Desencanto

Ilustración: Javier Córdova

Por Víctor M. Navarro

Veo a la gente

con el ánimo derruido, con la

esperanza vana, un mal

sabor de vida en su rostro

los define.

Y cómo no, sin han muerto la risa

y la palabrería, los besos

los abrazos, la camaradería de rociar

nuestros rostros con humanidad

palpable.

Esta mala jugada de la biología,

naturaleza ignominiosa del hombre

en virus convertida, la peste

cubrió nuestro rostro y nos confinó

a lo más oscuro de nosotros mismos.

Nos ha tocado vivir, como históricamente

es sabido, una de esas etapas donde

lo más infame y purulento del hombre

ha salido a relucir.

Pero en días el sol sigue brillando en lo alto

e ilumina a todos por igual, y hay esperanza

nuestra vida mejorará y volverá la felicidad.

Tampoco se trata del club de los optimistas

masticando la ñoñería de siempre,

la televisión de pacotilla expuesta a plenitud

en su ramplonería.

Nos queda el hábito de creer en los sueños.

Buscar la luz, el brillo de la inteligencia

en un paisaje de desolación es ahora

la tarea, reconstrucción a toda costa.

Parece indispensable

levantar el sol que nos fue dado

para liberar fecundos horizontes,

todo puede ser posible en esta gran campana

para hacer sonar el hombre nuevo que

todos merecemos ser.

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