Isabel Allende: la resistencia al inmigrante es desgraciadamente una condición humana
Foto: Fernando Alvarado / EFE
Por Carmen Naranjo
EFE. Madrid, España. 27 de mayo de 2019.- La escritora chilena Isabel Allende considera que la «resistencia» al inmigrante siempre ha existido y que, desgraciadamente, es «una condición humana el defender lo propio, el nacionalismo», un tema que ha abordado en sus más recientes novelas, como la última en la que habla del exilio republicano español.
«Largo pétalo de mar», editado por Plaza y Janés, es la primera novela en la que Isabel Allende trata la guerra civil española y el exilio republicano a partir del episodio de la llegada a Chile del Winnipeg, el navío con más de dos mil españoles que arribaron al país andino fletado por Pablo Neruda en 1939.
«Ojalá existiera un Winnipeg y un Pablo Neruda en la actualidad», ha indicado la escritora en una entrevista con Efe, en la que ha recordado no obstante que hay muchos voluntarios que trabajan en la frontera entre Estados Unidos, donde ella vive, y México, para ayudar a los refugiados que están en condiciones «atroces» y que han empeorado «brutalmente» con Donald Trump.
Porque «uno oye solamente los horrores, el rechazo, la muerte, los que se ahogan en el mar, pero también hay mucha gente ayudando y eso hay que tenerlo en cuenta», ha destacado la escritora
De Pablo Neruda es el verso que da título a este libro, cuya historia está basada en la vida del recientemente fallecido Victor Pey, amigo de la escritora, empresario y periodista español que llegó a dirigir el diario Clarín y fue consejero de Salvador Allende.
La historia del Winnipeg la conoció Allende desde pequeña, ya que algunos de los refugiados españoles eran visitantes asiduos a la casa de su abuelo. Sin embargo, quien le inspiró para escribir esta novela fue Víctor Pey Casado, a quien conoció en Venezuela, después del golpe militar de Chile, donde ella también se tuvo que exiliar.
Allende recuerda cómo en Chile hubo una oposición tremenda, de la Iglesia católica y los conservadores, a la llegada de aquellos españoles pero «a pesar de esa oposición, el pueblo chileno los acogió».
Algo que compara con lo que ocurre actualmente en Estados Unidos, donde «si no hubiera esta campaña espantosa contra los inmigrantes la gente sería mucho más abierta a recibirlos».
La escritora sostiene que, a pesar de que Estados Unidos es un país hecho de inmigrantes, «con cada nueva ola ha habido rechazo».
También preocupa a la autora el auge de los nacionalismos en Europa: «lo mismo que en Estados Unidos sucede en Europa, es una vuelta a la derecha, al individualismo y al nacionalismo peligrosa. Europa prosperó tanto por ser una unión de países y eso se puede romper en cualquier momento. Si los nacionalismos cerrados triunfan se termina Europa como Europa».
Isabel Allende recorre en su novela, además de la Guerra Civil española, medio siglo de la historia de Chile, desde los años 40 a los 90, pasando por el golpe de estado de Pinochet, y por ella desfilan personajes secundarios como el presidente Salvador Allende y el propio Pablo Neruda.
«La memoria histórica es una asignatura pendiente tanto en Chile como en España porque sabemos lo que pasó pero no lo hemos asimilado. Tendrá que morir la última persona que fue víctima de la represión para que podamos analizar la historia con suficiente distancia y asimilarla», sostiene.
Y cree que a las nuevas generaciones les importa poco «porque para ellos es historia antigua como la de los egipcios. No tienen referencia personal y no les interesa mucho».
Venezuela aparece en su novela como un país próspero y generoso que acoge tras el golpe de Estado de Pinochet a sus protagonistas, los exiliados españoles Víctor y Roser, al igual que la recibió a ella misma.
Y siente una «gran pena» porque Venezuela «está destrozada y está sufriendo enormemente» y los millones de venezolanos que han tenido que salir del país «no han sido bien recibidos en algunas partes, cuando ellos recibieron con enorme e inmensa generosidad a refugiados y emigrantes que vinieron de todas partes del mundo».
Sobre el papel de la novela para despertar conciencias, la escritora cree que el poder de la literatura es limitado. «Porque ¿cuánta gente lee? Mucho más impacto tiene los medios de comunicación, la pantalla grande o la pantalla chica».
No obstante cree que «cuando esa persona lee sobre el caso de una inmigrante de Guatemala a la que, si se hubiera quedado en su pueblo, la habrían violado y matado ya tiene un nombre, una cara, una historia, ya no es un número, es una persona».