codo y se levantó bien, le hice la misma cuenta que dos rounds después le hice a Tyson”.

Afirmó, con una pátina de ironía, que le tocó “hacerla de malo», porque ahí estaba Donald Trump, Don King y José Sulaimán.

Incluso, la Federación Internacional de Boxeo reconoció a Douglas de inmediato. Pero el Consejo Mundial de Boxeo y la Asociación Mundial de Boxeo no avalaron a Douglas como campeón sino hasta 72 horas después.

“Querían que me echara la culpa. Pero no me equivoqué y lo demostré. Desafortunadamente se acabó mi carrera, Don King dijo que Meyrán jamás volvería a ser réferi de una pelea de campeonato del mundo», recordó.

Y así sería.

Actualmente Octavo Meyrán disfruta de su familia. Es pensionado y se mantuvo durante muchos años en la industria de los pantalones de mezclilla, trabajando para marcas como Levis y Lee.

Hasta 2019 estuvo de especialista para Televisa Deportes, y asegura que aún extraña el ring, pero al menos no se lo pierde cuando hay una buena función por televisión.

Con una sonrisa socarrona, cuando es entrevistado sobre el tema, Meyrán Sánchez muestra un recuerdo, gratamente doloroso, de ese combate: el protector bucal de Tyson, con su dentadura perfecta impresa, que le retiró cuando se levantó de la lona.

A su retiro del boxeo, debido al hostigamiento y al descenso del nivel de las funciones en México, se dedicó a la venta de pantalones de mezclilla de las marcas Levis y Lee, de la que ha vivido decorosamente.

Y, advirtió, “con la frente en alto”.

De aquella pelea debió haber cobrado 12 mil dólares. Sólo recibió dos mil 800, “en represalia” de Don King y Sulaimán.

Al resumir su paso por el boxeo, soltó sus palabras, acompañadas de un hondo suspiro:

–Se vive un ambiente traidor. Hay gente que no es digna de confianza.
 

Lado oscuro del boxeo.

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