‘Noquea’ Covid 19 escuela de campeones mundiales en Ciudad de México

Foto: Especial

Por Jesús Yañez Orozco

  • Sólo la emergencia sanitaria detuvo las fintas, ganchos y rectos en gimnasio El Romanza
  • Me da tristeza y preocupación por las chicas y chicos, dice el legendario Ignacio Beristáin, timón del gimnasio
  • Están entregados a su preparación y de pronto interrumpieron sus proyectos

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 30 de marzo de 2020.- Por primera vez en 28 años,  El Romanza cerró sus puertas ante la emergencia sanitaria del Covid-19. Un gimnasio mítico en la alcaldía Iztacalco –una de las zonas con más altos índices de delincuencia de la capital del país– de donde emergieron figuras memorables del boxeo como Juan Manuel Márquez, Daniel Zaragoza o Gilberto Román.

Como todos los espacios consagrados a esta disciplina jamás interrumpen sus actividades. Hacerlo representa cortar de tajo el trabajo devoto de puñados de jóvenes que sueñan con la gloria de este deporte.

El timón del Romanza, Ignacio Beristáin –80 años de edad, hombre adusto y con vocación obsesiva por la enseñanza del boxeo, el manejador más exitoso del boxeo profesional, forjador de 27 campeones mundiales –, no oculta la profunda tristeza de ver su gimnasio cerrado por primera vez desde que lo fundó en 1992.

“Me da tristeza y preocupación”, confiesa con un ánimo poco usual en su personalidad.  “No por mí, sino por el compromiso moral que tengo con muchos muchachos y muchachas que están entregados a su preparación y de pronto vieron interrumpidos sus proyectos y no sabemos por cuánto tiempo.”

Enseñar, regañar y aconsejar

Romanza, con la dirección del mánager Beristáin, ha sido la escuela de donde han salido decenas de campeones del mundo. Don Nacho, como se le conoce en el medio, es intransigente con su oficio. Muy temprano está en el gimnasio todos los días para enseñar, regañar y aconsejar lo mismo a figuras del deporte que a novatos aún en el anonimato.

La dedicación del veterano entrenador está comprometida con todos.

“Cuando fue evidente que no podíamos seguir trabajando, no tuve más remedio que anunciarlo a mis peleadores”, relata. “Tenían que entender que esta es una emergencia y hay que atender a las autoridades. Los mandé a casa.”

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(Ignacio Beristaín, forjador de 27 campeones mundiales, entre hombres y mujeres)

Aunque algunos atletas trabajan de manera doméstica para no perder condición física, Beristáin no es ingenuo. Nunca le ha gustado parecerlo y reconoce que no se consiguen los mismos resultados. En realidad está convencido que cuando se pueda volver al trabajo regular, habrá que empezar desde cero.

“Algunos se fueron a sus estados, otros aquí en la Ciudad de México, pero todos a esperar y a cuidarse. En todo eso, tienen que afrontar sus responsabilidades, pagar rentas, alimentación, mantener a sus familias. Será muy difícil para muchos”, lamenta.

Así algunos campeones caen en la preparación para defender campeonatos, con la esperada paga para la que trabajaron, deberán repensar sus entrenamientos, aguardar a que se supere la epidemia, nuevas negociaciones, nuevas fechas.

Sobre todo, esperar.

“Esto no estropea una carrera, pero sí pone en una situación muy delicada a muchos”, analiza Beristái. “Tendremos qué resolver lo que se nos va a presentar, no sólo recuperar su preparación, sino tratar de levantar todo nuestro trabajo.”

Beristáin piensa en su campeón supergallo del Consejo Mundial de Boxeo, Rey Vargas, quien se preparaba para hacer pronto una defensa de su título. Eso significa dedicar tiempo y planificar, una inversión que tendría como recompensa una buena suma de dólares.

Pero también medita sobre lo que harán los peleadores que han ganado títulos más discretos, pero que son el camino para oportunidades más sustanciales.

(Gimnasio El Romanza)

“Ni cuando la influenza hace diez años cerramos”, dice melancólico, “ahora es distinto y tenemos que acatar las recomendaciones y las órdenes. He hablado con algunos ex peleadores míos; recién hablé con Juan Manuel Márquez –ex campeón mundial–, y sí, duele esta situación.”

