Impide machismo tener ídolos femeninos en lucha libre mexicana

  • Pero siempre hemos estado presentes, afirma Lady Apache

  • La lucha libre todavía es brutal con las mujeres, lamenta 

  • En México, alerta, tristemente no tenemos seguro social, peleas estelares y menos buenos salarios

  • Es un oficio de mucha pasión y sacrificio, dice

  • Elogia cómo está organizado este deporte en Estados Unidos donde sí tiene seguridad laboral 

Periodistas Unidos. Ciudad de México, 23 de septiembre de 2021.- La lucha libre mexicana es acendradamente machista, misógina. Pero ¿por qué no hay mujeres que sean ídolos en la lucha libre mexicana? Abundan hombres legendarios del cuadrilátero –Santo y Blue Demon, por citar sólo dos, los más emblemáticos. Cada década tiene al menos un puñado de ellos y existen una media docena de nombres inolvidables por época.

Jamás, eso sí, una mujer.

Los antiguos álbumes infantiles de estampas sobre el pancracio sólo tenían rostros enmascarados o al descubierto, pero exclusivamente masculinos.

Nunca de una fémina.

Parece extraño, si se revisan las revistas de antaño, aparecen sin excepción fotos de mujeres en leotardos entallados y brillantes, volando desde las cuerdas, aplicando llaves con la misma furia que sus compañeros, en pose amenazante o coqueta.

Data de 1935 el registro de la primera mujer en ejercicio de este oficio en nuestro país, con Natalia Vázquez en la Arena México.

Ellas han estado ahí siempre, pero a la brillante sombra de un deporte machista.

Son invisibles.

“¿Por qué no hay una Santa?”, se pregunta divertida Sandra González, conocida con el histórico nombre de Lady Apache, cuyo recorrido por la lucha libre inició hace 35 años. Precisamente en 1986, cuando hicieron a un lado un veto discriminatorio que provenía de 1952, durante la administración del regente de hierro en la Ciudad de México, Ernesto P. Uruchurtu, quien consideraba que las mujeres debían ocuparse en actividades más adecuadas a lo que concebía aquel funcionario como femenino.

Décadas de anonimato

“No existen propiamente ídolos femeninos, pero hemos estado presentes en toda la historia de la lucha”, dice Lady Apache.

Reflexiona:

“No digo conocidas, que eso hay por montones y en las arenas el público las reconoce. Me refiero a algo como el Santo o Blue Demon”.

¿Por qué no hay? pregunta y responde con tres palabras que hielan el alma:

“Por el machismo”.

Detalla:

“Durante tres décadas las mujeres no pisaron las arenas en la Ciudad de México. Lo más cerca que podíamos estar era en el Toreo de Cuatro Caminos –limítrofe con el Estado de México–, recuerda. Mientras otros gladiadores se hacían legendarios en la Arena Coliseo y la México, ellas tenían que buscar foros en otras plazas de la República”.

Pero ahí seguían, dando la lucha aun en el anonimato.

“No fuimos aceptadas de modos muy amables”, confiesa Lady Apache.

“Ni los empresarios ni el público; mucho machismo. En las arenas no faltaba el tipo que nos decía que éramos ‘prófugas del metate’. Pensaban que nos ofendían. Pero nos daban más valor. Aún hoy no falta el compañerito que se pasa de listo”, reconoce.

Pero afortunadamente, elogia, “las jovencitas que han llegado vienen con otra mentalidad. El feminismo las hizo más seguras y en dos por tres los mandan a la goma. Hay que aprovechar esto en beneficio de las mujeres”.

Dicen que no existe medio “más brutal” para vivir que la lucha libre, frase que se le atribuye a otra icónica gladiadora mexicana de la década de los años 70, Lola González.

Lady Apache coincide totalmente, pero agrega que este oficio es todavía más hostil con las mujeres. Son demasiadas contiendas las que ellas tienen que soportar en la lucha libre en México.

