Acapulco, el paraíso convertido en infierno de periodistas

Por Irene Galindo

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 03 de noviembre de 2022.- Mi padre se dedicaba a las ventas por lo que con frecuencia viajaba por carretera para visitar clientes en recorridos regionales. Yo aprovechaba mis vacaciones de verano para acompañarlo y conocer mi país. A mis 9 años, el trabajo de mi papá me llevó a conocer Acapulco.

Mientras me ayudaba a preparar la maleta, mi madre me contó cómo en su juventud, durante la década de los 70, aprovechaba cada oportunidad para escapar al puerto que en ese entonces era uno de los destinos turísticos más importantes del mundo. Vestida en el bikini más diminuto y con una pandilla de primos, mi mamá pasaba los días asoleándose en la playa y las noches en las discotecas de moda, en las cuales, si tenía suerte, podía encontrarse a una que otra celebridad.

Emocionada, me subí al carro de mi padre y viajamos al puerto favorito de las estrellas de cine. En aquel entonces, sin spotify ni señal de radio en las carreteras, acostumbrábamos cantar cuando nos aburríamos. «Acuérdate de Acapulco…» me cantaba mi papá mientras yo abría los ojos al máximo para guardar en mis recuerdos los paisajes del hermoso estado de Guerrero.

Después de 28 años he regresado al bello puerto, pero las estrellas de cine ya no estaban ahí. Hoy Guerrero es uno de los estados más peligrosos de nuestro país y Acapulco ha dejado de ser un paraíso vacacional para convertirse en el infierno de millones de familias que viven en medio del narcotráfico y la violencia. Sin embargo, nada sale en las noticias porque también es uno de los lugares más peligrosos para ejercer el periodismo.

Según datos de Artículo 19, tan solo en este sexenio tres periodistas han sido asesinados en el estado. Son 16 los colegas asesinados en la entidad desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico declarada por el ex presidente Vicente Fox Quesada. La cifra iguala la de Oaxaca y Tamaulipas, por lo que los colegas de la región se han tenido que autocensurar y dedicarse a redactar comunicados para protegerse y proteger a su familia.

Hace un año, Alfredo Cardoso Echeverría, fotoperiodista y administrador del sitio Las Dos Costas, recibió 5 tiros afuera de su domicilio. Su esposa Isabel y dos hijos, uno de ellos con parálisis cerebral, también fueron agredidos por un comando armado en su propia casa, aunque salieron ilesos. Cardoso murió días después en un hospital y su familia tuvo que salir del estado por su propia seguridad. «Salí de mi colonia con mucha rabía, porque por más que grité por ayuda, nadie salió» me contó Isabel, afuera de la iglesia de nuestra señora de Guadalupe Reina de México en Acapulco, al recordar los momentos en los que su esposo se desvanecía herido en sus brazos. En la parroquia se llevó a cabo una misa con familiares, amigos y muy pocos periodistas. La gente escacea o se esconden cuando los familiares de periodistas sufren atentados en México.

Misa en homenaje a Alfredo Cardoso a un año de su asesinato en Acapulco, Guerrero. Foto: Alejandro Meléndez

Y es que en Acapulco se respira el miedo, el peligro. Basta con platicar con cualquier habitante para saber que todos tienen alguna historia de violencia que contar, todos han escuchado disparos y se han resguardado de ellos. Todos conocieron a alguna persona que ha sido asesinada o agredida por el narcotráfico o las fuerzas armadas que resguardan el estado. Pero también saben que pueden ser los próximos y prefieren mantenerse lejos que ayudar en caso de emergencia.

«El caso de Cardoso ha recibido una justicia a medias» dijo Balbina Flores, de Reporteros sin Fronteras en un tweet. «Un autor material condenado a 13 años de prisión, autores materiales e intelectual libres a pesar de la promesa de la gobernadora Evelyn Salgado» de hacer justicia y apoyar a su familia que sigue en el olvido» agregó.

Los habitantes de Acapulco saben que los criminales caminan entre ellos. «Nunca sabes con quién te vas a topar, no hay que buscar problemas» me cuenta un taxista mientras recorremos la costera Miguel Alemán en la que militares anteceden la bella vista de la playa.  Las casas abandonadas abundan en las colonias populares debido a que muchas familias han tenido que huir a otros estados a causa de la violencia.

Según datos de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH), de enero de 2018 a mayo de 2021 se registraron 138 desplazamientos masivos ocasionados por diferentes formas de violencia en México. Esto significa que alrededor de 75 mil 942 personas tuvieron que desplazarse internamente en nuestro país. Guerrero forma parte de los siete estados que concentran el 97% de los casos, con 22 mil 890 personas desplazadas.  Sinaloa, Chihuahua, Durango, Chiapas, Michoacán y Oaxaca son los otros seis.

Más de diez periodistas guerrerenses se encuentran desplazados debido al riesgo que implica ejercer su profesión en el Estado. La violencia se encrudecido para los colegas también en ciudades como Iguala, Chilpancingo, Chilapa y Zihuatanejo, y los defensores de derechos humanos también enfrentan amenazas persistentes por acompañar a las familias desplazadas. Guerrero hoy enfrenta una situación de violencia constante ocasionada por los grupos del narcotráfico y por la coalición de éstos con las fuerzas del Estado.

Regresé a otro Acapulco: uno en el que las familias dejaron de platicar de los famosos en la playa, para conversar de las balaceras, los muertos, los colgados. La autocensura fue la única salida y muchos colegas han dejado de ejercer para dedicarse a oficios menos riesgosos.

Las familias desplazadas como la de Isabel, han tenido que empezar desde cero, entre el miedo de dormir con la luz apagada y el de regresar para volver a disfrutar del territorio que les fue arrebatado

Aquel Acapulco de ensueño y glamour que disfrutaba mi madre ya no existe. ¡Acuérdense de Acapulco!

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