En el centro de la Ciudad de México, el gimnasio Pancho Rosales es otro referente del boxeo profesional. También el servicio ininterrumpido desde 1994 se frenó de manera inédita. El propietario, Rubén Oropeza, observa con preocupación el curso de los días y el aumento de la cifra de contagios por coronavirus.

“No sabemos cuánto tardará”, dice inquieto. “Cuando la autoridad nos indicó que teníamos que cerrar, no tuvimos más remedio.”

Cálculo responsable

El cálculo del responsable del Pancho Rosales no sólo fue financiero ni administrativo. Reconoce que mantenerlo abierto podía convertirlo en un foco de contagio.

“Muchos boxeadores no tienen auto propio”, relata.

“Vienen de zonas alejadas al centro de la ciudad y viajan en transporte público. Si los contagios se hacen más frecuentes, pues corren el riesgo de contraer el virus y transportarlo al gimnasio, infectar a otros y todos al final llevarlo a nuestras casas y otros sitios. No quedaba de otra más que cerrar.”

Si en el futbol profesional, donde las nóminas salariales pueden ser demasiado altas y para afrontar la crisis financiera que fluye paralela a la crisis sanitaria, han planteado reducir sueldos de jugadores para paliar las pérdidas, en el boxeo a ras de suelo no hay posibilidad de esos escenarios.

“Pocos boxeadores tienen ganancias para permitirse el lujo de estar inactivos y sin preocupaciones”, explica Oropeza.

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(Don Nacho con excampeones mundiales)

“La mayoría vive al día y hace una inversión de dinero en su preparación, gastos de una dieta, entrenador y preparadores, nutriólogos, con la esperanza de que al final, lo que gane en una pelea le permita recuperar ese dinero y poder aportar los gastos hasta la siguiente pelea. Pero la mayoría estará en una situación precaria que se va agravar mientras más se alargue esta emergencia.”

Oropeza no sólo piensa en el momento en el que las autoridades de salud autoricen el regreso a los gimnasios y posteriormente a la realización de actos masivos.

En el fondo teme que reactivar todo este negocio lleve más tiempo para volver a tener peleas atractivas, un público que quiera asistir a las arenas, volver a poner en marcha un negocio que involucra demasiados engranes para funcionar.

“Como en una fábrica que detiene la línea de producción”, dice por analogía, “costará trabajo volver a calentar las máquinas, calibrarlas, recuperar la producción; arrancar de nuevo llevará todavía más tiempo.”

Y el engrane fundamental en esta industria son los boxeadores.

Yéssica Kika Chávez, excampeona mundial, apuesta por la esperanza, así sin remedio. Ella asume que lo que acontece no puede cambiarse por la voluntad de quienes son afectados, de tal modo que lo único que puede hacer es no parar.

“Yo soy inquieta y muy pata de perro”, dice divertida.

“Si me detengo me deprimo y me desespero. Así que evalué lo que tenía en casa para hacer un plan de trabajo y estar lista para un regreso que necesariamente ocurrirá, no sé cuándo, pero sucederá.”

La fortuna de contar con una casa amplia y con patio sirvió para elaborar un plan de trabajo. Su hermano es preparador físico y le ayudó a diseñar sus rutinas. Por la mañana el entrenamiento cardiovascular: subir las escaleras y de regreso, recorrer el patio y todo otra vez durante cuarenta minutos.

Por la tarde, sesiones de boxeo, golpes, técnica, la velocidad con las manoplas y la fuerza con la gobernadora, ese escudo forrado en el que se golpea con potencia.

“Ya llevaba un año sin pelear y con problemas con la empresa que me representaba”, recuerda

“Así que esto no es nuevo, tendré que esperar más. Sin embargo, pienso con firmeza que si dejamos que la adversidad nos derrote, no vamos a poder ganar cosas importantes en la vida, no sólo en el boxeo”, confía.

Y reflexiona:

“Quiero pensar que esta crisis, como todas, nos abren a nuevos escenarios y oportunidades.”

Remata, sin sombra de duda en su voz:

“Yo lo creo.”

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