La escritura en la pandemia: Hacia ninguna parte

Ilustración: Javier Córdova

Por Óscar Wong

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 27 de junio de 2020.- Vacuidad y desamparo. La realidad, inamovible, se vuelve sofocante. Y el mundo sigue transitando hacia el vacío. Ni siquiera esa ofrenda consagrada a la deidad, a los entes y a las cosas, esa “trilogía de lo posible”, como destaca Marco Antonio Montes de Oca, impulsa al Hacedor de signos. Todo continúa como “perpetua tentativa”, en “esa especie de obsesión flexible” que representa el oficio literario. Marcha el hombre hacia ninguna parte. Acaso da la espalda a las crepitaciones solitarias, dentro de esa “soledad en llamas,” como concebía Gorostiza a la inteligencia, en un universo donde todo “gime estéril como un hongo” (Rosario Castellanos dixit). Irrumpe el solsticio de verano y la Luz florece ante la penumbra. Magia y rito se equilibran. Y la realidad se tambalea. Emoción y conmoción, sí. Y la antigua idea platónica de que “el tiempo es imagen móvil de lo eterno” vuelve, arrebata. “El tiempo es sucesivo –dice Borges– porque habiendo salido de lo eterno quiere volver a lo eterno. Es decir, la idea de futuro corresponde a nuestro anhelo de volver al principio”. Y aquí me tienen, en plena pandemia, marchando hacia ninguna parte. Royendo al mundo, al tiempo, al porvenir, que “sería a su vez la vuelta a lo eterno”. Ignoro si el universo deba repetirse, ignoro si un grito vegetal duerme en la piedra. O si el ansia del mundo renace en la marea, o en el ímpetu de la gota salada ante la roca, como escribí hace mucho. Ahora solo aguardo. Y marcho –desolado, solitario– hacia ninguna parte.

1 comentario
  1. Javier Córdova dice

    Excelente señor Wong: grandes recuerdos!!!

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