Migrantes temerosos tras redada de agentes en Pijijiapan

Foto: Moisés Castillo / AP

Por Mark Stevenson y Sonia Pérez D.

AP. Tonalá, Chiapas. 23 de abril de 2019.- Migrantes centroamericanos que recorren el sur de México rumbo a Estados Unidos recordaron con temor el martes su frenética huida de la policía el día previo, escabulléndose bajo rejas de alambre con púas hacia los pastizales y luego pasando la noche entre árboles después de que cientos de personas fueran detenidas en una redada.

En el pueblo de Tonalá, Chiapas, los migrantes atestaron una iglesia, uno de los pocos lugares donde se sintieron seguros, sólo para sobresaltarse de temor con la sirena de alguna ambulancia que pasaba por el lugar.

“Hay gente que todavía está perdida en el monte. El monte es bien peligroso”, dijo Arturo Hernández, un musculoso hombre de 59 años, antes agricultor en Comayagua, Honduras, quien huyó entre los árboles junto con su nieto. “Esperaron a que estuviéramos descansando y nos cayeron, jalando niños y mujeres”.

Las autoridades inmigratorias dijeron que 367 personas fueron detenidas el lunes en lo que ha sido, hasta ahora, la redada más grande contra una caravana migrante desde que los grupos comenzaron a cruzar el país el año pasado. Según constataron periodistas de The Associated Press, los agentes se enfocaron en los grupos aislados al final de la caravana de unas 3.000 personas cerca de Pijijiapan, metiendo a la fuerza a los migrantes a vehículos policiales y rumbo a su presunta deportación mientras los niños lloraban.

Ahora atemorizados de caminar en las carreteras, algunos ante la desesperación optaron por una táctica que antes era popular para dirigirse al norte: subirse a trenes de carga que van rumbo al estado vecino de Tabasco. Han pasado años desde que los migrantes subían a los trenes en grandes cantidades.

Javier Núñez, un hondureño de 25 años, dijo que él y su familia atravesaron colinas a lo largo del río y algunas vías férreas después de la redada y antes de aventurarse al pueblo de Pijijiapan en busca de comida. Sin embargo, los agentes volvieron a aparecer la noche del lunes y detuvieron a su esposa e hijo, quienes, según dijo, fueron llevados a una instalación de inmigración en la ciudad fronteriza de Tapachula para comenzar el proceso de deportación.

“Nos andaban cazando”, dijo Núñez. En su opinión, lo único que puede hacer es continuar solo para ver qué tanto avanza. “Ahora andamos ariscos con todos los que nos miran o se acercan”.

Al preguntarle sobre las detenciones, el presidente Andrés Manuel López Obrador no ofreció detalles el martes sobre lo que calificó de un “incidente”, pero reconoció que el gobierno no permite que los migrantes simplemente vayan a donde quieran. Negó adoptar una política dura y aseguró que el control de los migrantes es por su seguridad y porque hay traficantes de personas infiltrados entre ellos.

“No queremos que tengan libre paso”, dijo López Obrador, “no sólo por cuestiones legales, sino por cuestiones de seguridad”.

Mientras el presidente estadounidense Donad Trump ha aumentado la presión pública contra México para que haga más para cortar el flujo de centroamericanos que atraviesan su territorio, López Obrador repitió las afirmaciones de que su gobierno no ha cambiado su postura ante las caravanas, y descartó la crítica de que la política migratoria no parece clara o es incluso contradictoria.

En meses recientes, México ha deportado a miles de migrantes. También ha emitido más de 15.000 visas humanitarias que permiten que migrantes permanezcan y trabajen en el país.

En un comunicado emitido la noche del lunes, el Instituto Nacional de migración (INM) de México dijo que “rescataron” a 367 migrantes, una expresión utilizada para hablar sobre migrantes encontrados en todo tipo de situaciones, ya sea secuestrados por hombres armados de un cártel en busca de rescate, apretados en tráileres peligrosamente saturados o simplemente arrestados en la ruta y enviados para que inicien el proceso de deportación.

La agencia dijo que agentes realizaban una revisión migratoria el lunes cuando un grupo de migrantes “iniciaron una agresión” contra los agentes, quienes entonces llamaron a la policía federal. Entre los detenidos había un “número significativo” de menores y mujeres.

Periodistas de The Associated Press en el lugar no vieron agresión alguna por parte de los migrantes. Durante un segundo operativo, parte de la caravana sí se armó con rocas y palos, y al menos una roca fue lanzada, pero las autoridades no reportaron que hubiera agentes lesionados.

Fue una “emboscada planeada… para desintegrar esta caravana”, dijo Denis Aguilar, un líder sindical de una fábrica de San Pedro Sula, Honduras. “Jalaron a los niños… los carros de los niños están botados por allí”.

Aguilar dijo que él y su hermano huyeron hacia el monte hasta que encontraron una casa rural cuyos residentes los acogieron. En la mañana, la familia los llevó a una parada de autobuses.

María Mesa, una ama de casa de La Esperanza, Honduras, dijo que vio a agentes jalar a niños mientras sus madres luchaban para pasarlos a través de la cerca de alambre de púas; vio a otro niño llorando, solo. Mesa tiene hijos propios, pero los dejó en casa porque sabía que sería una travesía difícil.

Su decisión de ir sola contrasta con la de varios miles de centroamericanos que migran con parientes hacia la frontera con Estados Unidos, en donde han aumentado las detenciones de las personas que viajan con familias. Suelen decir que huyen de la violencia y pobreza en sus países de origen, y muchos desean solicitar asilo.

Quienes llegan a la frontera con Estados Unidos se enfrentan a políticas que limitan cuántas personas pueden ingresar al día para solicitar asilo. Estados Unidos también ha devuelto a algunos para que esperen en México mientras sus casos de asilo avanzan lentamente en el saturado sistema del tribunal inmigratorio. Hace poco Trump dijo a los migrantes que no llegaran, “nuestro país está lleno, dense la vuelta”.

Sin embargo, atravesar México es mucho más complicado que antes. Además de la redada del lunes, los migrantes se enfrentan con reacciones mucho más frías por parte de los locales, quienes el año pasado donaron comida y ropa, pero ya se cansaron de los grupos. Los migrantes dicen que los alguna vez amigables mexicanos se niegan a darles incluso agua y a veces su única opción es tomar de charcos.

“La gente no quiere que entren a los pueblos”, dijo Gerardo Lara Espinosa, un despachador de camiones en Tonalá, quien dijo que las caravanas resultan abrumadoras en los pueblos pequeños y afectan a los comercios.

Las autoridades mexicanas dijeron el mes pasado que intentarían contener a los migrantes en el Istmo de Tehuantepec, el estrecho más angosto y de más fácil control en México. Pijijiapan no está lejos del punto más estrecho del istmo, en el estado vecino de Oaxaca.

El lunes, unos 300 migrantes esperaban subirse a un tren rumbo a Ixtepec, Oaxaca. El martes, otros caminaban a lo largo de la carretera rumbo a Tonalá, a unos 80 kilómetros (50 millas) de Pijijiapan.

Jorge Herrera, agricultor de El Progreso, Honduras, dijo que su hijo de 7 años huyó por el bosque después de la redada. El niño tenía quemaduras de sol con cortes y picaduras de mosquito. Herrera piensa que López Obrador hace el trabajo sucio de Trump.

“Está comprado, está pagado para que nos hagan esto”, dijo Herrera.

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