Por Nelly Segura
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de junio de 2014.- A mí no me respondió el mensaje, pero cuando le dije que le hablaba de parte de una prominente empresaria para tratar el mismo tema, me ofreció una cita. Lo anterior es un caso real y es resultado del fenómeno de «sororidad selectiva», una paradoja dentro del movimiento feminista, donde la inclusión y el apoyo incondicional se ven reemplazados por divisiones y exclusiones, quizá derivadas de racismo, clasismo, origen y actividad.
En la era del feminismo moderno, la sororidad ha surgido como un valor fundamental, promoviendo la solidaridad entre mujeres y el apoyo mutuo en la lucha contra el patriarcado y otras amenazas. Sin embargo, en la práctica, esta sororidad a veces puede volverse selectiva, aplicándose solo a quienes comparten ciertos ideales o posiciones, excluyendo a aquellas que se desvían de la corriente dominante.
Recuerdo que en la marcha feminista del pasado 8 de marzo, un grupo de mujeres jóvenes gritaba consignas en contra de las amas de casa y las cuidadoras. Me sentí muy triste, yo misma había decidido ser ama de casa durante algún tiempo para cuidar a mi bebé.
La sororidad, en su esencia, debería ser una fuerza unificadora que promueva la empatía y el respaldo entre todas las mujeres, independientemente de sus diferencias. No obstante, en algunos casos, esta solidaridad se extiende únicamente a aquellas que cumplen con un conjunto específico de criterios: mujer, joven, productiva (lo que sea que eso signifique), y en algunos entornos, mujeres con apellidos rimbombantes, blancas.
Las mujeres que mantienen opiniones divergentes o que pertenecen a grupos marginados dentro del feminismo se encuentran frecuentemente fuera del círculo de apoyo, enfrentándose a críticas e incluso hostilidad por parte de sus supuestas hermanas. ¿Qué hay de aquellas que, por la razón que sea, están en contra del aborto? ¿De las que prefieren cuidar a sus hijos o padres? ¿No son mujeres que requieren solidaridad? ¿Cuál es el punto de referencia que te permite alcanzar la sororidad?
Un ejemplo palpable de sororidad selectiva se puede ver en el ámbito de las redes sociales. En estos espacios, las feministas más influyentes a menudo amplifican las voces de mujeres que se alinean con sus perspectivas, mientras silencian o atacan a aquellas que se atreven a disentir.
Este comportamiento no solo socava la premisa de sororidad, sino que también impide un diálogo constructivo y enriquecedor dentro del movimiento feminista. Las mujeres afromexicanas, las mujeres trans y las mujeres de sectores socioeconómicos bajos, por ejemplo, son ignoradas o marginadas en las discusiones feministas predominantes. Ni hablar de los medios de comunicación masivos en los que estas mujeres no existen más allá de la representación de estereotipos.
Otro aspecto preocupante de la sororidad selectiva es su impacto en el activismo feminista. Al excluir a ciertas voces, el movimiento pierde la oportunidad de abordar una gama más amplia de problemas que afectan a las mujeres en diferentes contextos. La lucha por la igualdad de género no es monolítica; las experiencias y las necesidades de las mujeres varían considerablemente. Al limitar la sororidad a un grupo selecto, se corre el riesgo de perpetuar las mismas desigualdades y exclusiones que el feminismo busca erradicar.
Es crucial que el movimiento feminista reflexione sobre estos patrones de exclusión y trabaje activamente para fomentar una sororidad más inclusiva y auténtica. La verdadera sororidad no exige conformidad, sino que celebra la diversidad de experiencias y perspectivas. Esto significa escuchar y aprender de todas las mujeres, especialmente de aquellas cuyas voces han sido históricamente silenciadas o ignoradas.
El feminismo debe abordar sus propias dinámicas de poder y privilegio. Reconocer y confrontar los sesgos internos es el primer paso para construir un movimiento más inclusivo y solidario. Además, es esencial fomentar espacios de diálogo donde todas las mujeres se sientan seguras para expresar sus ideas y experiencias sin temor a ser rechazadas o atacadas.