Un recuerdo de cuando era yo lépero
Ilustración: Javier Córdova
Por Gerardo de la Torre
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 02 de septiembre de 2020.- Un juego que alegremente practicábamos luego de las tertulias sabatinas en la librería de Polo Duarte, era la invención de albures. Cada tarde de sábado (o casi), en El Golfo de México, salón ubicado frente a la Alameda Central, esquina de avenida Hidalgo y Soto, en una construcción vieja y endeble que, como muchas otras, fue derribada para levantar allí el edificio actual de la Secretaría de Hacienda, al calor de vodkas, cubas y tequilas departíamos los escritores y presuntos que horas antes nos habíamos trasladado de la librería al habitual refugio. Una de aquellas sesiones fue dedicada a inventar «pájaros», variedad alburera que a fines de los años 1970 estuvo de moda.
—¿Cuál es el pájaro que orina en materias de consistencia suave? —preguntaba alguno. Y ante la ausencia de respuestas añadía:
—El pájaro mea blandas.
—¿Y el pájaro que orina en ciertos expendios misceláneos?
—El pájaro mea tiendas.
Desde luego, venían las risotadas.
No faltaban las variantes llamadas suicidas.
—¿Cuál es el pájaro que orina en las alambradas?
—El pájaro mea cercas.
—¿Y el que orina en la poesía?
—El pájaro mea rimas.
Esa tarde el pulidísimo escritor José de la Colina compartía las cervezas y demás, pero no acertaba a dar con un «pájaro» gracioso. Al fin, no sin arrastrar cierta decepción, se marchó a casa. Media hora después estaba de vuelta. Se plantó frente a la mesa de los albureros y preguntó:
—¿Cuál es el pájaro que orina en Londres?
Juan Manuel Torres y yo y todos los contertulios quedamos turulatos, mudos. Petrificados, nos exprimíamos los sesos para dar con la solución del acertijo. No lo logramos y al fin Pepe de la Colina sonrió satisfecho.
—El pájaro mea brumas —dijo exultante.
Vino la carcajada unánime y Pepe confesó que el chiste se le había ocurrido cuando estaba a punto de llegar a su casa en Río Mixcoac. Sin agregar palabra dio media vuelta y desapareció.