Felices por haber cumplido sus promesas, peregrinos regresan a casa

Foto: Alejandro Meléndez

Por Raúl Adorno Jiménez

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de diciembre de 2018.- Son las primeras horas del 12 de diciembre, todavía adormilados por la desvelada y una noche fría, los fieles que conforman el grupo de Lourdes González se preparan para abandonar la plaza de la Basílica de Guadalupe.

Con un sol benévolo que los reconforta de la fría noche, los fieles, paulatinamente, levantan las casas de campaña donde durmieron; un ejército de personas con carriolas y niños pequeños en brazos comienza su regreso a casa, la mayoría lo hará en transporte público.

Una estela de basura se queda en la plaza mariana, producto de la visita de más de 10 millones de peregrinos, según datos de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, y que durante dos días permanecieron lo más cerca que pudieron de la imagen de la virgen del Tepeyac.

Lourdes, bien dispuesta, con tamal y atole en mano, dijo que no le importó «la cansada» por la caminata, el frío, ni la desvelada, porque es única la sensación de estar ahí a las 12 de la noche para cantar las mañanitas a la virgen morena.

Oriunda de la ciudad de Puebla, desde donde inició su peregrinar a pie, aseguró que lo más bonito fue la convivencia con la familia, porque se reúnen para salir todos juntos, incluso con parientes que vienen de Estados Unidos, y quienes luego aprovechan para pasear y visitar a los familiares que se quedaron en casa. 

En la caravana son como 30 integrantes y todos son parientes; están listos para emprender el regreso a casa, pero ya no a pie, sino que se dirigen a la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente, conocida como la «Tapo», donde tomarán el camión hacia a Puebla.

En la basílica nuevos danzantes con vestimenta tipo prehispánico llegan ante la virgen a rendir honores; le laman Tonantzin, en una mezcla que combina el culto prehispánico del Tepeyac con la herencia de la cultura española.

Muchos de los peregrinos no se van sin la «selfie» o la fotografía familiar. Algunos se preparan para la toma, se alisan el cabello, en un intento vano, después de una noche de dormir con incomodidades.

Juan López, de Xochimilco, también pasó toda la noche en la basílica, pero hoy volverá a su casa junto con amigos y parientes en su bicicleta.

– Sí es cansado, y más con la desvelada, pero ya estoy acostumbrado, aseguró el joven de oficio albañil que todos los días una su bicicleta como transporte, sin que le importen las distancias.

Los extranjeros que acuden como turistas, más que como guadalupanos, también toman fotografías, sorprendidos del fervor con que los mexicanos le rinden culto a la Virgen de Guadalupe.

Aun cuando es 12 de diciembre, el ir y venir de los fieles no cesa; ríos de gente se dirigen hacia la entrada del Metro, cansados pero satisfechos de haber cumplido su manda, de haber caminado kilómetros para llegar al templo mariano y cantar las mañanitas a la patrona de México.

La sed de fe y esperanza no se agota con la salida de algunos peregrinos, porque otros miles se unen al canto de «La Guadalupana», y una misa más sigue convocando a millones de personas que seguros de sus milagros continúan abarrotando el atrio.

Algunos extranjeros también han hecho de este festejo una tradición, como José Soto quien está acompañado por un grupo de puertorriqueños, y aseguró que desde hace 20 años también hacen su peregrinación, y aunque aprovechan para realizar otras actividades turísticas el motivo principal de su visita a México es venerar a la Virgen de Guadalupe.

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