“Todo temblaba”, dice civil que abandonó acería ucraniana

Por Elena Becatoros

AP. Zaporiyia, Ucrania. 09 de mayo de 2022.- Pálidos y agotados, los últimos civiles que se refugiaron en los búnkeres bajo la gigantesca planta siderúrgica de la diezmada ciudad portuaria ucraniana de Mariúpol llegaron el domingo por la noche a Zaporiyia, la primera gran ciudad ucraniana más allá de la línea del frente.

La acería, donde se calcula que unos 2.000 combatientes ucranianos están librando lo que parece ser su última batalla, es la única parte de la ciudad que no está bajo control ruso. Gracias a su laberinto de túneles y búnkeres en el subsuelo, muchos civiles la habían elegido como el lugar más seguro para resguardarse del incesante cañoneo ruso contra Mariúpol, otrora una próspera ciudad portuaria que ha quedado en gran parte reducida a escombros.

Los sobrevivientes demacrados hablaron de cañoneos constantes, escasez de alimentos y un moho omnipresente. Debieron emplear desinfectante para manos como combustible para poder cocinar.

Diez autobuses entraron lentamente en las calles desiertas y oscuras de Zaporiyia, trayendo 174 evacuados del área de Mariúpol. Entre ellos había más de 30 de los 51 civiles evacuados durante el último día de la acería Azovstal, donde unos 2.000 combatientes ucranianos están haciendo lo que parece ser su última resistencia. Tanto funcionarios ucranianos como rusos han dicho que estos civiles son los últimos no combatientes del complejo industrial.

“Fue terrible estar en los búnkeres”, relató Lyubov Andropova, de 69 años, quien se había refugiado en la planta Azovstal desde el 10 de marzo. “El agua corría desde los techos. Había moho por todas partes. Estábamos preocupados por los niños, por sus pulmones”.

El cañoneo era constante y temíamos “que nuestro búnker se derrumbara”, aseguró. “Todo temblaba. No salimos”.

Apenas unos días después de que comenzara la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero, Dmytro Sviydakov se refugió en los búnkeres con su esposa y su hija de 12 años. Entraron en Azovstal el 27 de febrero. Pasarían más de dos meses antes de que pudieran salir.

Comentó que el primer mes y medio fue soportable. Entre 50 y 60 personas se amontonaron en un búnker, pero luego se intensificaron los ataques rusos. Volaron un área de almacenamiento de alimentos, por lo que él y otras personas recurrieron a recoger residuos, incluida la búsqueda en los casilleros de los trabajadores.

El combustible para cocinar también escaseaba, pero luego descubrieron que el desinfectante de manos, abundante debido a la pandemia de coronavirus, era un buen sustituto.

“¿Qué no puedes hacer cuando no tienes nada?” dijo, mientras esperaba un autobús que llevaría a los evacuados de Azovstal a alojamientos temporales en Zaporiyia.

Yehor, un empleado de la acería que se refugió en el búnker y que solamente proporcionó su apellido, dijo que se refugió en el búnker con sus dos hijos, su esposa y su perro. Dijo que cuando la comida escaseaba, los soldados que defendían Azovstal los ayudaron.

“No lo habríamos hecho de otra manera”, comentó. “No sé cuánto tiempo podríamos haber sobrevivido, pero seguro que no habríamos sobrevivido hasta hoy”. En los últimos días, solo les quedaba pasta, agua y algunas especias, suficiente apenas para una sopa al día.

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