Lisandro López, futbolista que aprendió a cazar palabras y goles
Por Jesús Yañez Orozco
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 28 de febrero de 2019.- Es capitán de Racing de Avellaneda y goleador, a la cabeza de la Superliga, que confirman 26 clubes, con 48 puntos. Habla de los cambios en el futbol moderno y da su mirada sobre la Argentina, un país -dice- con recursos pero que convive con necesidades insatisfechas de algunos de sus habitantes. Espejo donde se abisma el resto de las naciones de América Latina. Jugó en Francia, Qatar, Portugal y retornó a Racing. Aprendió a no pensar con los pies. Algo impensable en la mayoría de las ligas del planeta. México en particular.
Nombre: Lisandro López. Futbolista atípico –antítesis de los que sueñan con el balón de oropel como almohada– dentro y fuera de la cancha. Lo apodan Licha. Tiene 35 años. Mide 1.74 de estatura. Pesa 74 kilogramos. Está en el dintel de la madurez deportiva.
La fortaleza del líder salió a flote. Sobre todo tras la dura derrota frente a River que dejó a Racing fuera de la Copa Libertadores, volvió a repetirse ahora en el torneo de la Superliga 2018-2019, que entra en su recta final.
“El equipo está en una inmejorable posición y hay que convencerse de este Racing competitivo hasta el final”, dijo el Licha, entre una y otra derrota.
“¿Cuál es el secreto? Llegó el momento de meterle más rigor al entrenamiento, más disciplina e intensidad. Ese es mi compromiso cualquiera fuese mi trabajo”, aclara.
Con la generosa autorización del periodista y escritor –No sabían que somos semillas, libro publicado en 2016– Andrés Asato, autor de la entrevista a López para la página web cronista.com de argentina, Balón Cuadrado reproduce el texto.
Si por él fuera, compara el reportero argentino, volvería a ser como ese niño en la novela de Mark Twain con su caña de pescar sentado a la orilla del río. Un “Tom Sawyer” pero viviendo las travesuras propias de un chico nacido en un pueblo de 300 habitantes. De los nueve a los 18 años ya era tan buen delantero del Club Jorge Newbery de Rojas como un experto conocedor de los arroyos, canales y lagunas de Rafael Obligado, diminuta provincia, y sus alrededores, su lugar de origen, alejado de la mano de Dios.
Eso sí, es de los que prefiere leer a Gabriel García Márquez, Mario Benedetti o José Saramago que “jugar al play” –una especie de dictadura perfecta de la sinrazón–. Somos producto de lo que leemos, dicen algunos a quienes los libros han cambiado la vida. Son mejores seres humanos o menos peores. Lisandro Aprendió a pepenar palabras. Su padre y abuelo pescaban peces. Él, también, caza goles… triunfos y, a veces, derrotas, pensables e impensables.
De su abuelo y su padre heredó la pasión por la pesca y de aquellos días donde reinaba la calma pueblerina se trajo la paciencia del pescador. López, el delantero y líder natural de Racing de Avellaneda, pertenece a esa clase de jugadores -hoy en extinción- que le exige a su cuerpo el máximo entrenamiento.
Pero lejos de exaltar sus cualidades profesionales y de mostrarse como un pensador del futbol, a Licha López, tal como se lo conoce en el mundo del balón, le sienta mejor imaginarse la vida subiendo la corriente y solo con su atarraya, como dice esa cumbia colombiana del Alegre Pescador, describe Asato.
Jugó en el Oporto de Portugal, el Olympique Lyon de Francia, en el Al-Gharafa de Qatar, el Inter de Porto Alegre, para finalmente regresar al Racing, club de sus amores. Fueron 10 años en Europa.
Su visión del futbol moderno, la labor del mánager –promotor, representante– deportivo, los representantes -él no lo tiene y lo muestra como un rara avis de esta profesión- y el país que, como un ciudadano más, dice que le duele “desde antes y ahora”, tomándose ese segundo del goleador en el área, en la respuesta.
–¿Qué tiene y qué le falta al futbol argentino? interroga Asato.
