La crisis en la frontera sur

Foto: Isabel Mateos / Cuartoscuro

Por Manuel Aguilar Mora

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 24 de junio de 2019.- Pocos días después del nefasto viernes 14 de junio, en Ojinaga, una lejana y pequeña población localizada en la frontera norte entre Chihuahua y Texas, Andrés Manuel López Obrador (Amlo) en su discurso seguía insistiendo en la justificación de su catastrófica postura: “la crisis que acabamos de pasar con nuestros vecinos cuando nos amenazaban con el cobro de impuestos a las mercancías que producimos […] fue una crisis pasajera, transitoria. No caímos en la trampa de la confrontación porque no queremos pelearnos con el gobierno de Estados Unidos (EUA), mucho menos nos vamos a pelear con su pueblo”. (La Jornada, 18.06.2019) Unos días antes se había logrado el nefasto acuerdo que Trump le arrancó al gobierno de México con sus descarados chantajes, convirtiendo a éste en su guardián fronterizo no sólo en la frontera norte sino tres mil kilómetros al sur, o sea también en la frontera sur con Guatemala y Belice. Pero Amlo sigue creyendo con su pragmatismo chato que se trató de una “crisis pasajera” y que la confrontación con el gobierno de Trump “era una trampa”, cuando fue una realidad mundialmente conocida y que por tanto, según él, fue correcto “no pelear” o sea capitular. Veamos como de ninguna forma se trata de una crisis “pasajera”, como la “confrontación” seguirá dándose y como la capitulación ha sido peor que una derrota. De ésta es posible recuperarse pero la capitulación es la expresión de una incapacidad orgánica para luchar que no quedará impune.

La siembra de vida

Haciendo honor al acuerdo con el gobierno de Trump, una semana exacta después de haberse realizado el acuerdo con Trump, rápidamente el gobierno de Amlo se apresuró a poner en práctica una política migratoria a tono con el sentido del acuerdo, sentido por completo diferente al que había anunciado y ejercido hasta la crisis de junio. Se cambió al jefe de Instituto Nacional de Migración (INM) quien fue sustituido por el ex director penitenciario de uno de los reclusorios de la Ciudad de México. El cambio se sintió de inmediato en la frontera de Chiapas con Guatemala: se inició la detención de migrantes que en una semana se elevó a mil por día. Pero el despliegue de 6 mil “guardias nacionales”, en realidad soldados y marinos con un nuevo uniforme, policías federales y agentes del INM, impresionante como ha sido, provocando incluso los aplausos del mismo Trump, está lejos de ser suficiente para detener el proceso de migración hormiga que en esa frontera sur, aunque tres veces más corta que la norte (poco más de mil kilómetros) es mucho más porosa y difícil de vigilar pues se despliega en su mayor parte en territorios de selva tropical que se extienden por una vasta zona que por arriba de las “fronteras nacionales” se extiende por la Península de Yucatán, los estados mexicanos de Tabasco y Chiapas y el grupo de países conocido como “el triángulo violento centroamericano” Guatemala, El Salvador y una parte de Honduras. O sea la región que habitan actualmente en forma mayoritaria las poblaciones descendientes de la antigua civilización maya.

Presurosos como deben ser para tener buenos resultados en el primer chequeo de las tareas de freno del flujo migratorio que les ha impuesto Washington para los próximos 45 días, los gobiernos de México y El Salvador realizaron su primera cumbre entre los presidentes de ambos países el 20 de junio pasado. Amlo se reunió con Nayib Bukele en Tapachula, la población fronteriza más grande de la frontera de Chiapas con Guatemala. Para Amlo el convenio bilateral firmado con el presidente salvadoreño “es un ejemplo de colaboración para el desarrollo y la fraternidad universal”. Este giro retórico inusual en el discurso político plano y superficial de Amlo expresa un sentimiento optimista sin mucho fundamento pues en realidad lo conseguido es muy modesto todavía. Se trata en realidad de un primer episodio del programa Sembrando Vida que tiene como objetivo crear en El Salvador 20 mil empleos y que empieza con los 30 millones de dólares que de inmediato se entregaron a Bukele para sembrar árboles en un territorio de 50 mil hectáreas.

