Ante medidas severas de México, migrantes corren más peligro

Foto: Moises Castillo / AP

AP. Arriaga, México. 25 de abril de 2019.- A José Vallecillo, un obrero metalúrgico de 41 años de Las Manos, Honduras, lo esperaba un trabajo bien pagado soldando contenedores de acero en la ciudad mexicana de Monterrey, en el norte de México, en una fábrica en donde ya había trabajado y cuyo propietario lo invitó a regresar.

Sin embargo, llegar ahí resultó mucho más complicado de lo esperado: Vallecillo, su esposa Sandra e hija Brittany, de 4 años, han soportado una infructuosa espera para obtener sus visas, gastado todo su dinero en alimentos y transporte, y escapando de una redada policial en donde cientos de migrantes fueron arrestados o se escondieron en el campo.

Aun así, permanece decidido a llegar a Monterrey de una forma u otra.

La familia es un gran ejemplo de cómo las medidas severas de México contra la migración no reducen el flujo de centroamericanos, sino que obliga a los migrantes a permanecer ocultos y a pasar mayores peligros a pesar de que el gobierno asegura que su política es protegerlos.

Durante meses, los centroamericanos se han unido en caravanas utilizando la estrategia de protegerse en conjunto, aunque los esfuerzos para desalentar a los grandes grupos ahora tienen a los migrantes deambulando por el monte, pantanos y ferrovías en pequeños grupos de una o dos docenas, expuestos al medio ambiente y bajo un mayor riesgo de ser atacados por delincuentes.

Vallecillo salió de Honduras con el equivalente a 13.000 pesos mexicanos (680 dólares) en ahorros. Se enteró que México entregaba visas a migrantes y decidió que era tiempo de aprovechar el trabajo en la fábrica.

Sin embargo, la esperanza se convirtió en frustración cuando se enteró que México ya no emitía visas humanitarias en la frontera y los permisos de trabajo sólo permitían que los migrantes trabajaran en los pobres estados del sur como Chiapas y Oaxaca, en donde la paga es baja. El lento proceso para obtener una visa ha indignado tanto a los migrantes que, en un par de ocasiones, han tenido altercados con la policía y agentes de inmigración.

Después de 27 días de esperar la visa que las autoridades migratorias prometieron, pero posponen interminablemente, Vallecillo y su familia se hartaron.

Se unieron a la caravana de unas 3.000 personas que atravesaba por el sur de México y huyeron de la redada del lunes que desintegró al grupo, escondiéndose al interior de una iglesia y pasando la noche en el campo. Para el miércoles, dormían bajo las estrellas junto a unas vías del tren luego de que las autoridades en Arriaga, Chiapas, los sacaran del parque municipal.

“Ellos no quieren ver migrantes allí”, dijo Vallecillo. “Cuando ya no tienes dinero, y no te puedes bañar o cambiar de ropa, la gente empieza a verte de manera diferente, como el clásico estereotipo del migrante”.

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