El periodista Sergio Ocampo denuncia hostigamientos y asesinatos a periodistas en Guerrero
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 13 de septiembre de 2021.- Texto que leyó el periodista guerrerense, Sergio Ocampo Arista, después de recibir la presea popular Sentimientos del Pueblo, mensaje que también representa la postura de un grupo nutrido de periodistas guerrerenses ante el hostigamiento al ejercicio periodístico.
Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México
Héctor Astudillo Flores, Gobernador de Guerrero
Jorge Zuriel de los Santos Barrila, Fiscal General de Guerrero
David Portillo Menchaca, Secretario de Seguridad Pública
Rosario Piedra Ibarra, Presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)
A las organizaciones sociales
A la Opinión pública
A menos de un mes de que Héctor Astudillo Flores concluya su mandato como gobernador de Guerrero y en estos tres primeros años como presidente de México de Andrés Manuel López Obrador, las y los periodistas de Guerrero elevamos la voz para denunciar los ataques contra la libertad de expresión y el ejercicio de nuestra profesión. Muchas de estas agresiones son cometidas por las autoridades pero, también, en complicidad con las organizaciones delictivas que desde hace años han sembrado el terror en varias zonas de Guerrero.
Durante el gobierno de Héctor Astudillo han asesinado a ocho periodistas: Francisco Pacheco Beltrán, Cecilio Pineda Birto, Víctor Fernández Álvarez Chávez, Pamela Montenegro, Gabriel Soriano Kuri, Edgar Alberto Nava López, Erick Castillo Sánchez y Pablo Morrugares, y decenas de ataques contra otros comunicadores que han quedado en la impunidad.
La inacción del Estado para garantizar la seguridad para que las y los periodistas ejerzan su labor, ha provocado que regiones como la Tierra Caliente, la Sierra, y municipios como Chilapa, Iguala y Acapulco se convirtieran en zonas de silencio.
Chilapa se convirtió en un municipio donde los medios de comunicación han ido desapareciendo, donde apenas dos reporteros, con mucho cuidado y precaución, informan de lo que ahí sucede. Desde hace un par de años no llega ningún periódico ni revista por presión de los criminales.
En la Tierra Caliente se vive una situación similar, donde los criminales impusieron su ley a todos, no sólo a reporteros sino al comercio, a la clase política, a transporte sin que ninguna autoridad se los impida.
En estos lugares, ciudadanos y periodistas no pueden ejercer su libertad de expresión porque sus voces son acalladas por servidores públicos (alcaldes, delegados, policías y militares) y por la delincuencia.
A finales de agosto de este año, integrantes de una organización criminal que opera en la región de la Tierra Caliente exigió a los directivos del periódico El Sur que se abstengan de enviar a sus reporteros a esa zona para dar cobertura de la situación de violencia que desde hace meses prevalece ahí y que ha derivado en que diez mil personas fueran expulsadas de sus comunidades por los delincuentes.
A esas localidades de Tierra Caliente también han acudido periodistas de medios nacionales e internacionales para realizar su trabajo informativo. O sea, la amenaza es contra todo reportero que regrese a esa zona de silencio.
Es evidente que esta organización delictiva puede amenazar a la prensa porque goza de la protección de las autoridades de los tres niveles de gobierno.
La autoridad del más alto nivel sabe perfectamente el modus operandi de estas agrupaciones pero no hace nada para detenerlas y que paguen con cárcel por las atrocidades que cometen contra la ciudadanía Los que integramos el medio periodístico siempre hemos sido respetuosos de las instituciones cuando se trata de solicitar un diálogo con la autoridad para que escuchen y resuelvan nuestras demandas. Pero en ese intento de acercamiento cordial por parte de nosotros casi siempre choca con la prepotencia y soberbia de la autoridad.
El pasado 16 de julio, durante la visita oficial del presidente Andrés Manuel López Obrador a Chilpancingo, periodistas le solicitaron que bajara el vidrio de la puerta de la camioneta en que viajaba para entregarle un documento. En ese escrito se le pedía su intervención para que un grupo de siete reporteros de Iguala, que fueron desplazados desde el 2020 por las amenazas de integrantes de una agrupación delictiva, se les garantice el retorno a su ciudad y el derecho a su libertad de prensa.
Sin embargo, el presidente no vio ni escuchó a los periodistas, todo lo contrario, fueron reprimidos por sus escoltas. El periodista Jonathan Cuevas, uno de los siete compañeros desplazados de Iguala, realizó una protesta en la Secretaría de Gobernación para denunciar que un funcionario del ayuntamiento de Iguala ofreció un pago de 25 mil pesos a un grupo de pistoleros para asesinarlo por órdenes del alcalde, el morenista Antonio Salvador Jaimes Herrera.
Como gremio exigimos que los gobiernos federal y estatal investiguen esta denuncia del reportero Jonathan Cuevas, de lo contrario, serán responsables si algo le sucede a nuestro compañero. Ante las constantes agresiones en contra de los comunicadores en el estado, el gobierno estatal creó en octubre de 2017 la Unidad Estatal para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, para garantizar y operar las medidas de prevención, protección que garanticen la vida, integridad, libertad y seguridad para este sector social, la que parece ser un elefante blanco porque no ha dado seguimiento a los ataques y asesinatos de los compañeros del gremio periodístico.
La supuesta intervención de este órgano fue el 4 de noviembre del año pasado, que creó el Grupo de Reacción Inmediata (GRI) integrada por autoridades de los tres niveles de gobierno, luego que periodistas y reporteros de Iguala emitieron ese mes una alerta por ser amenazados por delincuentes a través de llamadas y mensajes a WhatsApp, por acudir a coberturas y publicar distintos hechos de violencia, y los obligó a huir de su lugar de origen; a la fecha no hay avances de la denuncia de los compañeros.
En este contexto de las violaciones a los derechos humanos que enfrentamos, no se puede dejar de lado la violencia laboral que ejercen algunas empresas periodísticas contra sus reporteros: la mayoría no cuenta con un salario fijo, menos con alguna prestación social, como servicio médico o crédito de vivienda. La mayoría no está contratado, cobra por nota publicada y, en algunos casos, puede llegar a los 50 pesos.
Un caso reciente es el del periódico La Jornada Guerrero, cuyos propietarios son el senador Félix Salgado Macedonio y su hija, la gobernadora electa, Evelyn Salgado Pineda. Desaparecieron este medio sin que a los trabajadores les paguen sus salarios o bien les otorguen su indemnización como lo establece la Ley Federal del Trabajo en caso de que sean despedidos. Con esto Evelyn Salgado Pineda y su papá Félix Salgado han dado una muestra de lo que pueden hacer con el poder.
Por lo tanto, desde esta declaración pública le exigimos al gobierno que detenga las agresiones contra los periodistas de Guerrero y garantice la libertad de prensa.
Exigimos el esclarecimiento de los asesinatos de los periodistas guerrerenses.
Los ocho homicidios ocurrieron durante el actual gobierno de Héctor Astudillo Flores y todos permanecen en la impunidad.
Por todo lo anterior responsabilizamos de lo que pueda suceder a nuestras familias al presidente Andrés Manuel López Obrador; al gobernador Héctor Astudillo Flores; al secretario de Seguridad Pública, David Portillo Menchaca; al Director de la Policía Ministerial, Esteban Maldonado Mendoza; al Fiscal del Estado, Jorge Zuriel de los Santos.
¡Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el gobierno!