Acuña y Del Río, ciudades sacudidas por llegada de migrantes
Por Juan A. Lozano y María Verza
AP. Texas, Estados Unidos. 17 de septiembre de 2021.- Una vieja relación de amistad une a Ciudad Acuña (México) con Del Río (Texas).
Todos los años estas dos ciudades hermanas ubicadas a ambos lados del río Bravo (Grande para Estados Unidos) festejan ese vínculo con la Fiesta de la Amistad. Sus líderes se abrazan y conmemoran una historia compartida y un acuerdo entre México y Estados Unidos para construir la Presa de la Amistad en la década de 1960.
Esa relación se manifiesta de varias formas y los residentes de ambas ciudades cruzan permanentemente la frontera para trabajar o visitar amigos y familiares. Ese tráfico, sin embargo, se vio interrumpido por más de una semana porque las autoridades cerraron el 17 de septiembre el puente que facilita el intercambio comercial, cultural y comunitario a raíz de la llegada de miles de migrantes mayormente haitianos, que instalaron un campamento.
El campamento fue despejado el viernes y el puente ya fue abierto nuevamente.
Los habitantes de las ciudades, no obstante, sintieron el impacto del cierre.
Gerardo Hernández, de 51 años, dice que le informaron que su salario sería rebajado un 50% hasta nuevo aviso al interrumpirse el suministro de partes usadas en la planta de ensamblaje de asientos para vehículos del lado mexicano de la frontera. Las partes provienen de Estados Unidos.
“Acabábamos de volver al trabajo (tras la pandemia del coronavirus) y ahora esto”, dijo Hernández. “Los migrantes no tienen la culpa. El cierre (del puente) la tiene”.
El alcalde de Del Río Bruno Lozano dijo el viernes que el cierre del puente le había costado a la municipalidad 17.000 dólares diarios en peajes y había afectado el flujo de mercancías por valor de 35 millones de dólares.
Las oficinas de los dentistas, los salones de belleza y los bares se vieron casi vacíos en Acuña mientras duró el cierre, de acuerdo con Luis Ángel Urraza, presidente de la cámara de comercio local. Su popular restaurante, Lucía, corrió la misma suerte.
La tranquilidad habitual de Del Río, ciudad de unos 35.000 habitantes mayormente hispanos, y de Acuña, de 163.000 residentes, se vio afectada en los últimos meses por las restricciones a los viajes debido a la pandemia del COVID-19 y la creciente cantidad de migrantes que llegan a la zona. Del Río ha pasado a ser el segundo sector con más arrestos de migrantes de la frontera.
Acuña es conocida por su generosidad y su hospitalidad. Esta urbe relativamente segura de la frontera norte de México, donde abunda la violencia, creció tras la llegada de las plantas de ensamblaje conocidas como maquiladores en los años 80 y 90.
Manuel Casillas, propietario de Abbey Road, un popular restaurante y bar de Acuña dedicado a los Beatles, sabe lo que es vivir con un pie a cada lado de la frontera. Nació en Del Río y pasó su infancia en Acuña. Trabajó 35 años para una tienda por departamentos de Del Río. Cuando se jubiló, regresó a México y abrió el bar con el que siempre había soñado.
Casillas, de 65 años, dice que le entristece la detención de migrantes.
“No poder ayudarlos, no poder darles un trabajo”, manifestó Casillas, quien contrató a un lavaplatos cubano durante una ola migratoria previa.
El juez Lewis Owens, el principal funcionario elegido del condado de Val Verde, que incluye a Del Río, dijo que, a pesar de todo, las dos ciudades siguen ayudándose mutuamente. Funcionarios de Del Río aplicaron hace poco más de 2.000 vacunas contra el COVID-19 a residentes de Acuña, incluidos trabajadores de las maquiladoras, en el puente que las une.
La presencia del campamento de migrantes, que llegó a tener 15.000 personas, y la llegada de más policías a ambos lados de la frontera, sacudieron a la región.
Owens dijo que algunos residentes lo llamaron para decirle que habían encontrado migrantes en sus jardines. Por ello, algunos han comenzado a regar sus plantes y a dar de comer a sus perros con una pistola en la cintura, comentó.
“La gente está asustada”, manifestó Owens. “Siempre vamos a tener presente que esto puede volver a suceder”.
Algunos residentes de Del Río cuestionan la presencia del campamento y la liberación de migrantes en Estados Unidos a la espera de que se resuelvan sus solicitudes de asilo o de visa.
“No podemos tomar un avión e ir a ninguna parte, ni a la escuela, sin habernos vacunado. Ellos vienen sin haberse inoculado y van adonde quieren. Es algo muy frustrante para todos”, expresó Roger Bollinger, propietario de una empresa perforadora de Del Río.
En un centro comunitario de Del Río, la organización no gubernamental Val Verde Border Humanitarian Coalition (Coalición Humanitaria de la Frontera de Val Verde) ayudó a los migrantes que eran liberados, ofreciéndoles cosas básicas y asistencia para reunirse con familiares en Estados Unidos.
“El objetivo es ayudar a nuestros vecinos”, dijo Tiffany Burrow, directora de operaciones de la agrupación.
Larisa Sánchez, residente de Del Río, está familiarizada con las batallas inmigratorias y reconoció las dificultades que enfrentan los haitianos mientras observaba una práctica de fútbol de su hijo Leo, de 10 años. Su madre fue deportada cuando ella era pequeña y estuvieron separadas siete años, durante los cuales ella vivió en Del Río y su madre en Acuña. Su madre es ahora una residente legal de Estados Unidos.
“Lo siento por ellos. Pero creo que tienen que someterse a un proceso, como hizo mi madre”, manifestó Sánchez. “Tengo sentimientos encontrados sobre este tema”.