Sergio Ramírez dedica su Cervantes a víctimas en Nicaragua
Foto: Francisco Seco / AP
Por Aritz Parra
El escritor y expolítico nicaragüense Sergio Ramírez dedicó el lunes el mayor galardón de las letras hispanas a los fallecidos en las protestas contra la reforma de la seguridad social en su país.
“Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que siguen luchando porque Nicaragua vuelva a ser república,” dijo Ramírez al recibir el Premio Cervantes de 2017 en la Universidad de Alcalá de Henares de mano del rey Felipe VI de España.
El ex vicepresidente, que lució un crespón en la solapa durante la ceremonia, fue premiado “por reflejar la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte” en una variedad de géneros literarios, destacó el jurado.
Autor de más de 20 novelas, además de numerosos ensayos y cuentos, Ramírez es el primer escritor nicaragüense premiado con el Cervantes, dotado con 125.000 euros (148.000 dólares).
El novelista español Eduardo Mendoza fue el anterior ganador, puesto que autores españoles y latinoamericanos suelen ser elegidos de forma alterna por el jurado. Reflexionar sobre la obra de Miguel de Cervantes, el autor de El Quijote, suele ser otra tradición a la que Ramírez también se plegó.
“Frente a la locura que pasma, Cervantes no se inquieta”, señaló Ramírez durante su discurso, añadiendo que el autor del siglo XVI “nos enseña a ser compasivos y nos enseña a ser combativos.”
También recordó a Rubén Darío, el poeta nicaragüense y gran figura del modernismo literario en lengua española. “Es curioso que una nación latinoamericana haya sido fundada por un poeta con las palabras y no por un general con la espada al aire”, dijo de él Ramírez.
El escritor, que estuvo arropado en la ceremonia por su mujer, sus tres hijos y sus ocho nietos, participó el domingo en una protesta en el centro de Madrid para pedir el fin de la violencia en Nicaragua, a la que se refirió como “represión insostenible”.