El ascenso de un nuevo cacicazgo en la UdeG. Antidemocracia y degradación académica

Comunicado

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 14 de julio de 2022.- La Universidad de Guadalajara –su comunidad escolar y académica– tiene que recuperar su prestigio académica que tuvo hace décadas a pesar de padecer, políticamente, un cacicazgo con el llamado Grupo–FEG (Federación de Estudiantes de Guadalajara) controlado por Carlos Ramírez Ladewig (de estirpe priista). También tiene que luchar por establecer los fundamentos ideológicos y políticos democráticos participativos de una nueva institución que de fortaleza a la educación pública para beneficio de la mayoría del pueblo jalisciense.

 En estas últimas décadas la universidad ha sido sometida a intereses personales mediante varios organismos corporativos–empresariales ajenos a los nobles propósitos de nuestra Ley Orgánica de la universidad en su Artículo 5 del Capítulo ll que establece sus fines y atribuciones, los cuales reclama nuestra sociedad como eje principal en las necesarias políticas públicas democráticas benefactoras para los grupos en precariedad social.

Durante los años ochenta se empezó a esbozar un nuevo proyecto político “universitario” –las aspiraciones megalómanas de Raúl Padilla López– con base a una remodelación de las estructuras corporativas dentro del marco de un autoritarismo caciquil. Para ello se empezó utilizando los recursos del Departamento de Intercambio Académico y del nuevo Departamento de Investigación Científica y Superación Académica (DICSA), cuyo director nombrado en 1979 fue el mencionado Raúl Padilla López (expresidente de la FEG de 1977 a 1979). Para entonces, el rector (1 de abril de 1983 al 31 de marzo de 1989) era Enrique Alfaro Anguiano, también expresidente de la FEG.

El sucesor de la rectoría de Enrique Alfaro Anguiano fue Raúl Padilla López (RPL). El 1 de abril de 1989 RPL fue nombrado, formalmente, por el Consejo General Universitario (CGU), pero la designación del nuevo rector fue hecha por dedazo político por el sucesor de Carlos Ramírez, el ingeniero Álvaro Ramírez Ladewig. Desde principios de los años setenta, RPL fue protegido y tutelado por Álvaro Ramírez. Al cabo de pocos meses como rector RPL quiso tener el poder político absoluto de la universidad y se desató un fuerte conflicto (de 1989 a 1991) por el reparto de posiciones de poder burocrático entre el viejo grupo fegista encabezado por el ingeniero Álvaro Ramírez y el nuevo rector. El viejo Grupo–FEG fue desplazado del poder y empezó a construirse el nuevo edificio corporativo bajo control total de RPL.

Desde 1989, prácticamente desde 1991, hasta el “término” de su rectorado, RPL cimentó su imperio caciquil. A partir de entonces hasta la fecha, él rige de manera absoluta a esta institución educativa. Oficialmente se ha escrito en la página web de la UdeG que: “Durante su gestión se impulsó una amplia reforma universitaria que colocó a la institución a la altura de sus tiempos, lo que significó el fin del dogmatismo ideológico y una apertura plural y democrática que privilegia lo académico como factor fundamental de todas las acciones universitarias: el Plan de Desarrollo Institucional, adecuaciones a la Ley Orgánica de la Universidad (que databa de 1952) y la vigencia de nuevos dispositivos legales.”

Entonces, la afirmación panegírica, un autoelogio del cacique, de una reforma universitaria que “ha privilegiado lo académico” por encima de cuestiones político– burocráticas es absolutamente falsa y demagógica, pues en realidad desde hace más de tres décadas el poder corporativo–autoritario caciquil predomina sobre las cuestiones académicas que han venido sufriendo un deterioro constante, pues el cacicazgo, entre otras cosas, se ha plegado totalmente a las directrices políticas educativas neoliberales que tanto daño han causado a la educación publica en general. Se ha construido un nuevo dogmatismo ideológico que simula una democracia y un desarrollismo académico haciendo aparecer el liderazgo del cacicazgo como un caudillismo cultural y educativo; pero todo es apariencia de oropel y simulación. La realidad es la existencia de un poder omnímodo que ha permitido, con base a una profunda corrupción, el enriquecimiento enorme de toda una elite política–burocrática universitaria. Esta mafia del poder universitario es delincuencia de cuello blanco que ha secuestrado la institución para fines aviesos personales y de camarillas.

El cacicazgo padillista ha venido degradando, en general, la naturaleza de los procesos de enseñanza–aprendizaje propios de una universidad pública. Si la universidad ha salido avante en algunas aspectos, esto se debe a la abnegación de muchos profesores a pesar de todos los avatares del grupo en el poder.

Mientras la burocracia dorada está llena de canonjías y sueldos exorbitantes la mayoría de los profesores tienen ingresos precarios. Por ello, el personal académico, junto con el estudiantado, debe ser el sujeto político principal para un profundo cambio democrático y pugnar por una organización sindical independiente para reivindicaciones laborales y salariales justas.

Los maestros debemos luchar para ganar un ingreso digno; un salario mínimo de quinientos pesos por hora clase; esta es una demanda necesaria para la superación académica y cultural de nuestra institución universitaria y contribuir al desarrollo económico–social local, estatal y nacional equitativo. Tenemos que lograr ese objetivo loable porque tenemos dignidad universitaria y nos asiste la razón, la ley y la justicia social.

¡POR UNA DEMOCRACIA UNIVERSITARIA PARTICIPATIVA!

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