El Viacrucis en Iztapalapa que nació contra una pandemia se vacía por otra
Fotos: Luis Pérez / FotorreporterosMx
Por Miquel Muñoz
EFE. Ciudad de México. 10 de abril de 2020.- El distrito de Iztapalapa de la capital mexicana empezó a representar su multitudinario Viacrucis de Cristo en 1843, cuando los vecinos se echaron a la calle para pedir el fin del cólera. Este viernes, sin embargo, tuvieron que quedarse en casa por primera vez para resistir a otra enfermedad: el COVID-19.
«Esto comenzó por una epidemia de cólera y ahora hay otra. Si lo hicieran (con público), igual habría más devoción y se quitaba todo esto», explicó a Efe Julia, una anciana indignada porque la celebración fuera a puerta cerrada.
«Yo ahorita vengo de abajito del Cerro de la Estrella, de la calzada. No hay nada. Nomás están los policías», lamentó la señora, enfadada al constatar que no habría recorrido, porque en la fe y sus expresiones populares «no tiene nada que hacer el Gobierno».
GRAN CERCO POLICIAL
Iztapalapa estaba cerrado este Viernes Santo a cal y canto por la pandemia de coronavirus SARS-CoV2, que acumula 3.441 enfermos y 194 fallecidos en el país, la mayoría en la capital, hasta el punto que ni el encargado de clavar a Jesús en la cruz pudo burlar el férreo cerco policial.
«Tengo que ver por dónde entrar, porque como por todos lados han cerrado, no puedo acceder», contó Amauro apoyado en las vallas de seguridad, sosteniendo el mazo que luego empujaría los clavos de la crucifixión más famosa del país.
La imagen contrasta con el origen de la tradición, cuando, según se dice, la gente acabó con un brote de cólera que diezmó a buena parte de la población indígena al celebrar la primera representación del Viacrucis de Iztapalapa.
México es, según El Vaticano, el segundo estado con más católicos del mundo, solo superado por Brasil. De los 111 millones de mexicanos que profesan esta fe, Iztapalapa recibía entre 1 y 2 millones cada Semana Santa.
Este año, en vez de visitantes y devotos hubo 580 elementos policiales custodiando el Cerro de la Estrella, que tradicionalmente servía como Monte Calvario, y la explanada adyacente a la catedral del distrito, unos anillos de seguridad más propios de la escena de una catástrofe nuclear.
VUELTA A LOS ORÍGENES
Y es que ante la pandemia, la pasión de Cristo volvió a escenificarse al pie del templo que en esta 177 edición trajo consigo la histórica ausencia total de público, que solo pudo seguirla por televisión.
Está por ver si esta devota tradición tendrá efectos sobre la incidencia del coronavirus como los que presuntamente tuvo con el cólera. A quien no afectó el COVID-19 es a Mauricio Luna, el encargado de encarnar a Cristo en este extraño 2020 tras pasar un complejo proceso de selección.
Luna reconoció a Efe que le entristeció saber que se truncaba su sueño de pasear la cruz por el distrito ante la atenta mirada de los devotos, pero que luego recobró «la emoción» para actuar «con la misma fe y la misma responsabilidad».
«Para ellos es triste no poder ver la representación y vivir el recorrido. La Semana Santa es de todos los habitantes del pueblo de Iztapalapa», enfatizó este Jesucristo, «bendecido» por representar al hijo de Dios y dar la esperanza de acabar con una pandemia como la primera vez que se representó esta Pasión de Cristo.
LA FE PERVIVE
Una de las asiduas al Viacrucis que este año tendrá que verlo a través de una pantalla es Jessica, aunque para ella es una edición muy especial: su hermana Ana Laura personifica a la Virgen.
Jessica, mientras daba los últimos retoques al vestido de su hermana, admitió lo «frustrante» que es para ella que precisamente este año no haya público, aunque «la fe no se pierde».
«La bendición se la damos desde casa para que le pueda ir bien a ella y a todos los personajes», zanjó la joven con una sonrisa.
Otros personajes imprescindibles cada Viernes Santo en Iztapalapa son los nazarenos, quienes, en solidaridad con Jesús, cargan por el Cerro de la Estrella con cruces de madera que a veces superan los 100 kilos de peso.
Este viernes fue un día extraño para ellos, ya que no pudieron acceder al cerro por el cerco policial.
«Los policías siempre dejan mucho que desear. Protegen mucho a los participantes especiales. Nosotros que somos nazarenos siempre tenemos problemas», denunció Miguel Ángel mientras portaba por decimotercer año su cruz.
La penitencia de Miguel Ángel suele durar unas cinco horas, y hoy no iba a ser menos, por mucho que se le negara el acceso al monte. «Él sufrió mucho más. Hay que tomar más fuerza. La procesión empezó por una pandemia y por una pandemia no vamos a dejar de hacerlo», reflexionó.