Carta abierta al Secretario de Cultura de la Ciudad de México por despidos y falta de pagos

Foto: Andrea Murcia / Cuartoscuro

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 21 de febrero de 2019.- “La palabra puede vencer muros y debe construir puentes”, declaró José Alfonso Suárez del Real hace algunos días en un maratón de poesía en el Centro Histórico, en la Ciudad de México; y comienzo esta misiva apelando a la urgencia de articularnos y fortalecer nuestra comunidad, defendiendo nuestros derechos ciudadanos.

Escribo desde el anonimato, porque temo que mi integridad laboral sea vulnerada –a través de represalias, acoso o coerción– al exponer una situación que comienza a normalizarse, y que no ha sido dialogada en público. Escribo como artista y bajo mi condición de trabajador en la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México; escribo desde el desconcierto, pero tratando de guardar todavía el ánimo conciliador y receptivo que nos lleve a comprender la situación que los trabajadores estamos viviendo desde la llegada de la nueva administración cultural.

He visto pasar tres administraciones como trabajador de la Secretaría; reconozco que hemos soportado una serie de condiciones violatorias a nuestros derechos con anterioridad –condiciones que la propia estructura estatal ha solapado sin cuestionamiento– y que nos han dejado, poco a poco, en la indefensión, pero en las pasadas elecciones de 2018 la sociedad en general otorgó un voto de confianza para que nuestras condiciones sociales y económicas mejoraran. Yo voté por un cambio y usted, Secretario Suárez del Real, prometió hace menos de un año un cambio radical, y habló también de fortalecer los derechos del sector cultural; sin embargo, ahora los trabajadores –a los que su equipo jurídico nos llama “prestadores de servicios”– recibimos la entrada del nuevo gobierno inmersos en una mayor precarización laboral, con atrasos y retención de salarios –que comenzó desde noviembre–, sin contratos y con incertidumbre de que en marzo el nuevo equipo a su cargo despedirá a más compañeros. 

No entendemos por qué nuestros salarios están retenidos; entendemos que todo cambio genera desajustes y reevaluaciones, pero hemos trabajado al servicio de nuestra comunidad y en total apoyo a su nueva gestión sin siquiera estar contratados, con total profesionalismo y esperando como mínimo gesto recíproco información clara. No puedo entender por qué se nos está sometiendo a la opacidad. Del mismo modo, estamos recibiendo a nuevos cuadros dirigentes sin preparación ni sensibilidad, en medio de escándalos de nepotismo que preocupan y arrastran los vicios de altas burocracias del pasado tóxico. ¿No esta transformación que todos los ciudadanos anhelamos debería ser el ejemplo impoluto de aquello por lo cual muchas generaciones de la sociedad civil, actores políticos y comunidades artísticas han luchado? La suma de buenas voluntades no logrará combatir la estructura punitiva que nos somete desde hace varias administraciones, por lo que necesitamos de usted, y demás cuadros dirigentes, para presionar a que las reformas laborales se realicen. Al igual que mis compañeros del INAH, los trabajadores de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México requerimos dignificación y reconocimiento de nuestras labores, garantías y derechos que los contratos como prestadores eventuales –a pesar de laborar por años en los mismos cargos– nos limitan, despojándonos de aguinaldos, seguridad médica y prestaciones en general, propios de los servidores públicos. ¿Por qué nos niegan los mismos derechos que ustedes, nuevos trabajadores al servicio de la comunidad cultural de la ciudad, ostentan desde el pasado diciembre? ¿Hay, acaso, clases entre los trabajadores, clases según sus adscripciones partidistas? No nos defrauden replicando el clientelismo que en las urnas ya hemos rechazado; la jefa de Gobierno Sheinbaum se comprometió también en 2018 a terminar con el uso clientelar de nuestros derechos laborales, así como devolver la dignidad y reconocimiento público a nuestras labores. Yo quiero estar orgulloso de haber elegido lo correcto para la historia del país. Yo quiero que mi hijo sepa que he defendido su derecho a una cultura de diálogo y de paz, y que con mi trabajo honesto y comprometido ha accedido a la educación, a la salud y un mundo de valentía. Soy un servidor que respeta los lineamientos éticos de mis encomiendas, y mis compañeros también. Merecemos información pública, diálogo claro, sin simulaciones; merecemos la regularización contractual y la continuidad de contratos, basados en nuestro desempeño y resultados. De acuerdo al Artículo 8 constitucional, la información y decisiones que se tomen deben ser informadas con antelación y por vía escrita, pero hasta ahora  se nos niega el derecho a la información del por qué no podemos firmar contratos, del por qué nos retienen nuestros salarios, a pesar de que esto ha sido declarado un pecado por la propia Presidencia. En pasillos nos dicen algunos enlaces administrativos que no hay dinero en las arcas de la ciudad, pero luego nos enteramos de que gastan casi dos millones de pesos en un par de corazones de flores para el Zócalo de la ciudad, un gasto insulso para la austeridad que el Presidente ha urgido; además, un gasto que –pareciera– desdeña nuestras labores. No es justo, no es ético.  

