Antidiario de la peste: Morir

Foto: Victor Navarro 

Por Víctor M. Navarro              

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de enero de 2021.- Nadie absolutamente nadie que habite esta tierra ha dejado de pensar en la muerte, una sensación recorre el mundo y hermana a todos lo que lo habitamos: la certeza de nuestro de ser fatalmente vulnerable.

La enfermedad con más crédito en la historia del hombre es la depresión y en este inicio de siglo ha cobrado muchas vidas, tantas como el mal habido covid, producto infeccioso del hombre para el hombre.

Los medios de comunicación se han regodeado con el deporte universal de la infamia, se han encargado de hacernos sentir poco menos que seres indefensos, insectos (con perdón de los insectos), cucarachas, escarabajos (con perdón de Kafka), en una labor de alarmista y anti comunicativa le han seguido el juego a los millonarios del planeta, a los hombres del tesoro, a los carteles de la medicina, a los laboratorios del sojuzgamiento, a los dueños de esta guerra bacteriológica, de esta extinción necesaria para el reacomodo de la economía depredadora y dominante: los rico más ricos, los pobres más pobre.

Muchas muertes vamos viviendo, muchas muertes vamos cargando y cada uno se salva como puede, como dios (si hay alguno) le da a entender.

                           La breve tiranía,

                           la mortal hermosura,

                           la ambición de los hombres,

                          que la lisonja idolatrar procura,

                          al espirar la vida, ¿en qué se vuelven,

                          si al fin el principio se resuelven?  

 

                                                                                           Lope de Vega  

 

He sobrellevado a la muerte con dignidad, anda conmigo me sigue a todas partes, no se me despega, pero no he dejado que se sobrepase conmigo.

En esta pandemia los humanos han sacado lo mejor y lo peor de sí mismos, vaya manera de desnudar nuestra entraña emotiva.

Inicio la semana con cierta dosis de optimismo, diría mi abuelita al mal tiempo buena cara, y vaya que necesitaré un chingo de buenas caras para estos pésimos tiempos.

Me levanté sintiéndome bien, necesito ir al Mercado Anáhuac, pero me enteró que no hay servicio en el metro líneas 1,2 y 3 debido al incendio de la madrugada del 9 de enero, lamentable sistema de transporte secuestrado por una administración mentecata y corrupta y un sindicato voraz y corrupto. Desisto de mi intención.

Salgo a la farmacia para tomarme la presión, 177/ 70, bastante normalita, De regreso a casa recojo el periódico, en primera plana: Abre enero con más de 10 mil contagios de covid por día,

Voy a dejarle mi informe de la presión a la doctora y me comenta: a seguir aguantando, cuidándose, esto es una selección natural, la naturaleza es sabia, la historia también, los débiles al hoyo sólo los fuertes sobrevivirán.

Mientras llego a casa para escribir esto, pienso en mis amigos idos,

Arturo, Paco, Óscar, Juan José literatos y escritores, comerciantes del mercado, familiares de amigos, y tengo que asumir esta tierra como un campo de batalla.

Leo a Carlos Santibáñez, muerto mucho antes de la pandemia para que el pinche virus no se lo quiera adjudicar, él nos dijo, él escribió:

                                          

                                           Probaré la gran vida,

                                                  veré alacranes.

                                               Pagaré impuestos,

                               tendré cien modos de evadir la muerte

                                               y cien para intentarla.

Llevo a mis muertos cargando, son una parte de mí, y no los podré dejar hasta que yo muera.

Mientras abro el libro Sin plumas de Woody Allen: Qué desearía usted el día de su muerte…

-No estar presente-.

 

 

 

 

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