Caravana de migrantes reanuda recorrido por el sur de México
Foto: Rodrigo Abd / AP
AP. Tapanatepec, México. 29 de octubre de 2018.- Miles de centroamericanos reanudaron el lunes su recorrido por el sur de México mientras las autoridades intentan esclarecer la muerte de un migrante en la frontera con Guatemala.
La caravana, integrada por unas 4.000 personas, partió temprano desde las afueras de Tapanatepec y planea llegar a Niltepec, 54 kilómetros al noroeste en el estado de Oaxaca. Mientras algunos esperaban pacientemente que alguien les ofreciera un aventón otros avanzaban decididos a pie.
Las patrullas de la policía federal mexicana los acompañaban a baja velocidad y les advertían que se mantuvieran a un costado de la carretera.
La caravana todavía debe recorrer unos 1.600 kilómetros hasta llegar al cruce fronterizo más próximo en McAllen, Texas. El viaje podría ser el doble de largo si los migrantes deciden irse al cruce Tijuana-San Diego como hizo una caravana similar a principios de año.
En el estacionamiento de una gasolinera en las afueras de Zanatepec más de un centenar de migrantes hacían fila a la espera de que algún conductor se detuviera y los invitara a subir para evitar recorrer a pie parte del tramo del día.
El alcalde local Ramiro Nolasco dijo que “estamos ayudando a nuestros hermanos de otros países con alimentación y agua y transportación, con lo que se puede”, pero admitió que “va a ser muy poco para lo que necesita esta gente”.
El domingo varios cientos derribaron las vallas fronterizas en el poblado guatemalteco de Tecún Umán -como lo habían hecho los miembros de la caravana hace más de una semana- y se enfrentaron con las autoridades mexicanas que estaban determinadas a no permitir que la caravana crezca o que se forme otra.
El nuevo grupo de migrantes, que dicen ser una segunda caravana, se reunieron en el puente internacional sobre el río Suchiate. Los bomberos guatemaltecos confirmaron que Henry Adalid Díaz Reyes, un migrante hondureño de 26 años, falleció por una herida de bala de goma en la cabeza.
“El migrante fue atendido por bomberos, pero la herida era muy grande”, indicó César Quiñonez, bombero en Tecún Umán.
En una conferencia de prensa el secretario de Gobernación mexicano Alfonso Navarrete Prida dijo que la policía federal mexicana y los agentes de migración fueron agredidos con piedras, botellas de vidrio y fuegos de artificio cuando los migrantes derribaron una puerta del lado mexicano de la frontera. Sostuvo que ninguno de los agentes mexicanos estaba armado con pistolas, ni siquiera armas que dispararan balas de goma.
«En México no se criminaliza la inmigración no documentada», afirmó Navarrete, que agregó que algunos de los atacantes portaban armas de fuego y bombas incendiarias.
Víctor Argueta de 54 años y oriundo de Santa Bárbara, Honduras, contó que él y su esposa pasaron dos noches durmiendo en el puente internacional entre Guatemala y México antes de lograr cruzar el río Suchiate en una balsa.
“Nosotros venimos con un propósito de querer mejorar nuestro futuro para nosotros y para nuestra familia, no venimos con la intención de querer morir en el camino”, reflexionó sobre la muerte del migrante. “Tal vez ese muchacho venía con sus buenas intenciones, quizás con la idea de una persona joven de ayudar a su familia”.
El Ministerio de Gobernación de Guatemala emitió un boletín de prensa en que condenó que los migrantes “hayan decidido irrumpir de forma violenta destruyendo la propiedad del Estado de forma vandálica, hiriendo a varios agentes de la Policía Nacional Civil”. Las autoridades no se pronunciaron sobre el fallecimiento del migrante ni sobre los responsables de su muerte.
Sandra Rodríguez, de 31 años, había escuchado sobre el incidente porque la familia de su esposo vive en Tecún Umán. “Creo que están arriesgando mucho para cruzar a este lado”, dijo.
La tensión causada por la larga caminata en medio de un calor insoportable, con pocas raciones de alimentos y otras provisiones, se agravó el sábado por la noche cuando una disputa en una fila por comida derivó en una golpiza. Muchos en la caravana llevan más de dos semanas caminando desde que el grupo se formó en la ciudad de San Pedro Sula, Honduras.
La mayor parte de los migrantes en la caravana parecen decididos a llegar a Estados Unidos a pesar de que México les ofreció refugio.
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto lanzó un programa el viernes llamado “Ésta es tu casa” que ofrece albergue, atención médica y acceso a escuelas y empleos para los centroamericanos que accedan a quedarse en los estados sureños de Chiapas u Oaxaca, lejos de la frontera con Estados Unidos.
Navarrete dijo el domingo que 1.895 centroamericanos solicitaron refugio en México.
Fuera de la ciudad de Tapanatepec, los migrantes se reunían en un puesto de control migratorio para pedir ayuda para regresar a sus hogares. Entre ellos se encontraba Hasiel Isamar Hernández, de 28 años. La madre de tres dijo que se unió a la caravana cuando comenzó en su ciudad natal de San Pedro Sula, pero se desilusionó después de caminar durante dos semanas y avanzar solo una corta distancia.
“Está bien desorganizada y la gente se está desanimando bastante por todo el problema que unos están creando. Hay gente drogándose, borrachos, haciendo relajos,” se quejó la mujer. Y la generosidad que los migrantes habían recibido al llegar al sur de México ha disminuido. En la última parada unos pocos salieron a ofrecer comida, ropa y otros artículos, agregó.
“De los amigos con los que yo conviví, todos se quieren regresar,” dijo Hernández. Para la mujer la gota que rebasó el vaso fue cuando su esposo le dijo que su hija de 3 años había dejado de comer porque la extrañaba a su madre. Hernández dejó a su esposo y tres hijos en Honduras con la intención de llegar a Miami donde tiene familia y luego hacer que su esposo y sus hijos se unan a ella allí. Ahora solo quiere volver a casa pero no descarta intentarlo de nuevo algún día.
Otro migrante hondureño, Teodozo Meléndez, de 31 años, también esperaba un autobús para regresar a su casa después de luchar contra la fiebre durante dos días. “Pensaba que iba a ser más fácil”, dijo Meléndez, que buscaba unirse a sus familiares que viven en Houston. “La próxima vez voy a necesitar un coyote”.