AMLO se vuelve el primer líder de izquierda en México tras 36 años de tecnócratas
Foto: Eduardo Verdugo / AP
Por Christopher Sherman
AP. Ciudad de México. 01 de diciembre de 2018.- Los mexicanos estrenan un nuevo presidente. La toma de posesión del izquierdista Andrés Manuel López Obrador marca un punto de inflexión en uno de los experimentos de apertura de mercado y privatización más radicales del mundo.
Durante años, México tuvo una economía cerrada controlada por el Estado, pero desde la entrada en vigor del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio en 1986, la nación firmó más acuerdos de libre comercio que casi cualquier otro país y privatizó casi todos los sectores de su economía, a excepción del petróleo y la electricidad.
Ahora, sin embargo, López Obrador ofrece un discurso inaudito en el país desde la década de 1960: quiere construir más refinerías de petróleo estatales y anima a los mexicanos a “no comprar en el extranjero (…) vamos a producir en México lo que consumimos”.
Junto a un profundo sentido del nacionalismo y de su lugar en la historia, la toma de posesión de AMLO, como se le conoce popularmente, podría ser el traspaso de poder más local y populista en décadas.
Después de prestar juramento ante la Cámara de Diputados, López Obrador planea celebrar otra ceremonia el sábado más tarde en la principal plaza de la Ciudad de México, el Zócalo, donde un líder de las comunidades indígenas le entregará un símbolo tradicional de autoridad: un bastón ceremonial de madera. El acto será una gran celebración que incluirá música tradicional.
El nuevo mandatario, de 65 años, trasladará su oficina al Palacio Nacional, ubicado en uno de los costados del Zócalo, y seguirá viviendo en su casa en lugar de mudarse a la lujosa y custodiada residencia presidencial de Los Pinos, ubicada a nueve kilómetros (seis millas) al oeste.
El traspaso del poder comenzó a medianoche, cuando los nuevos secretarios del gabinete prestaron juramento para ocupar puestos clave de seguridad, una tradición destinada a garantizar que siempre haya alguien al frente del Ejército, la Armada y de la Secretaría de Gobernación, la principal agencia de seguridad interna del país.
La nueva secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, dijo en una ceremonia posterior a la medianoche que el nuevo gobierno escuchará a todos, “a la mayoría y a las minorías, pues en democracia todas las opiniones pueden expresarse».
AMLO ganó relevancia como político de izquierda al liderar protestas contra la contaminación por hidrocarburos en su estado natal, Tabasco, pero no ha dado ningún indicio de si cancelará los contratos privados de prospección petrolera o si retirará al país de sus acuerdos de libre comercio con 44 naciones.
Aun así, está claro que el primer gran cambio de dirección tras tres décadas de políticas “neoliberales” y de libre mercado ocurrirá en su mandato de seis años.
«¿Ha estado muy bien el neoliberalismo, hay que aplaudirle?”, manifestó López Obrador en septiembre. «¿Por qué no aceptan que fue un fracaso la política neoliberal, que sólo benefició a una pequeña minoría, empobreció a la mayoría del pueblo, produjo la inseguridad, la violencia?”.
López Obrador logró una aplastante victoria en las elecciones del 1 de julio tras dos fracasadas candidaturas a la presidencia, y es el primer líder desde la Revolución Mexicana que se hizo un nombre como líder activista. Considera su llegada al poder como la “cuarta transformación” del país, luego de la independencia mexicana de España, las reformas liberales que acabaron con el dominio de la Iglesia en 1850 y la revolución (1910-1917).
Su predecesor, Enrique Peña Nieto, deja el cargo con un índice de aprobación en mínimos históricos, que algunas encuestas sitúan entre el 20 y el 24%. Peña Nieto no logró frenar el aumento de la delincuencia ni gestionar la llegada de miles de migrantes centroamericanos a la frontera con Estados Unidos, donde están acampados, lo que hace que esos dos asuntos sean los retos más inmediatos para la nueva presidencia.