Las mejores canciones de Chavela Vargas reunidas en su centenario
Foto: Rodolfo Angulo / Cuartoscuro
EFE. Madrid, España. 07 de agosto de 2019.– «Soy mujer brava, silvestre, lesbiana y buena», decía la transgresora y «súper moderna» Chavela Vargas, la cantante de temas como «Macorina», «Que te vaya bonito» o «La llorona», nacida hace cien años en Costa Rica y fallecida en agosto de 2012 en México.
Para celebrar ambas fechas, Warner Music acaba de lanzar «Chavela Vargas. Cien años», 40 de sus más icónicas interpretaciones, entre las que se incluyen, además de las citadas, «Nosotros», «Volver», «En el último trago», «Las simples cosas», «Paloma negra» o «Cruz del olvido».
María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizcano «Chavela Vargas» nació el 17 de abril de 1919 en San Joaquín de Flores, Costa Rica, y falleció el 5 de agosto de 2012 en Cuernavaca, México.
En medio, forjó la leyenda de una mujer indómita, que hizo de su vida un jorongo rojo y unos pantalones bien puestos, que no copió a nadie nunca y que hizo de cada una de sus canciones una súplica de amor desorbitado.
Emigró a México siendo una adolescente y allí vivió y se metió en las venas, decía, 45.000 litros de tequila con ayuda de sus «amigachos».
Por esa «enfermedad» estuvo «enterrada» quince años, olvidada de todos y por todos hasta que el fundador de la editorial española Turner, Manuel Arroyo, se la encontró en un oscuro local tomando y cantando «Las ciudades», de José Alfredo.
«Si los milagros existen, este es uno de ellos. Hay cantantes que se retiran uno o dos años y cuando vuelven ya no pueden hacer nada. Yo me retiré durante más de quince, volví y se me abrieron las puertas. ¡Con 72 años!», relataba la cantante sobre aquella resurrección de 1991, en la que también un papel decisivo el director de cine español Pedro Almodóvar.
Su «segundo» fallecimiento, el definitivo, fue el 5 de agosto de 2012 y se certificó tras un viaje en julio a España, que hizo para «recuperar su alma» y que la mantuvo varios días hospitalizada por el esfuerzo, al que sumó el del posterior viaje a su casa, donde ya no pudo superar una bronconeumonía.
Siete años después de su muerte, esa «máquina de emocionar» que había llegado «de un mundo raro» y que «nunca había llorado» sigue sin tener sucesores, a pesar de que ella estaba convencida de que su poder chamánico la haría reencarnarse «en muchos».