Activistas siembran marihuana frente al Senado mexicano para promover legalización
Foto: Alfredo Estrella / AFP
Por Natalia Cano
AFP. Ciudad de México. 02 de octubre de 2020.- En un parque contiguo al Senado mexicano crecen frondosas plantas de marihuana, sembradas por activistas que promueven la legalización plena del consumo y han convertido el lugar en un oasis para fumar yerba libremente.
El cultivo, que colinda con uno de los accesos al edificio, se inició en febrero para llamar la atención de los parlamentarios.
Favorecidas por la alternancia de lluvia y calor, las matas alcanzan hoy 2,5 metros de altura.
“La intención es reivindicar nuestros derechos como consumidores responsables (…), siempre bajo la convicción de que estamos primero por los derechos y luego por el mercado”, dice a la AFP Enrique Espinoza, de 30 años, integrante del Movimiento Cannabico Mexicano.
Una veintena de jóvenes se reparten el cuidado del jardín, donde cocinan, fabrican productos con el cáñamo del cannanbis y a veces pasan la noche.
Como regla de oro, está prohibido consumir y tocar las plantas, que se mantienen como símbolo de la lucha por la despenalización. Cada quien debe llevar su porro.
Hartos de extorsiones
En noviembre de 2015, la Suprema Corte falló por primera vez a favor de permitir todas las actividades relacionadas con el uso lúdico de marihuana para mayores de edad, salvo su comercialización.
Hasta finales de 2018, había emitido cinco sentencias similares sentando jurisprudencia.
Sin embargo, la portación se limita a cinco gramos por persona, algo no siempre fácil de constatar durante inspecciones de rutina.
“Nos empezamos a organizar porque ya estamos hartos de que nos extorsione la policía, que nos multen para dejárnosla pasar”, denuncia Espinoza.
Intentos para aumentar la dosis mínima han fracasado en el Congreso, al que la justicia dio plazo hasta el próximo 15 de diciembre para legislar sobre la materia.
El desmonte gradual de sanciones también se vio en 2017, cuando la planta fue excluida de la lista de “estupefacientes absolutamente prohibidos”, con lo que quedaron autorizados usos terapéuticos.
Nicolás Guerra, repartidor de 23 años, defiende las propiedades medicinales del cannabis, pues desde hace cuatro años lo consume para sobrellevar una neurosis.
“La marihuana y las artes marciales me ayudaron a disminuir mi neurosis. Ha sido mi medicamento y por eso estoy a favor de su legalización”, señaló durante una visita al jardín.
Desde que inició la siembra, una docena de senadores se han acercado para hablar con los activistas.
“Se les ha dicho que no se hagan patos (tontos), ya les toca regular, les estamos entregando un modelo” de proyecto, cuenta Espinoza.
¿Remedio contra la violencia?
Para el Movimiento Cannábico, integrado por medio centenar de organizaciones, la regulación debe permitir la “posesión simple y suficiente”, que no haya registro de usuarios, que el consumo sea libre en espacios adecuados y que se pueda acceder al uso de toda la planta.
Aspira de ese modo a seguir los pasos de Uruguay, que en 2013 aprobó una ley que permite la venta de marihuana en farmacias a partir de plantaciones de permisarios privados bajo control del Estado, además de los cultivos domésticos y cooperativos.
Las autoridades uruguayas apuntaban a ganarle espacios de mercado al narcotráfico, objetivo que se ha logrado pues el consumo de marihuana prensada ilegal se redujo cinco veces entre 2014 y 2018, según cifras oficiales.
México, donde la marihuana es la droga más decomisada con 185 toneladas este año, sufre como pocos la violencia derivada del tráfico de drogas, un negocio estimulado por la cercanía con Estados Unidos, principal consumidor de estupefacientes.
Desde 2006, cuando el gobierno militarizó el combate a los cárteles, se han registrado 296.000 asesinatos.
El presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador, que atribuye la mayoría de los homicidios al crimen organizado, ha dicho que consideraría la legalización de algunas drogas como parte de su estrategia de seguridad.
Mientras los legisladores se pronuncian, Celeste, mensajera de 27 años, siente el jardín cannábico como un “bastión” de libertad.
“¿Por qué tenemos que escondernos?”, afirma la joven mientras fuma un cigarro junto a su bicicleta.