Creo fervientemente en que la poesía debe habitar nuestro día a día, y creo que usted también, Secretario. Una poesía en la que la empatía nos ayude a sanar y refundar este país. Una empatía que escuche, que comprenda también nuestras diferencias. Con mucha preocupación he seguido de cerca no sólo la situación del área en la que laboro, sino también la de otros compañeros dentro de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Pienso en quienes se encuentran adscritos a Divulgación: reporteros, diseñadores, locutores, productores, fotógrafos, quienes día a día sacan a flote la difusión de todos los que laboramos en la Secretaría, ya sea a través de las redes sociales, la página web o desde la estación de radio.  Leo aterrado que el próximo responsable de Código Ciudad de México, el actual titular de la Sistema Público de Radiocomunicación de la Ciudad de México (SPRCM), ha declarado que su modelo de trabajo será el de la “Alemania nazi”. Su referente me deja perplejo y lleno de dudas sobre la autonomía de este importante medio cultural. Escucho la preocupación de mis compañeros de la estación por la mudanza de la que serán objeto en próximos días, por su falta de presupuesto e incertidumbres. Hay quienes piensan que la mudanza de este medio es un intento por desmantelar su funcionamiento y así usar su presupuesto para otros fines. Veo a otros compañeros siendo objeto de vejaciones, como la de no ser renovados en una estructura administrativa pero invitados a firmar cartas como becarios, cuando han sido trabajadores regulares desde hace años, a cargo de logísticas y operaciones en diversos proyectos sustantivos y de alto rango y ahora instruidos a repartir volantes, cuando así se requiera. O compañeros del Museo de la Ciudad de México y La Escuela del Rock que viven de dinero prestado –como también es mi caso– desde los últimos meses a consecuencia de esta situación desconocida. ¿Por qué iniciar una nueva administración desde el lenguaje de la desesperanza?

Estamos tristes, Secretario, también indignados. Y aun así seguimos comprometidos con lo que hacemos, porque consideramos que el fortalecimiento de la labor pública es uno de los pilares de todo cambio, y también porque amamos nuestro trabajo. ¿No se trata, acaso, de sumar esfuerzos, visiones y creaciones en vez de excluirnos del debate y reprimir nuestras garantías?

Creo en los contrapesos y en que se está a tiempo de rectificar decisiones y caminos que en vez de construir comunidades y concordias nos empobrezcan más. Se ha ofrecido total apoyo a los creadores, ¿pero qué hay de nosotros, los trabajadores culturales, Secretario? También necesitamos de su apoyo, cuidado y protección para que la legalidad, justicia y equidad se refleje en nuestras vidas. La cuarta República es un trabajo colectivo y de reformas a la administración pública que impulsen la democracia participativa. Hagamos historia juntos y venzamos también estos muros de ignominia.

Sirva este texto para solidarizarme con mis compañeras en el en el FONCA y con los trabajadores de la Secretaría de Cultura federal, del INAH y de la ENAH, a quienes quieren despojar de sus contratos para transformarlos también en “prestadores” eventuales, así como con los universitarios de mi Alma Mater, la UNAM, que seguimos en espera de que la autonomía sea respetada.

1 comentario
  1. Ulises dice

    Sexenio tras sexenio pasa lo mismo, espero de corazón que la situación se regularice a la brevedad. A mi me corrieron de un día para otro sin una razón coherente. Al menos me siento aliviado de no estar con la incertidumbre que tienen ahora ustedes. Saludo a todos mis ex compañeros.

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