Calaveritas, la burla literaria de los mexicanos a la muerte
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EFE. Ciudad de México. 30 de octubre de 2019.- Como cada año en estas fechas, cuando se burlan de la muerte con el pretexto del Día de los Difuntos, los mexicanos usan las calaveritas literarias para alabar a su gente querida y de manera pícara hacer quedar mal a la parca.
Son unas composiciones literarias escritas con libertad, accesibles a quienes no diferencian un alejandrino de un soneto, pero poseen sentido común y la sagacidad suficiente para burlarse de lo más serio: la muerte.
Mario Stalin Rodríguez, asesor educativo del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, explica este miércoles a Efe que el origen de las calaveritas puede ubicarse en el México de antes de la Revolución como una manera de sátira de los periódicos rebeldes opuestos al régimen del presidente Porfirio Díaz (1877-1911).
Después, la tendencia cambió.
«Actualmente son una forma halago a los conocidos o la gente famosa. Tenemos calavaritas a actores, actrices, locutores, a la tía o al abuelo. Es una costumbre común, no solo como burla, también como forma de homenaje», cuenta.
«Quien quiera gozar de veras/ y divertirse un ratón/venga con las calaveras/ a gozar en el panteón/», reza el inicio de una de las creaciones de José Guadalupe Posada, el grabador mexicano nacido en el siglo XIX, reconocido por sus dibujos de calacas, entre ellas «La calavera garbancera», bautizada como «La catrina», por Diego Rivera.
Esta imagen que asociamos al Día de Muertos, que se festeja el 1 y 2 de noviembre, nació de la caricatura de Posada , quien hacía referencias a las clases acomodadas de la Ciudad de México, acompañadas de unos versos de un autor anónimo que hace referencia a la clase política que deprecia a los pobres pero vive del trabajo de ellos.
La celebración del Día de Muertos es una de las más folclóricas de un país en el que el realismo mágico es asunto de todos los días, pero también los femenicidios, los actos de violencia y las muertes por enfermedades curables, que son más que las reconocidos por los políticos.
En términos deportivos, burlar a la muerte con poemas caseros es como ganarle un set al destino, aunque después uno pierda el partido.
«Tiene que ver con una idiosincrasia arraigada por acá, la forma de burlarse de la situación. En sociología se le llama la venganza de los caídos. Estoy en el suelo, soy de la clase más baja, pero eso no me impide burlarme desde los de arriba», recuerda Rodríguez.
Horas antes de empezar noviembre, el mes en el que comenzó la Revolución en 1910, los mexicanos arman su propia rebelión contra el rival invencible de la humanidad y ridiculizan a la muerte, que imaginan vestida de negro, pálida y frustrada como en una de las películas más poéticas del argentino Eliseo Subiela.
Solo que «El lado oscuro del corazón», la excelsa obra de Subiela está del otro lado de las calaveritas, poco sofisticadas y más accesibles por su condición de libres y populares.
En estos días, el país está lleno de altares de varios colores en los que se rinde homenaje a los que abandonaron el cuerpo.
En la ceremonia, las calaveritas literarias son apreciadas como el ajonjolí o el clavo del mole, siempre bienvenido porque aporta sabor al sabroso platillo.
Fiesteros, alegres y burlones, los mexicanos aprecian las calaveritas como una más de sus formas pícaras de ver la vida, que también se expresa en carnavales, tianguis y mercados donde lo mismo puede comprarse una careta del presidente López Obrador que de Donald Trump o Fidel Castro.
«Nuestras festividades son sátira de las personas pudientes, de princesas, del cura, del conquistador español. Ahí están las piñatas que venden en los mercados con imágenes de los presidentes», concluye Rodríguez.