En cuarentena: mirándola dormir

Foto: Víctor Navarro

Por Juan Coronado

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 04 de febrero de 2021.- El autor indaga, bucea en la prosa de Marcel Proust. Juan Coronado hace una investigación literaria del placer de la prosa, de la descripción del erotismo en páginas clásicas. En LA CREACIÓN EN CUARENTENA se perciben los alientos del lector/ autor, quien revela sus fuentes y el porqué de la escritura. (VMN)

La atmósfera que crea Proust en su serie de novelas ha servido de inspiración para muchos escritores. Es muy evidente en los Contemporáneos cuando se decidieron a escribir novelas cortas con el aliento de A la sombra de las muchachas en flor y crearon su prosa con ese espíritu del «eterno femenino» como ideal de poesía.

En La prisionera describe Proust muy minuciosamente, como siempre, una escena de contemplación de Albertina mientras duerme. Se acuesta a su lado. Escucha su respiración. Cuida de no despertarla. Acerca sus labios a los de la joven dormida. Huele todo su cuerpo. Imita el compás de su respiración. Se excita. Se agita, y sin tocarse, se derrama.

Muy similares escenas eróticas vemos en cuento «El gato» de Juan García Ponce y en algunas otras de sus obras.

La sexualidad en Proust casi nunca se muestra abiertamente. Vemos, más bien, la cara de la sensualidad. Su escritura tiene siempre un enorme matiz pictórico.

¿PARA QUÉ SIRVE LA LECTURA?

Para mantener siempre despierta el alma

y entretejer mejor los sueños.

Para ver más claramente la realidad

y desenredar los errores cometidos,

Para mirar la verdad frente a frente

y saber que estamos en lo cierto.

Para conocer el mundo verdadero

y ver como se desliza por la escritura.

Para nunca caer en el aburrimiento

y deleitarse con sus voces, imágenes y ritmos.

Para saber que no sólo el presente existe

y viajar hacia el pasado o hacia el futuro.

Para jamás sentirse solo y triste

y reconocer que la humanidad entera existe.

…yo la tenía bien enlazada con mis piernas, lo mismo que un arbusto al que se quiere trepar; y en medio de aquella gimnasia que yo hacía, sin que se acelerara apenas la sofocación que me causaba el ejercicio muscular y el ardor del juego, se escapó mi placer como unas cuantas gotas de sudor arrancadas por el esfuerzo, y sin que me quedase ni siquiera tiempo de saborearlo, en seguida cogí la carta. Entonces Gilberta me dijo bondadosamente:

-Bueno; si usted quiere, podemos pelear aún otro poco.

                                                                                                             Marcel Proust

 

 

 

 

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