Bota en el cuello

Sigue:

“Nos tuvieron con la bota en el cuello”, describe como si la dominación masculina se tratara de una llave de lucha.

“Nos trataban mal. Porque se consideraba un deporte exclusivo de hombres. Aunque nosotras teníamos mejores encuentros que los de nuestros compañeros. Para decirlo sencillo: ni siquiera nos dan el lugar para una lucha estelar”, critica.

Cuando piensa en sus tres hijas, respira con alivio porque ninguna decidió seguir sus pasos en el cuadrilátero. La mayor, de 32 años, lo intentó. Pero se decepcionó muy pronto. La exigencia para entrenar y la violencia contra el propio cuerpo la hicieron desistir. Ninguna más lo intentó y eso la tranquiliza.

Por fortuna, subraya, ninguna quiso seguirla en este duro oficio:

“La lucha libre no sólo es el dolor en el cuerpo, también es el dolor en el alma. Sí, es mucha pasión, pero también mucho sacrificio. Qué bueno que ninguna de mis hijas quiso ser luchadora. Porque es un trabajo digno, pero muy difícil, de verdad muy difícil para poder vivir de esto”.

La hostilidad del negocio de la lucha en México la llevó a buscar otros mercados. En Estados Unidos encontró un entorno más amable. Mejor pagado y bien protegido por las leyes. Las funciones están aseguradas, así como los gladiadores que participan, cualquier lesión que ocurra durante su trabajo, es responsabilidad del organizador.

“Todo es muy derecho, con contrato y obligaciones”, narra.

“Tenemos seguro médico y además a mí me pagan por impartir clases de lucha en la empresa que me promueve, entonces tengo un sueldo por participación y otro por enseñar. Eso, tristemente, no lo tenemos en México”, lamenta.

La famosa serie fotográfica de lucha libre de la artista Lourdes Grobet, incluye mujeres que además de ser gladiadoras profesionales ejercen sus actividades cotidianas.

Enmascaradas para el retrato, dan biberón a sus hijos o se ocupan de sus hogares.

“Esto no es una mera pose”, aclara Lady Apache, porque así, enfatiza, transcurre la vida de las luchadoras profesionales en sociedades como la nuestra.

Por su parte, Quimera, la fantasía demoniaca, otra gladiadora, cree que una de las formas de exclusión más grandes hacia las luchadoras profesionales está relacionada con su vida privada. Ahí donde siguen cumpliendo roles tradicionales y que al ejercer la maternidad enfrentan al abandono social más cruel.

“Si no trabajamos, no ganamos. Y por tanto no llevamos sustento a nuestras familias”, cuenta Quimera.

Es madre de una niña de nueve años.

“Cuando fui mamá perdí todo en la lucha libre. La posibilidad de ser contratada en algunas empresas, también mi condición física, porque al embarazamos necesitamos tiempo para restablecernos.

Después viene el “desdoblamiento” para cumplir múltiples responsabilidades, con quién dejar a los hijos mientras se viaja o se acude al entrenamiento. En las noches de función, cumplir con el rol familiar y de profesional.

Falta protección social

“A mí me da miedo sufrir una lesión porque pienso en mi hija”, comparte.

Necesitan, puntualiza, “alguna forma de protección social para ejercer nuestro trabajo. La inestabilidad laboral no te permite tener ahorros, mucho menos pensar en un crédito para comprar un departamentito”.

Lady Apache pronto cumplirá cuarenta años en los cuadriláteros de México y el resto del mundo. Un recorrido muy difícil, pero del cual se siente orgullosa.

Sabe que las mujeres son parte de una historia anónima en la lucha libre mexicana.

Pero la fuerza que aprendió en el oficio la hacen optimista.

Se reconforta cuando ve a las nuevas chicas en los gimnasios.

Porque sabe que el futuro de ellas tal vez sea mejor.

(Con información del diario La Jornada)

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