La libertad de prensa empeora en Venezuela, Brasil y Nicaragua. Situación de alerta en México y Cuba
Foto: Marco Ugarte / AP
EFE. París, Francia. 18 de abril de 2019.- Venezuela, Brasil y Nicaragua fueron los países latinoamericanos que registraron una mayor degradación de la libertad de prensa en 2018, según se desprende de la clasificación anual publicada este jueves por Reporteros Sin Fronteras (RSF), que también alerta de la situación en México y Cuba.
La «deriva autoritaria» en la que ha entrado el Gobierno de Nicolás Maduro acerca a Venezuela a la llamada «zona negra», que agrupa a los peor parados de una clasificación en la que los países del norte de Europa, con Noruega a la cabeza, se llevan la mejor nota y que está cerrada por Turkmenistán, Corea del Norte y Eritrea.
En un año marcado en el mundo por la reducción de Estados en los que se puede ejercer el periodismo con garantías, la represión de la prensa independiente en Venezuela se intensificó y se registró un récord de arrestos arbitrarios de informadores y de violencia ejercida por las fuerzas del orden contra reporteros.
Las radios y televisiones más críticas con el poder se han visto privadas de licencias de transmisión y la prensa extranjera ha sufrido arrestos, interrogatorios e, incluso, expulsiones.
«La degradación de la situación lleva a numerosos periodistas a abandonar el país para escapar a las amenazas y preservar su integridad física», señala RSF.
Brasil se sitúa en el puesto 105, cerca de la «zona roja» en la que está Venezuela y otros países en los que la situación es «difícil» para la prensa, como Burundi, Irak o Turquía.
El deterioro de Brasil responde a un año «particularmente agitado» con el asesinato de cuatro periodistas y la fragilidad creciente de los independientes que cubren temas ligados a la corrupción o el crimen organizado en pequeñas y medianas ciudades.
Para RSF, la elección como presidente de Jair Bolsonaro, tras una campaña marcada por el discurso del odio y la desinformación, «augura un periodo sombrío para la libertad de prensa» en Brasil.
Las redes sociales, en especial WhatsApp, han servido para propagar noticias falsas y desacreditar a los medios críticos con él, lo que ha convertido a periodistas en «blanco privilegiado» de los seguidores de Bolsonaro.
Pero el país que más puestos cayó en América Latina en la clasificación fue Nicaragua, que retrocedió 24 plazas para situarse en la posición 114, en plena «zona roja», por cuenta de una «represión» contra la prensa independiente a cargo del Gobierno de Daniel Ortega.
En el contexto del agravamiento de la crisis política que vive el país y del incremento de las manifestaciones contra el poder, indica RSF, «el periodismo está constantemente estigmatizado y es atacado con campañas de acoso y amenazas de muerte, además de arrestos arbitrarios».
«Durante las manifestaciones, los reporteros nicaragüenses considerados como opositores son frecuentemente agredidos y muchos de ellos se han visto obligados a exiliarse para evitar la acusación de terrorismo y la prisión», agrega.
El informe recuerda también que por vigésimo segundo año consecutivo el peor país para la prensa en América Latina es Cuba, en el puesto 169, solo a once de Turkmenistán.
La mejora de la cobertura de internet en la isla, que facilita la expresión de «blogueros» y algunos independientes, no oculta que el régimen, encarnado ahora por Miguel Díaz Canel, sigue controlando permanentemente la información y usando la represión, lo que aboca al exilio a las voces más críticas.
En «zona roja» también está México, el principal cementerio de periodistas, diez de ellos asesinados en 2018, presas del crimen organizado y de autoridades corruptas.
La autocensura, ligada a las intimidaciones de la clase política, ha crecido en El Salvador, Honduras y Guatemala, mientras que la situación es «alarmante» en Bolivia, 113 de la lista, a causa de la censura que impone el Gobierno de Evo Morales a los medios críticos.
Chile, mientras, ha caído ocho puestos por los ataques sufridos a la protección de fuentes de periodistas que trabajan en las reivindicaciones de los mapuches o la corrupción de la clase política.