El adulterio femenino como una de las Bellas Artes

Ilustración: Ignacio Navarro Cortéz

Por Juan Coronado      

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 01 de marzo de 2021.- El tan romántico siglo XIX al final torció su destino y se volvió realista al ver la verdadera cara del mundo. La visión pesimista prevalece; los valores burgueses de la primera mitad del siglo se están haciendo polvo en las manos de los escritores.

El amor, la fidelidad, la amistad, el heroísmo, la pureza de sentimientos y toda la parafernalia de este tipo que cantaron los románticos está a la baja en el mercado de valores. Se viven ahora el deseo soslayado, la infidelidad, el egoísmo, lo prosaico, el retorcimiento de los sentimientos.

Dos novelistas españoles se contagian de esta atmósfera, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas, “Clarín”. El Primero con “Lo prohibido” y el segundo con “La Regenta”

Estas obras son novelas estrictamente contemporáneas, giran alrededor de los años 84 y 85. Estéticamente se inscriben en la esfera del Realismo con matices naturalistas. La primera paga todavía cuentas pendientes con el Romanticismo y la segunda sabe que ya saldó su deuda con esa corriente. Ambos novelistas tienen una conciencia muy clara de lo que están haciendo con su material novelesco. Las mujeres adúlteras de la literatura de la segunda mitad del siglo XIX funcionan como el símbolo de la ruptura del ideal, el paso del Romanticismo al Realismo. Todos estos personajes femeninos son almas con tintes románticos caídas en medios sociales pedestres, vulgares, descoloridos.

Ana Ozores, “la Regenta”, es un ejemplo de estos personajes no heroicos, no trágicos, simplemente incómodos para su medio. Es un ente novelístico con sensibilidad romántica frente a un mundo que se deja llevar por la cotidianidad de lo real e inmediato. A las almas románticas se les ha robado la escenografía de aquel mundo y se les ha dejado caer en la frialdad de lo simplemente real.

María Juana, Eloísa y Camila, los personajes de Lo prohibido, son seres totalmente anodinos, comunes; ya en ellas no queda ningún rastro del olor romántico; son objetos pasivos de los requerimientos adulterinos. El tema del adulterio en esta novela, aunque está siempre presente, tiene un peso totalmente secundario.

Lo prohibido no hace concesiones, es una novela tan vacía como los tiempos que se están viviendo, la anécdota es trivial y no espera “encantar” a su lector, sino despertarlo. En este sentido, La Regenta culmina el tema del adulterio como la lucha del individuo con la sociedad y Lo prohibido lo inaugura como una más de las aberraciones de la caduca sociedad decimonónica. Galdós en esta novela está llegando ya a la novela decadentista al mismo tiempo que Huysmans en Francia con su A rebours (1884). José María, el personaje eje de la novela galdosiana tiene un tinte decadente parecido a des Esseintes, pero sin los colores extremos de la novela francesa. El narrador de Lo prohibido, José María, practica el adulterio con sus primas como quien practica cualquiera otra afición, como el coleccionar armas o estampillas.

Alas y Galdós retratan el mismo malestar de la cultura que viven en su tiempo; sus miradas son profundamente críticas; artísticamente se nutren de las mismas fuentes, sobre todo de la literatura contemporánea francesa y de la propia tradición de los Siglos de Oro, con la obra cervantina como guía de navegantes. Están conscientes de que en las generaciones inmediatamente anteriores a ellos, se vivía un pasmo, una falta de fuerza literaria. A ellos les corresponde tomar el paso que está marcando la literatura europea. A ellos les toca permitir que la literatura española alcance la modernidad. Al principio, la generación posterior, la del 98 va a ser muy destructiva con ellos, pero poco a poco la visión se irá rectificando hasta llegar a verlos como los verdaderos renovadores y revitalizadores de la literatura española.

El motivo central de ambos trabajos novelísticos es la visión crítica de la sociedad de su tiempo, de su historia, de las concepciones artísticas. El ambiente que respiran es de pesimismo, de sentimiento de derrota. En su sociedad privan la trivialidad, la mentira, el oportunismo, la mojigatería, la falsa religiosidad, la mediocridad. Y al retratar a esa sociedad tienen que señalar esas lacras, pues no hay otro camino. La ironía es una de las armas cuando se trata de hacer crítica social. Y ambos escritores la usan de magistral manera. Pero al final de cuentas no es una literatura de denuncia lo que estamos leyendo, sino una literatura profundamente artística. No son sus novelas armas para atacar a su sociedad, sino instrumentos de conciencia, de análisis. Tampoco buscan moralizar sino simplemente mostrar; poner sobre el tapete las realidades vividas.

El tema fundamental de todos los realismos es el conflicto entre el individuo y su sociedad y ese es el tema de La Regenta.

El adulterio es uno de los temas que dibuja esta inadecuación individuo-sociedad. No es el adulterio buscado, sino el encontrado como la única puerta de escape. No tiene el matiz heroico este adulterio, como en el caso de Ana Karenina (1877) de Tolstoi. Tiene más bien el aliento de la vida vulgar y desleída que dibuja Flaubert en su Madame Bovary (1856), aquella novela que se convertirá en el anuncio y paradigma de todas las rupturas de la honorable institución del matrimonio. Las mujeres de los hombres buenos se aburren y caen en los brazos de otros intereses no por pasión, sino por eso llamado hastío. El precio que tienen que pagar es siempre muy alto.

Todos estos personajes femeninos son almas con tintes románticos caídas en medios sociales pedestres, vulgares, descoloridos.

 

 

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Easysoftonic