Ucranianos cruzan hacia países vecinos para ponerse a salvo
Por Vanessa Gera y Adam Pemble
La mayoría de los que llegaban el viernes eran mujeres, niños y ancianos después de que el presidente Volodymyr Zelenskyy prohibió el jueves que los hombres en edad militar abandonaran el país.
Una mujer de la capital ucraniana, Kiev, que llegó a Przemsyl, Polonia, se echó a llorar al describir cómo sacaban a los hombres de los trenes en Ucrania antes de que llegaran a la frontera.
“Incluso si el hombre viajaba con su propio hijo, no podía cruzar la frontera, ni siquiera con un niño”, dijo la mujer, que solo dio su nombre de pila, Daria.
Los autos formaban filas de varios kilómetros en algunos cruces fronterizos mientras las autoridades de Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Moldavia se movilizaban para recibirlos y brindarles refugio, alimentos y ayuda legal. Estos países también agilizaron sus procedimientos fronterizos habituales, entre ellos los requisitos de prueba de COVID-19.
En los cruces fronterizos de Polonia, los ucranianos llegaban a pie, en automóvil y en tren, algunos con sus mascotas, y fueron recibidos por autoridades y voluntarios que les ofrecían comida y bebidas calientes.
Algunos buscaban unirse a familiares ya establecidos en Polonia y otras naciones de la UE, cuyas fuertes economías han atraído durante muchos años a trabajadores ucranianos.
Marika Sipos huyó de Koson, un pueblo en el oeste de Ucrania cerca de la frontera con Hungría, y llegó el viernes temprano a Lonya, Hungría.
“Tuvimos que dejar atrás todo, el trabajo de toda nuestra vida”, dijo Sipon. “Fue un sentimiento terrible”.
Erika Barta, que llegó de Backi Breg, Ucrania, dijo que buscaría refugio con familiares en Hungría y planeaba regresar cuando pasara el peligro.
“Ya no es seguro estar en casa”, señaló.
Para muchos, la primera escala fue una estación de tren en la ciudad de Przemysl, un importante punto de tránsito en el sureste de Polonia. Se veían ucranianos durmiendo en catres y sillas a la expectativa, pero aliviados de escapar del bombardeo de Kiev y otros lugares.
El primer ministro italiano, Mario Draghi, habló en el Parlamento el viernes sobre las “largas filas de automóviles que salen de Kiev y otras ciudades ucranianas, en su mayoría hacia las fronteras de la UE”, y dijo que “es posible imaginar una gran afluencia de refugiados hacia los países europeos vecinos”.
“Las imágenes que estamos viendo, de civiles desarmados obligados a esconderse en búnkeres y subterráneos, son terribles y nos retrotraen a los días más oscuros de la historia europea”, declaró.
La agencia de la ONU para los refugiados, la ACNUR, calcula que más de 100.000 personas abandonaron sus hogares en Ucrania y que hasta 4 millones de personas podrían huir a otros países si la situación empeora.
Hungría, que movilizó a su ejército para ayudar, anunció esta semana que todos los ucranianos que lleguen de Ucrania y todos los ciudadanos de terceros países que residan legalmente allí tendrán derecho a protección.
La bienvenida que Polonia y Hungría están mostrando a los ucranianos ahora es muy diferente de la postura poco acogedora que han tenido hacia los refugiados y migrantes de Medio Oriente y África en los últimos años. Hungría construyó un muro para mantenerlos alejados cuando un millón de personas, muchos de ellos sirios que huían de la guerra, llegaron a Europa en 2015.
Polonia ahora está construyendo un muro fronterizo con Bielorrusia después de que miles de inmigrantes, en su mayoría del Medio Oriente, intentaron ingresar desde Bielorrusia en los últimos meses. La UE acusó a Bielorrusia, respaldada por Rusia, de alentar ese aumento migratorio para desestabilizar la UE.
Pero los ucranianos son vistos de manera muy diferente por los polacos y otros porque en su mayoría son cristianos y, para los polacos, son eslavos con raíces lingüísticas y culturales similares.