“Me llamo Léonid Bausden” de Javier Bautista
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 25 de agosto de 2021.- En la presente obra poética “Me llamo Leónid Bausden” de Javier Bautista, se distingue las voces ancestrales de un Walt Withman, Ezra Pund, Ledo Ivo, Hugo Gutierrez Vega, Fernando Pessoa; voces que de ninguna manera lo hacen alejarse de la conexión con su propia voz poética, por el contrario, le imprime un sello distintivo y renovador.
La presente obra me señala a priori la lucubración del existir y ser, como un grito que se extingue hacia la nada; desde otro enfoque, el grito es un canto de auxilio que regresa una y otra vez para contarlo todo nuevamente. Replantear lo ya vivido es vaciar el mito en otra copa, eso sí, con todas sus contradicciones que como sus antecesores lo celebraron. La realidad tiene algo de exótico y de épico, se va construyendo poco a poco en su devenir por la experiencia.
La presente obra se destaca por un Yo lírico, acoplado en los acontecimientos diarios que conforman la rueda de la vida que gira y gira, pronto sucederá el joven al niño y más tarde se instalará el adulto en la consciencia. En esta etapa de madurez, o mejor dicho, ya en el presente, Bausden no puede más que recordar su infancia y revivirla a fuerza de memorias y cantos. Cantarle a la vida de por sí es un acto de evocar amorosamente a los vivos y a los muertos.
“Ella es la única que sabe que amo,
mostrarme indefenso en sus abrazos
no me vulnera totalmente ;
ellas es la fuerza de ambos”
Puede ser que en Léonid encontremos varias máscaras, pero no es otra cosa que el canto natural entre las personas y la naturaleza. Señalar una moral aparatosa en contradicción a la sensibilidad y al vitalismo de la obra. Un posible alter ego “Leonid Bausden” quien impregna con su lirismo los escenarios posibles de la vida pasada, presente y futura, sin encaprichar cualquier romanticismo a la expresión de ser hombre, una concepción propia que se forma día a día con la máscara de los acontecimientos; de cualquier modo, reconocerse ya es vulnerarse.
Dice:
Este que soy yo: hombre del siglo confinado
Una explosión del vacío dice:
Desconozco
La herencia que mi padre
Escondió en el río de su juventud,
Y qué el miraba en silencio.
Los versos que acompañan este poemario tienen distintos alientos, tal vez sea por eso que podemos distinguir los múltiples flujos de la vida, y aunque esta característica es muy al estilo del autor de “Canto de mí mismo” El autor J. Bautista coloca desde otro registro la voz de Leonid Bausden. La infancia, la juventud y la interpelación hacia la madurez es el trabajo a futuro de una voz que pueda llevarnos hacía el asombro de la vejez. Esto lo sitúa en el constante devenir existencial… el hombre se reconstruye así mismo una y otra vez…
Dice:
Soy un hombre, un hombre que vuelve a preguntarse:
¿quién soy yo? ¿A dónde me dirijo?
¿En dónde está mi herencia?
Y la herencia… para hallarla, deberá voltear hacia atrás, iniciar en algún punto de partida como cuando sus padres se enamoraron, luego, recomponer los pasos de ellos, que son también suyos y reencontrar el sentido de vivir.
Mi padre vio a mi madre
En la plaza de una ciudad
Que nunca había visitado.
Ella caminaba sin demasiada altivez,
A pesar del ruido de sus tacones
A pesar del ruido
de su corazón hecho manojos de abejas.
Edificar momentos, ciudades, historias en una ucronía personal y voluntaria de los posibles: situaciones que sin suceder están sucediendo al nombrarlos en el poema. Del mismo modo, la intertextualidad se maneja con aplomo en todo el poemario. Escribe sobre las historias de hadas; historias conocidas en algunos lugares, puede que en épocas remotas o en saltos de espacios, tiempo y geografías. Nos hace sentir atmósferas de antaño, lugares jamás visitados más que en sueños o leyendas que nos pudieron haber contado de niños. Niños abandonados en huecos de árboles para que las hadas jugaran con ellos. La poesía de Javier Bautista muestra universos paralelos con grandes dosis de asombro frente a lo cotidiano y a todas su posibilidades.
Agnes pudo haber jugado conmigo
A lanzar piedras en el agua;
A perdernos en el bosque para buscar hadas,
Esas mujeres diminutas que partieron con ella
A pesar del dolor de nuestros padres.