–En términos del juego, no ha dejado de ser friccionado, con mucho roce, pero al mismo tiempo está mucho más rápido e intenso de cuando lo dejé antes de irme a Portugal. Aquí los equipos nunca paran de correr, luchar y meter y hay poco tiempo para pensar. Antes había unos segundos más. Los equipos están muy parejos físicamente y presionan buena parte del tiempo, van para adelante y se animan.
“Cualquiera le puede ganar a cualquiera, algo que no se da tanto en Europa y eso es lo bueno. Y a nivel organizacional, las cosas que se pueden cambiar tienen que ver con el presupuesto de cada club y en ese sentido en la Argentina más que hacer lo que se debe se hace lo que se puede.”
–Casi diez años de tu carrera la hiciste en Europa. ¿Cómo ves la función del mánager en Argentina?
–Allá es muy común la figura del director deportivo, pero a su vez todavía no está muy implementada acá, donde prácticamente se evalúa su rol en función de los resultados deportivos, pero yo creo que es algo que se irá haciendo habitual.
“Ese nexo entre dirigentes, plantel y cuerpo técnico abre un camino de diálogo y de opiniones a veces diferentes que la función del manager obliga a que se tomen las mejores decisiones institucionales. En Racing, creo yo, la identificación de Diego (Milito) con el club y su prestigio internacional le dan un plus que va más allá de los resultados.”
–¿Qué le reportó a la selección francesa estar conformada por hijos de inmigrantes?
–Ya desde mi época allí los franceses venían sacando jugadores jóvenes muy buenos, que provenían de su centro de formación a nivel federación y contaban con un cuerpo de veedores y reclutadores que recorrían el mundo. Siempre le dieron importancia a la cantera, tienen un método de trabajo y si a eso uno le suma que en territorio francés hay muchos hijos de inmigrantes de origen africano, sin duda, eso terminó de enriquecer su futbol.
“Así que las herramientas para hacer un gran torneo las tenían y hay jugadores en el plantel actual que fueron compañeros míos, como Samuel Umtiti, de origen camerunés; Nabil Fekir, hijo de argelinos, y Anthony Martial, que eran pibes cuando yo jugaba en el Olympique.
“La inmigración le abrió un abanico de posibilidades muy grande y el futbol francés no lo desaprovechó.”
–No tener representante sueña extraño, ¿no te distrae de lo estrictamente deportivo?
–No sé, pero será por costumbre, porque cuando yo me fui a probar a los 17 años pasé por mil pruebas y había rebotado en todas ellas, San Lorenzo, Boca, dos veces Lanús y Vélez, en Central, en Newell’s y cuando me tomaban los datos me preguntaban quién era mi representante y ni sabía lo que era eso.
“Yo les decía que venía por un amigo de mi viejo, así nomás. Se dio que con el seleccionado de Rojas, en el 2000, llegamos a la final de un torneo juvenil bonaerense en Mar del Plata y ahí me vio Miguel Micó, que era el coordinador de Lanús y se estaba yendo a Racing.
“Llegué con edad de quinta, a los 18 años, y en el inicio sí tuve un representante que a la vez lo era de un compañero de la pensión. En ese momento, fue importante, pero después tomé la decisión de manejarme solo. Sé que cuando uno empieza conviene estar bien asesorado, pero va en cada uno la elección.”
–¿Qué te sigue conmoviendo del futbol y qué te preocupa de la Argentina?
–Aunque el desgaste de los años se sienta en el cuerpo y el médico me cargue porque ya tengo los glúteos duros de tantas inyecciones y de antiinflamatorios, mientras ande bien de la cabeza y las ganas de levantarme para venir a entrenar sigan intactas, el futbol va a estar vivo. Pero el día a día me marcará la hora del retiro. Y por supuesto que me preocupa el país, estoy al tanto de lo que pasa y jamás me mantuve al margen ni aún viviendo afuera.
“No estoy contento con lo actual ni lo estuve con lo anterior, porque tenemos un país maravilloso, con recursos, y todavía hay gente a la que le duele el hambre. Tengo a mis viejos en Rafael Obligado, mi papá trabajó en el campo, mi mamá fue maestra jardinera y mi hermana es profesora de chicos especiales. Así que conozco la realidad, vivo pendiente de ellos y sé lo que pasan.
Licha, rara avis: cuando el balón no es oropel esférico.