Arte para no Olvidarte: Exigen justicia para Rubén, Nadia, Mile, Yesenia , Alejandra y Lesvy

Foto: Alejandro Meléndez

Por Témoris Grecko

Periodistas Unidos. Ciudad de México, 25 de septiembre de 2017.- Desconozco si Araceli Osorio asistió al primer festival Arte para no Olvidarte el año pasado, frente al edificio de Luz Saviñón 1909, colonia Narvarte, donde asesinaron a Alejandra, Mile, Nadia, Rubén y Yesenia. Pero fue muy doloroso verla en el más reciente, el segundo festival, este 30 de julio, no como público sino como participante, hablándonos junto a Indira, la mamá de Yesenia; Fredy, el hermano de Mile; Alma y Patricia, hermanas de Rubén, e Itzamná, su pareja. Araceli es la madre de Lesvy Berlín, la joven asesinada en Ciudad Universitaria. La más horrible tragedia la subió al escenario.

A cualquiera de nosotros, en cualquier momento, nos puede subir también.

Hemos dicho #YaBasta. Nunca más. Para empezar a lograrlo, debemos combatir el olvido. Impedir que los responsables se sientan tranquilos en su impunidad. Perseguir a las autoridades para que cumplan con sus obligaciones e investiguen de manera seria, profesional, transparente.

Este segundo festival fue preparado por personas y colectivos con actividades para reunir los fondos necesarios: una fiesta, venta de camisetas y botones. El clima benévolo permitió que se extendiera del mediodía a la tarde, sin lluvia, como ocurrió también con los demás actos que realizamos:

La inauguración de la expo de fotografía Cartas a Rubén, el viernes 28 de julio, en el Museo Casa de la Memoria Indómita, en la que además estrenamos el videoclip Ciempiés, de Ojos de Perro vs la Impunidad, una canción de Armando Vega-Gil (Botellita de Jerez) ilustrada con imágenes de los actos de protesta por los crímenes de la Narvarte, en 2016.

Ese mismo día, la Comunidad Cinematográfica por Ayotzinapa organizó una mesa redonda en la Cineteca Nacional, con proyección de cortos en el foro al aire libre.

El sábado 29, familiares y amigos de Rubén acudieron a su tumba para recordarlo con un rosario. El domingo se realizó el segundo festival.

En el aniversario de los crímenes, el lunes 31, la marcha de protesta en la Plaza Regina (antes Lerdo), en Xalapa, fue seguida en Ciudad de México con un mitin frente al búnker de la Procuraduría General de Justicia, en el que se realizó una clausura simbólica del edificio.

Los empleados que se aferraron a una de las entradas, para tratar de mantenerla abierta, enfrentaron la dignidad de los familiares de las víctimas, que ejecutaron el cierre con sus propios cuerpos: los de adentro olvidaban que, por encima de su adscripción laboral, también son seres humanos capaces de reconocer el dolor de otros, y ciudadanos igualmente expuestos a sufrir graves crímenes, sin que la autoridad les garantice justicia. Viven bajo el riesgo de verse un día del otro lado, del de los engañados y abusados por los altos funcionarios, del de los que no se someten y protestan.

Pero quién sabe si, entonces, podrán encontrar la solidaridad que ahora negaron.

¿Qué ocultan?

La procuraduría de la CDMX fue clausurada por incumplir con su deber. Por engañar. Por revictimizar. En una mesa redonda en Rompeviento TV, por la mañana de ese mismo lunes, Leopoldo Maldonado y David Peña, abogados de las víctimas, ofrecieron una actualización del caso, que se resume, después de dos años, en que no ha habido avances ni existe voluntad para avanzar. Eso, a pesar de que la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal emitió, el 21 de junio, una recomendación –ya aceptada por la procuraduría– según la cual, “desde el inicio no se actuó conforme a los protocolos de investigación para cada delito” y las autoridades “carecen de una investigación adecuada, diligente, integral, oportuna, eficaz y exhaustiva”.

En un comunicado distribuido en Rompeviento, los representantes legales de las familias de Nadia y de Rubén advirtieron que los únicos tres detenidos (supuestos autores materiales, no se ha indagado la responsabilidad intelectual) podrían quedar en libertad a causa de las debilidades y carencias del trabajo de unos investigadores que ni siquiera creen que sea su obligación descubrir el motivo del crimen.

A raíz de la recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de varios escándalos en los que tuvo un papel protagónico (incluido el de Lesvy Berlín, cuyo honor fue difamado en los primeros tuits sobre el caso emitidos por una procuraduría interesada no en averiguar cómo murió, sino en minimizar la importancia del asunto), el titular de la PGJ, Rodolfo Ríos Garza, se vio obligado a separarse del cargo. Fue remplazado, sin embargo, por quien era su subprocurador de Averiguaciones Previas Centrales, es decir, por el responsable directo del desaseo y la manipulación de las investigaciones de la Narvarte, de Lesvy y otras.

“¿Por qué no se quiso investigar como se debía?”, cuestionó el abogado David Peña, en la mesa redonda. “¿A quién están protegiendo el jefe de Gobierno (Miguel Ángel Mancera, el exprocurador (Ríos) y el actual procurador (Garrido)? ¿Qué están ocultando?”

“O son muy incompetentes, que es una buena parte”, agregó, “o son absolutamente cómplices, que es otra buena parte”.

Presencia con sentido

Arte para no Olvidarte, festival que pretende recordar celebrando, con música y danza, y con el arte gráfico del colectivo Rexiste.

Es normal que pese sobre el ánimo, sin embargo, la ominosa sombra del edificio donde, en el departamento 401, fueron arrancadas cinco vidas; la indignante realidad de que los autores intelectuales, y probablemente algunos de los materiales, siguen en libertad, ocultos a la vista de la nación por las maniobras de los encargados de buscar justicia; y la certeza angustiante de que seguimos expuestos, de que otros podemos ser subidos al escenario por la tragedia, como le ocurrió a Araceli Osorio.

A ella le tocó, ahora, armarse con el micrófono para reclamar el olvido, la insensibilidad de tanta gente que quiere pensar que negándose a mirar la desventura, podrá escapar de ella.

Como los vecinos que retiraron la placa conmemorativa que colocamos el año pasado frente a Luz Saviñón 1909; como los empleados de la PGJ capitalina que se humillaron aferrándose a una puerta que la justa indignación debía cerrar; como los funcionarios públicos que se niegan a hacer su trabajo, que no sirven a los ciudadanos que pagan sus sueldos, que se hacen cómplices de los criminales que –un día– terminarán convirtiéndolos también en sus víctimas.

La lucha sigue. La que es justa porque es por la justicia, que es verdadera. La lucha que les recuerda a los cinco de la Narvarte que viven entre nosotros porque son causa y motivo, que animan –en el mejor sentido de dar ánima, alma– el esfuerzo común por hacer valer los gritos de ¡ya basta!, ¡no nos van a callar!, que en el trabajo cotidiano por hacer investigaciones y documentar los problemas de las personas comunes, le damos sentido y objetivo a su presencia, ésa que no dejamos de sentir y reivindicar

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