El triángulo de la violencia

Sin embargo la situación se perfila mucho más compleja en el resto del “triángulo de la violencia” centroamericano. Honduras  y Guatemala se encuentran en una situación muy diferente pues se trata de países en plena crisis social y turbulencia política. Los objetivos para la “siembra de vida” en estos países  se confrontan a crisis mucho más agudas que la que atraviesa hoy El Salvador. Guatemala está en plena campaña electoral enrumbada hacia la segunda vuelta electoral para el mes de agosto entre la candidata que se perfila como la ganadora Sandra Torres y el segundo lugar de las votaciones de la primera vuelta Alejandro Giamattei. Tres presidente anteriores guatemaltecos han pasado por la cárcel acusados de las peores prácticas de corrupción posible. En la primera vuelta se presentaron cerca de veinte candidatos a la presidencia. Los escándalos de corrupción no son los únicos. El crimen sigue carcomiendo todos los orificios del tejido social. Guatemala es un país profundamente afectado por las consecuencias nefastas de los años de horror vividos durante la dictadura militar más mortífera de América Latina que ensangrentó al país desde los años sesenta hasta prácticamente los años noventa.

Honduras, el tercer país del “triángulo”, cumple este año una década de inestabilidad social y conflicto político. La miseria, la violencia, la impunidad y la corrupción se han enseñoreado de este país cuyo pueblo de 9 millones de habitantes ha demostrado hasta la saciedad con sus luchas, su indómito espíritu de rebeldía que se resiste a seguir siendo el prototipo de “república bananera” que el imperialismo le impuso con su dominación. El golpe de estado contra Manuel Zelaya promovido y apoyado por el gobierno de Barack Obama y su secrtetaria de estado Hillary Clinton en 2009 ha sido la última intervención cruda imperialista que detonó el largo periodo de insubordinación nacional contra la dictadura del militar Juan Orlando Hernández surgida del golpe. Éste con su reelección reciente ha conseguido mantener en ebullición la lucha contra su despotismo corrupto.

Honduras es el país que se ha convertido en el eslabón más vulnerable del “triángulo”, la fuente principal de migrantes de las caravanas que salen de Tegucigalpa y San Pedro Zula dispuestas a recorrer miles y miles de kilómetros en su deseo de huir de su miserable condición de humillados y oprimidos en busca del “sueño americano”. Debiendo enfrentar en su largo trayecto multitud de obstáculos: desde sed y hambre, la violencia de las bandas que los explotan y la represión de las fuerzas policiacas y militares centroamericanas y mexicanas hasta llegar finalmente a enfrentar el muro fronterizo entre México y EUA y los campos de concentración de la “border patrol”.

Aunque no estrictamente vinculado a los planes antimigratorios de los gobiernos de México y EUA, en Centroamérica no se puede pasar por alto la situación explosiva que atraviesa Nicaragua, directa vecina del “triángulo violento”, con la decadencia y agonía de la dictadura del binomio Ortega-Murillo. Situación que también es fuente de migrantes no sólo hacia Costa Rica, sino hacia el norte. Un factor más que complica y hace más profundo el atolladero centroamericano

El atolladero de la frontera sur

No será fácil que los buenos propósitos del gobierno de Amlo puedan ser puestos en práctica por gobernantes tan corruptos y autoritarios como los mencionados. Más bien la militarización de facto que se ha impuesto a lo largo de la frontera sur de México con Guatemala y Belice tiene las semillas de conflictos violentos de todo tipo. Es una frontera que es directamente vecina de los territorios donde han surgido los municipios (“los caracoles”) dominados por el EZLN. El EZLN no se ha desarmado. Ha declarado una tregua pero no ha dejado las armas y aunque cercado desde hace años, el cerco del ejército no ha violado abiertamente sus territorios. Esta situación puede desaparecer con la militarización de facto que implica el blindaje de la frontera sur para frenar el flujo migratorio. Las consecuencias de estos posibles conflictos son enormes. Esta militarización de la zona zapatista ha sido ya denunciada mundialmente por centenares de intelectuales, personalidades y diversos personajes de todo el mundo encabezados por    Noam Chomsky, Boaventura De Souza, Hugo Blanco, Michael Löwy seguidos por muchos otros tanto mexicanos como de otros países y organizaciones democráticas y socialistas de todo el mundo.

A las profundidades de esta caótica situación se ha adentrado Amlo y su gobierno aceptando la tarea que Trump le ha dado de ser su asistente migratorio, ligándolo directamente a los objetivos del intervencionismo y autoritarismo imperialista en la región, nutriendo al mismo tiempo los conflictos internos nacionales.

Así, volviendo al principio de la visión chata de Amlo según la cual el viernes 14 de junio el no presentar “pelea” a Trump fue la manera más inteligente de enfrentarlo se puede apreciar que hoy el gobierno mexicano es parte de un atolladero centroamericano (con directas repercusiones nacionales) en que se hundirá más y más de la mano del ogro rubio de Washington. Y como advirtió Porfirio Muñoz Ledo al gobierno de Amlo, si Trump es reelegido, pues “ya valimos”.

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