AP. Santiago de Chile. 09 de marzo de 2022.- Gabriel Boric se muestra cercano a la gente común que acude a él para hacerle peticiones o desearle éxito ante la desafiante tarea que asumirá el viernes, cuando se convierta en el presidente más joven de la era moderna de Chile.
El suyo, afirma el aún diputado izquierdista, será un “gobierno feminista”, para el cual designó en enero un gabinete en el que hay 14 mujeres y 10 hombres. En la misma senda, el lunes nombró edecán presidencial a una oficial de la policía uniformada, la teniente coronel Cecilia Navarro, la primera mujer en ese cargo. En Chile las tres ramas de las fuerzas armadas y la policía designan a un edecán o ayudante de campo.
Boric, con 36 años recién cumplidos, dedica gran parte de su tiempo a reuniones políticas en la “La Moneda chica”, como fue bautizada una casona prestada y convertida en sus oficinas temporales desde que en diciembre último conquistó la presidencia con un 56% de las preferencias en un balotaje elecoral. El apodo alude al palacio de gobierno de La Moneda, la sede el gobierno, que ocupará desde el viernes.
Incontables personas han llegado hasta el frontis de la “Moneda chica” con la esperanza de verlo, hablarle, ser escuchados, entregarle regalos, cartas con peticiones o para contarle apresuradamente que trabajaron por su triunfo durante la campaña presidencial en la que se impuso cómodamente a su adversario ultraderechista José Antonio Kast.
Nuri Flores, de 71 años, estuvo parada varias horas en el frontis de la casona el viernes pasado porque quería conocer “a mi presidente, desearle suerte”. No supo que esa mañana Boric asistió a un acto en el que se anunció cómo su gobierno incorporará la perspectiva de género en sus políticas de Estado.
La acompañó su nieta, Ignacia Romero, periodista sin trabajo de 26 años, que dijo a The Associated Press que no importa qué promesas de campaña aborde primero Boric, porque “la cosa es que haya un cambio, una mejora en el sueldo mínimo, las pensiones, en la salud. Todo lo que haga puede servir”.
Leandro Corzo, un venezolano de 34 años que trabaja como operador telefónico, viajó desde Concepción, 500 kilómetros al sur de Santiago, sólo para desearle suerte. “Vine específicamente a eso, pedí un día administrativo (libre) para pegarme el pique (viajar), como dicen acá en Chile”.
Boric no tiene horarios para acercarse a las rejas y conversar con los visitantes. Se muestra amable y cercano, sonriente. Conversa, recibe papeles con mensajes, escucha problemas y, como buen aficionado a las selfies, se retrata a través de las rejas con sus admiradores.
En ocasiones se lo ve en mangas de camisa o con una chaqueta más tradicional, con pelo corto y una barba arreglada, a años luz del cabello largo y barba desaliñada que lucía en su época de dirigente universitario en 2010-2012, o durante su primer período como diputado (2014-2018). En 2017 sorprendió en la cámara baja con ambos lados de la cabeza rapada y una franja de pelo al estilo mohicano. Cambió su estilo a uno cercano al tradicional a mediados de 2021, cuando compitió y ganó ampliamente las primarias presidenciales de la izquierda al candidato comunista Daniel Jadue.
Boric, un egresado de leyes que no se ha titulado, rechaza la corbata, y se desconoce si accederá a ponérsela el viernes, cuando en el salón de honor del Congreso jurará o prometerá “desempeñar fielmente” el cargo de presidente. Tampoco la usó al jurar por primera vez como diputado, cuando se presentó vestido informalmente, ni lo hizo al inaugurar su segundo período en 2018. Ante las críticas de sectores conservadores, respondió que “es un mecanismo de la élite para alejarse y diferenciarse del bajo pueblo”.
Antes de que adoptara un estilo más formal, a menudo se le veía en polera (camiseta) o con las mangas de la camisa recogidas y lucía en su brazo izquierdo su tatuaje más conocido: un faro que ilumina el mar desde un islote de Magallanes, la región chilena más austral del mundo, donde nació y estudió el bachillerato. Tiene tres tatuajes más, todos relacionados con Magallanes.
El diputado izquierdista, que en una década pasó de líder estudiantil a dos veces diputado y ahora a presidente electo, dice que su “gobierno feminista” significa “cambiar la manera en la cual nos relacionamos, con la que vemos el mundo, que ha estado durante muchos siglos contada por hombres”.
Hace menos de una semana habló a todos los hombres “que guardamos de manera, también un poco inevitable, el machismo en el que fuimos formados”. Les pidió “encarecidamente… que nos lo tomemos muy en serio y que al final de nuestro gobierno podamos haber colaborado con el cambio cultural que el movimiento feminista ha empujado”.
Su pareja, Irina Karamanos, la próxima primera dama de Chile, es una cientista social con estudios en educación, antropología, gestión cultural, y también es una líder feminista del partido Convergencia Social, el mismo en el que milita Boric, una de las colectividades que integran el izquierdista Frente Amplio, que sumado al Partido Comunista fue la apuesta presidencial triunfadora de la izquierda chilena.
Con Karamanos, su “compañera de vida” como la define el futuro presidente, Boric mostró su faceta más romántica. Durante un programa de televisión en diciembre, le recitó un poema y contó que en la intimidad, “nos decimos ‘chofa y chofo’, de alcachofa. Nos gustan mucho las alcachofas”.
Vivían en un departamento en las inmediaciones de un gran parque céntrico de la capital chilena, pero por razones protocolares de seguridad, debieron escoger una nueva casa. Eligieron una barriada de clase media cercana al palacio de gobierno. Todos sus antecesores vivieron en sectores acomodados o de altos ingresos, en el llamado “barrio alto”.
El próximo mandatario asumirá en el marco de una de las más complejas situaciones que ha enfrentado el país sudamericano desde el retorno a la democracia, en 1990, con problemas de seguridad en el norte y en el sur, y con una inflación galopante que se complejizará con el alza en el precio del petróleo tras la invasión de Rusia a Ucrania. Chile importa casi todos sus combustibles fósiles.
Uno de los primeros desafíos de Boric será lograr que el Congreso apruebe una reforma tributaria para recaudar cinco puntos del PIB en cuatro años, para financiar su programa de gobierno que tiene un costo aproximado de 12.500 millones de dólares, que incluye mejorar el salario mínimo y las bajas pensiones básicas, crear 500.000 empleos femeninos y reestructurar el sistema de salud por otro que sea más igualitario, en un país donde quienes pueden pagarla, tienen acceso a una salud y educación mejores.