Migrante hondureña muere al caer de tren en México
Foto: Marco Ugarte / AP
Por Christopher Sherman
AP. Tlacotlalpan, México. 28 de junio de 2019.- Un maquinista le gritó a una joven migrante que se apurara y subiera al tren de carga o se quedaría atrás. La chica de tenis rojos apresuró el paso y fue la última en treparse cuando el convoy salía de una zona próxima a Salto de Agua en Chiapas, el estado en el extremo sur de México.
Horas después y unos 43 kilómetros (27 millas) al oeste, el tren hizo un alto cerca de la localidad de Tacotalpa, en el estado de Tabasco, y la mujer bajó para comprarse unos bocadillos de queso. Cuando el ferrocarril lleno de migrantes polizones emprendió la marcha de nuevo, la mujer se esforzó por subir otra vez apuradamente, pero la máquina paró de súbito y se echó en reversa. Ella no pudo sujetarse y cayó debajo de las ruedas. El tren la arrastró unos 90 metros (100 yardas) antes de reanudar su marcha hacia adelante en medio de las estruendosas vibraciones del acero.
“Gritaban la gente allí, gritaban los de enfrente que parara, decían al maquinista, pero la maquinita más duro le dio”, dijo Catalina León Muñoz, que vive a un lado de las vías.
Frank Manuel Murillo, un hondureño de 27 años que ha vivido la mitad de su vida en Houston hasta que lo deportaron hace un año, también se había bajado del tren a comprar un poco de agua.
“Cuando volteé ella estaba colgando de uno de los vagones”, afirmó Murillo en inglés. “El tren avanzaba hacia atrás, tuvo una sacudida fuerte y ella cayó a las vías y luego la partió a la mitad”.
La muerte casi inadvertida de la hondureña Saily Yasmín Andino Andino, de 19 años _cuya identidad fue confirmada por las autoridades locales_, se sumó a la triste estadística de víctimas que en los últimos años se ha cobrado el tren conocido como “La Bestia”, una etapa peligrosa en la travesía de los migrantes que van de América Central a la frontera sur de Estados Unidos.
En los últimos años, muchos migrantes habían intentado evitar esos peligros integrando caravanas de cientos o miles de personas para desplazarse a pie por el sur de México.
Otros compraban boletos de autobús _o pedían a mexicanos que se los compraran_ y viajaban relativamente seguros. Sin embargo, el gobierno solicitó a las compañías de autobuses que pidan una identificación a quienes compren los boletos y a quienes suban a las unidades. No se permitió tomar el autobús a los extranjeros carentes de documentos.
La reanudación de las redadas contra los migrantes debido a la amenaza del mandatario estadounidense Donald Trump de imponer aranceles ha obligado a muchos a buscar opciones más peligrosas, que a menudo involucran a traficantes que a veces hacinan a personas en tractocamiones mal ventilados.
Algunos de esos migrantes, como Andino, se arriesgan a subirse como polizones en el ruidoso tren por zonas remotas del sur de México con la esperanza de bajarse en algún lugar y seguir su viaje por otros medios.
Sin embargo, las autoridades mexicanas también actuaron esta semana contra el tren. Unos 100 soldados y agentes de inmigración efectuaron el jueves una redada en un convoy y detuvieron a docenas de migrantes centroamericanos.
Capturaron a otros 500 en diversos operativos en hoteles, estaciones de autobús y carreteras.
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador dijo la semana pasada que había completado el despliegue de 6.000 efectivos de la Guardia Nacional para controlar la inmigración a lo largo de la frontera sur, y miles más se centrarán en restringir el paso de migrantes en otras partes del país.
Aunque no estaban a la vista las fuerzas de seguridad cuando cientos de migrantes subieron al tren de carga en Palenque poco después de la medianoche o cuando se desplazaba por Tacotalpa el martes en la mañana, las autoridades de inmigración efectuaron la redada posteriormente esa noche, según Murillo, quien dijo haber escapado porque se dio cuenta del operativo.
Dos días después, periodistas de The Associated Press presenciaron cuando el tren paró en una zona rural, y después los soldados subieron por las escalerillas a lo alto de los vagones y gritaron: “¡Es el Ejército, están rodeados!”
Centenares de migrantes huyeron apresuradamente entre la maleza, pero el gobierno dijo que había logrado detener a 40.
Los maquinistas de los trenes dejaron desde hace tiempo de tratar de impedir el ascenso de los migrantes al tren, rebasados y quizá intimidados por el gran número de extranjeros.
En otro incidente, 134 migrantes fueron descubiertos hacinados en un tractocamión en una carretera en el estado de Veracruz, según un comunicado conjunto de diversas agencias federales. Los soldados y la policía federal encontraron la unidad cuando las personas intentaban abrir las cerraduras desde dentro para salir, según las autoridades. Algunos estaban deshidratados y tenían lesiones menores.
La frontera sur de México de 1.122 kilómetros (697 millas) con Guatemala y Belice nunca ha sido reforzada y existe poca infraestructura para hacerlo. La mayor parte es territorio remoto y escasamente poblado.
La mayoría de quienes viajaban en “La Bestia” habían caminado tres días desde la frontera con Guatemala para subir al tren. La máquina no había pasado desde hacía varios días, así que un número cada vez mayor de migrantes la esperó junto a las vías, al tiempo que pasaba la noche en un parque contiguo o en un albergue cercano.
Cuando el tren llegó, algunos ingresaron en unos vagones sin techo donde podían protegerse de las ramas de los árboles. Otros subieron en pequeñas plataformas entre vagones de carga, y otros más optaron por ir en los techos de los vagones, donde recibían la brisa pero quedaban expuestos a golpearse con tejados en medio de un calor sofocante de 37,7 grados centígrados (100 F).
De pie a un lado del tren el lunes en la noche en Palenque, Murillo estaba preocupado de que ocurriera una redada de migrantes en el convoy.
“Estoy un poco asustado”, afirmó. “No quiero que me agarren. Estaré listo para correr”.
Murillo había efectuado la travesía hacía un mes, pero las autoridades mexicanas de migración lo detuvieron en la ciudad fronteriza norteña de Reynosa y lo deportaron a Honduras. En esa ocasión cruzó México en seis días, viajando en tren a la Ciudad de México y de allí en autobús hasta la frontera norte.
Esta vez Murillo caminó tres días desde la frontera de Guatemala, atravesando bosque y maleza para evitar los retenes en las carreteras. No había otra forma de transporte.
“Las combis (vehículos para varios pasajeros) ya no lo levantan a uno aquí porque también tienen miedo”, afirmó. “Si uno pide a un taxi que lo lleve dicen que no porque también tienen miedo”.
Cuando el tren paró un par de horas el martes en la mañana cerca de la localidad de Salto de Agua, los migrantes se bajaron para comprar agua. Uno de ellos extendía su mano con una gorra para que los automovilistas le obsequiaran monedas. Un grupo de hombres jóvenes juntaron algo de dinero y compartieron varias tortillas y una lata de sardinas bajo un árbol.
Cuando el tren comenzó a moverse en medio de sacudidas y ruidos, los migrantes que iban en los vagones sin techo buscaban taparse del sol con las ramas que habían arrancado de algunos árboles. Dijeron no haber dormido mucho durante el viaje en la noche, y el calor aumentaba.
Andino fue la última en subir.