Tacubaya Nabarrio: Mercados, historia y biografía II
Por Víctor M. Navarro
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 27 de agosto de 2019.- La abuela Josefina Vázquez Vera llegó a Tacubaya en 1934 proveniente de Valle de Bravo(EdoMEX), su pequeña hija Martha Bárcenas contaba con dos años y meses. Doña Jose instaló su puesto de bonetería y ropa de bebé en la esquina de José María Vigil y la calle de Tránsito en aquel viejo Mercado de la Paz.
Gracias a los recuerdos de Froylán Rojas Vencis, otro de los grandes fundadores del Mercado Cartagena, tratamos de reconstruir el mapa de aquellos años: en el cruce de Parque Lira y Observatorio extendido hasta avenida Jalisco estaba el Portal de Cartagena ( el más grande de los tres que había en la zona); tiendas, comercios, una cantina, panadería y muchos vendedores ambulantes ofrecían granos, frutas, verduras, longaniza, tamales, atole, canelitas, tacos, tlacoyos y hasta gallinas y guajolotes.
Don Froy nos revive sus recuerdos: Había dos terminales de tren, una pequeña instalada en lo que hoy es la calle Luis Ruiz que subía a las inmediaciones del Panteón Dolores y hasta Cuajimalpa, la otra más grande y populosa iba a la Venta ya cerca de Toluca. En donde está ahora el mercado había una enorme vecindad que tenía cuatro entradas. En cada esquina estaban dos cabarets, el Pierrot y el Montealbán, Tres o cuatro casonas en lo que hoy es la plaza Charles de Gaulle, antes Cartagena, albergaban unas seis familias en cada una. Tacubaya estaba sin pavimentar y fue cosa de dos décadas para que iniciara su cambio de municipio a una colonia más moderna.
La tía Martha rememora con nostalgia las épocas del mercado de lonas y madera, hablamos de las décadas que van de los años cuarenta a la primera mitad de los cincuenta. Dice: En temporadas de lluvia los charcos y el lodo eran las señas de identidad del cotidiano vender, con la boca fruncida y el gesto altivo recuerdo que a la hora de alzar el puesto, guardar la mercancía en huacales y cajas de cartón, subirlas al carrito de baleros y enfilar jalándolo hacia la vecindad, esa que todavía subsiste en avenida Jalisco 258; los pies en pleno trajín se hundían en el cieno, así que al llegar al pequeño departamentito ubicado en la parte alta del inmueble, lo primero era quitarse los zapatos, limpiarlos y lavarse a conciencia los pies hasta las pantorrillas.
Y fue a principios de los cincuenta cuando el Departamento del Distrito Federal, a cargo de Humberto P. Uruchurtu comenzó la construcción de los mercados públicos, fue en julio de 1957 cuando se inauguraron en la parte central de una Tacubaya ya pavimentada los mercados Cartagena y Becerra, era tan inmenso y con tantos comerciantes el Mercado de la Paz que se necesitaron estos dos centros de abasto para darles cabida a una clase comerciante que ya cuenta con más de tres generaciones en esta actividad.
Quedaban atrás aquellas anécdotas que un día le platicará su abuela a Javier Gutiérrez, hoy un exitoso dueño de algunas de las estéticas más concurridas del Cartagena: En aquel entonces algunos de los comerciantes tenían sus puestos y tenderetes al lado de la vía del tren y cuando escuchaban el silbar de la locomotora algunos gritaban: ¡la máquina, viene la máquina!, entonces todos corrían a levantar su puesto, se hacían a un lado y el tren pasaba bufando, luego el último vagón se perdía en lontananza y entonces los mercaderes volvían a lo suyo…otras épocas, otro México.
Ya inaugurados los mercados Cartagena y Becerra se inicia una nueva época en el pequeño comercio de la zona, y podemos decir que las décadas de los sesenta y setenta fueron de gran esplendor, buenas ventas y empezaron a florecer exitosas familias en los diferentes giros; las naves centrales con gran variedad de frutas y verdura, puestos de granos, especias y chiles secos, cremerías, abarroterías, carnicerías, pollerías, pescaderías, vísceras, jarcierías; en las áreas de zapatos, ropa, mochilas, petacas, telas, cosméticos el bullir de la clientela era incesante.
Es necesario anotar que el entorno urbano era agradable, simétrico y esta zona central de Tacubaya contaba con extensas áreas verdes, jardines, plazas, la alameda del barrio, el Parque Lira; sin embargo y tristemente con la creación del metro, ejes viales y pasos a desnivel, esta supuesta modernidad aunada a administraciones delegaciones ineptas, con focos de corrupción, ignorancia en urbanismo y prácticas políticas bastante dudosas, el deterioro se ha venido manifestando hasta momentos recientes. Ello apuntalado por el comercio desleal que representan las tiendas de auto servicio y el exacerbado ambulantaje.
Aún así tengo muy presentes personas y personajes, quienes Junto a doña Josefina, Martha y Rosita Bárcenas fueron fundadores y pioneros de los mercados Cartagena y Becerra.
Marcos el de la barbacoa, la cocina de doña Rebeca y su familia Hernández Castillo, la familia Galicia con sus jugos y licuados, Joaquín y Pepe, Domingo González carnicero, junto con Juan, Ernesto, TANTOS; Fala, Chencho y los hermanos Igarí García, mi cuate Moisés Reza Larios, a quien gracias al Arturo (su hijo) recuerdo siempre, ese Moy mi vecino de la calle Ceballos; los chiapanecos Mary Pineda Peña, don Toño Peña de los Santos Mario, Pablo, Diego Pineda Peña. Hasta la fecha en Tacubaya, muchos todos, los Barozzi Gómez y Villalbazo, las familias Ramírez y Gutiérrez Mondragón zapateros; y luego mi historia, en ese tercer pasillo después quinto donde nació Bonetería Rosita, Josefina, Javier, la familia González y de la Cruz, mención especial a Don Vicente doctor y lector de la biblia, don Ermilo y su puesto lleno de libros, la familia Macías con el Chato, Manuel, Enrique, Pepe, Santa los abarrotes de Pepita y don Juan, La Española, el lic. Fortino sus padres y hermanos, la familia Soto Ortiz, la bella Eva y el singular “Chucho” Soto, luego las nuevas generaciones y los amigos con los que me tocó vivir y crecer, nombres que seguirán sumándose en esta crónica.
Vivencias, anécdotas, historias que en la próxima entrega abordaremos, cito el poema inicial del libro CARTAGENA (UNAM, 1994).
CARTAGENA
Están todos, aún los que no están
Han dejado su puesto con los sueños abiertos.
Hermanos y enemigos sembrando en las tierras
del comercio.
Amigos entrañables del rito y el taco placero.
Hacen historia en un retablo de colores y listones.
Pasajeros en un tren de fiestas y palabras,
marchantes en circular arribo que todas las mañanas
celebran la vendimia, puestos tendidos al atardecer,
tiraderos de sábados y domingos,
luz de diferentes brillos y peregrinaciones.
Añejo oficio, cúmulo incesante, el viejo truco
de la supervivencia
los lleva de la mano…
Allí todos, con más o menos suerte,
alegan su porción del paraíso, o quién sabe.
Allí está todos los que son
y son todos los que están.
Mercado Cartagena: epitafios, poemas, cuentos
y vida loca donde hacer cruzar el infinito.
una epoca de mucha convivencia familiarn aun siendo humildes pero se disfrutaba ir al mercado cartagena por un tao de barbacoa o nopales y habas