Renata Flores, la indígena quechua que canta trap para empoderarse + Video

Por Mariana González-Márquez

EFE. Guadalajara, México. 04 de diciembre de 2021.- En lengua quechua y con una fusión de música andina y ritmos urbanos como el trap, la peruana Renata Flores reivindica su identidad indígena, le canta a la libertad y al empoderamiento femenino, lo que la llevó a ser considerada por la revista Hola! como una de las 100 mujeres latinas más influyentes del 2021.

En el escenario aparece una chica ataviada con fragmentos del traje tradicional de Perú que combina con unas mallas negras y unos tenis blancos de marca de plataforma alta. De fondo los sonidos de los samplers electrónicos se mezclan con las notas de la zampoña, un instrumento de viento originario de la cordillera de los Andes.

La cantante es Renata Flores, una joven de 20 años que fusiona la cultura tradicional de su país con el rap, el trap y el reguetón. Las letras de sus canciones causan sorpresa para el público reunido en el Foro musical de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, que este año tiene a Perú como país invitado de honor.

En quechua, una de las 47 lenguas de su país, Flores dice en sus canciones que quiere soñar y reír «qam hina» (como tú), defiende el derecho a la educación y a la no discriminación, narra las hazañas de las mujeres que defendieron al pueblo inca de los conquistadores y también de las que fueron parte de la independencia. De ese país que este año cumple 200 de soberanía.

Antes de subir al escenario, la joven dijo a Efe que su música quiere rescatar su lengua materna, cada vez menos utilizada por los jóvenes.

«Quiero que los niños y jóvenes escuchen la lengua tradicional, hay muchos que están perdiendo esta identidad y este orgullo de sentir la música en quechua porque los papás no lo hablan, mis padres no practicaban conmigo y me entró la curiosidad de saber qué decían entre ellos», afirma.

Mientras se mueve en el escenario y hace los ademanes y muecas que cualquier cantante haría al rapear, abajo los espectadores miran con sorpresa y cierta complacencia.

Javier Andrade, un joven estudiante, baila al ritmo del llamado «inca trap» y la voz de Flores. Cuenta a Efe que aunque es la primera vez que la escucha y no conozca las letras, logró «conectar» con su música.

Sandra Cervantes carga una bolsa con libros y mira el recital en silencio, pero con atención. La propuesta de Flores le parece «interesante» pero «arriesgada» pues considera que no es fácil que las personas acepten una música como el rap cantada en una lengua indígena.

UNA VIDA MUSICAL

Renata Flores creció entre música y el activismo de su madre, Patricia Rivera, quien dirige la Asociación Cultural Surca en su natal Ayacucho en la que trabaja por el desarrollo de niños y jóvenes mediante proyectos artísticos. Ahí forjó su voz y también su interés por conocer y defender los temas sociales.

Desde la adolescencia, Flores escribe sus propias canciones. Su inspiración ha sido la cantante estadounidense Nina Simone. Además de la cultura indígena la joven cantante quiere transmitir la idea de que las mujeres pueden tener un espacio en cualquier ámbito.

«Seguimos luchando con esto porque lamentablemente no se ve un cambio muy significativo, todavía no hay muchas oportunidades para nosotras y eso es una lucha constante, debemos de estar unidas para lograr un cambio real y también por eso decidí dar un poco de mi música y hablar de estos temas», explicó.

La cantante confía en que su generación sea la última en la que la discriminación tenga cabida.

«Muchos estamos dejando atrás los prejuicios del idioma, de lo que somos y que nos sentimos identificados de dónde venimos, de nuestras raíces y antepasados porque ya conocemos más, ese conocimiento que por mucho tiempo nos han ocultado o menospreciando», concluyó.

La cantante está promocionando su nuevo material Isqun que en quechua significa número 9, el «espejo del alma», con el que espera realizar su primera gira en América Latina en 2022.

La FIL se desarrolla del 27 de noviembre al 5 de diciembre con la asistencia de 600 escritores de 46 países, con la participación de más de 3.000 profesionales, 255 expositores y una oferta editorial de 240.000 títulos en 10.000 metros cuadrados de exposición.

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