Joan Manuel Serrat inunda Bellas Artes con poesía del Mediterráneo
Foto: Gabino Acevedo / Cuartoscuro
Notimex. Ciudad de México. 08 de febrero de 2019.- Como un viento que arrastra consigo el recuerdo del Mediterráneo, Joan Manuel Serrat volvió a las canciones escritas a la orilla de aquel mar, inundando el Palacio de Bellas Artes con versos, poesía, «palabras de amor, sencillas y tiernas», que permanecen con el tiempo.
En el mismo lugar que le abrió las puertas de México hace 50 años, Ricardo Miralles fue el comandante del piano de una banda, empujado por el ritmo, a manera de oleaje, de la música que pintaba de azul el escenario, junto a los aplausos del público que dieron la bienvenida al «Nano» de pie.
La ovación dio paso a «Mediterráneo», nombre del disco editado en 1971 y de la canción que una revista calificó como «La Mejor de España» en el siglo pasado.
«Qué felicidad por regresar a México», dijo, al escenario donde inició su carrera en el país, donde «por 50 años he tenido la fortuna de pisar y compartir».
Y así fluyeron las canciones siempre llenas de recuerdos: las «callejas de polvo y piedra» de «Pueblo Blanco», donde siempre es mejor llorar frente al mar; el vals del inolvidable «Tío Alberto» yendo de puerto en puerto.
Serrat recordó que la mujer que quiere «es fruta jugosa prendida en mi alma como si cualquier cosa»; que si alguna vez fue bueno fue enredado en «Lucía», que vale la locura de Don Quijote; y que para ser feliz sólo se necesitan de «Aquellas pequeñas cosas».
Los versos de Jaime Sabines volvieron a sonar en Bellas Artes al regalar cucharadas de luna a los presentes; le siguió la del poeta que murió lejos del hogar con los «Cantares» de Machado.
Más adelante regresó a la poesía, a los versos de Miguel Hernández, para hablar de las mujeres. No de Helena, Penélope, Irene, sino de las que mueren de amores malos, maltratadas, «asesinadas ante la mirada hueca de una sociedad que consciente que estas cosas ocurran».
Bajo la mirada de un público cautivado por versos que han marcado a más de una generación, el que nació en el Poble Sec de Barcelona reafirmó que «de vez en cuando» y «hoy puede ser un gran día, aunque estemos como Penélope, esperando en alguna estación con los ojos llenitos de ayer».
Para finalizar llegó «Fiesta», pero el público ansioso de despertar con Serrat hasta el amanecer pedía a gritos otra y otra.
Entonces volvió al escenario para hablar de los niños, «Esos locos bajitos», que parece «que son de goma y que les bastan nuestros cuentos para dormir». Y así llegó el fin con toda la gente de pie.