El mexicano Ricardo Hernández, ganador de un premio de periodismo «que no debería existir»
Por Lluís Lozano
EFE. Ciudad de México. 11 de mayo de 2023.- Cuando el reportero mexicano Ricardo Hernández subió la pasada semana a recibir el «Premio Breach/Valdez de periodismo y derechos humanos» sintió una mezcla entre gozo y pesadumbre: es uno de los reconocimientos periodísticos más importantes en México, pero se creó en memoria de dos tragedias.
«Si para que exista un premio hay que recordar a dos compañeros asesinados, es un premio que no debería existir», reflexionó Hernández este jueves en entrevista con EFE.
Los asesinatos en 2017 de Miroslava Breach, en el norteño estado de Chihuahua, y de Javier Valdez, en Sinaloa, son emblemáticos de la violencia que afronta la prensa en México.
El homicidio es el último escalón, dijo Hernández, de la larga gama de amenazas, violencias y agresiones de las que los periodistas son víctimas, especialmente lejos de la capital.
Según Reporteros Sin Fronteras, México se convirtió en 2022 en el país en paz más peligroso para los profesionales de la información, con 16 asesinatos, 11 de ellos por realizar su labor.
La organización Artículo 19 contabiliza 157 periodistas asesinados en México desde 2000 en posible relación con su labor, de los que 37 han ocurrido durante la presidencia de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024).
Ello, sumado a la precariedad laboral y a las influencia de gobiernos y empresas sobre los medios, pone en tela de juicio la fortaleza de la libertad de prensa en el país.
«La mayoría (del periodismo) está controlado por las líneas editoriales de los periódicos, que tienen grandes convenios y sobreviven gracias a los gobiernos. Ahí empieza la censura, y luego la autocensura: las condiciones en las que trabajas no son las óptimas, pero si pierdes ese trabajo no tienes nada», explicó Hernández.
El reportero, nacido en Ciudad de México pero afincado desde hace un lustro en Cancún (Quintana Roo), sabe de lo que habla. A los dos meses de llegar al principal destino turístico de México renunció a su primer empleo.
«El director de noticias vendía y negociaba ante nuestros ojos las notas que hacíamos, me pareció lo más aberrante posible», recordó.
Cambió de periódico, pero el contexto era similar. Aguantó cuatro años, hasta hace relativamente poco, y no tuvo que renunciar: le echaron.
Con el apoyo de una beca de una plataforma de periodismo de investigación, publicó en medios nacionales un reportaje sobre extorsiones en Cancún, por el que recibió la llamada fulminante del jefe del periódico en el que trabajaba.
«Me dijo que estaba hablando mal de Cancún y de la gobernadora -Mara Lezama, del oficialista Movimiento Regeneración Nacional (Morena)- y que no podía ser, por lo que me corrió (despidió)», recordó.
EL PERIODISMO CONVERTIDO EN MAQUILA
Hernández, reportero independiente que ha trabajado, entre otro medios, para la Agencia EFE, lamentó la precariedad de la profesión que obliga a producir información como si el periodismo fuese una maquila y no un trabajo intelectual.
«No hay un tabulador que mida cuánto vale nuestro día de trabajo, hay medios que me pagan 350 pesos (19 dólares) la nota y otros 8.000 pesos (455 dólares). Hay que malabarear con eso hasta juntar un salario base», expuso.
En el periódico del que le despidieron, contó, le exigían escribir hasta ocho notas diarias, lo que le impedía verificar la información, hacer llamadas o entrevistas en profundidad.
«Era una producción en serie para llenar el periódico sin ningún sentido», consideró.
BRAVO, MARGINADO, IRREGULAR
El mexicano recibió el Breach/Valdez por su crónica «Cancún: bravo, marginado, irregular», publicada en la revista Gatopardo, en el que muestra las desigualdades opacadas por la promoción turística de la ciudad, los grandes complejos hoteleros, los lujos de unos pocos.
En ella, recorre los asentamientos irregulares y las historias de los que allí viven para «desmontar la que quizá sea la campaña de marketing más costosa del país» y ofrecer una postal alternativa.
La realidad de Cancún, dijo, no es muy distinta a la del resto del país: pobreza, desigualdad, crimen organizado, una ciudad llena de víctimas.
«Acabo de cubrir la frontera (de Quintana Roo) con Belice y doy cuenta de niños que de forma generalizada consumen metanfetaminas para aguantar jornadas extremas de trabajo. Eso es desmontar la idea del paraíso», zanjó.