La ENAH: Una escuela con riqueza cultural y pobreza material

Por Francisco Javier Guerrero Mendoza

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 07 de febrero de 2022.- Me acuerdo que por el mes de junio de 1986, el abogado José Eduardo López Boch ya fenecido y que fue cronista de Tláhuac, me dijo con cierto orgullo que se sentía muy satisfecho de haber sido alumno del Colegio México, famoso centro escolar católico fundado por Hermanos Maristas en la colonia Roma. Yo a mi vez le expuse que me sentía orgulloso de haber estudiado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). López Boch frunció el ceño y declaró lo siguiente: “¿Todavía existe esa escuela? Casi no oigo nada acerca de ella”.

Se dice que en países hermanos de América del Sur los militares se han vuelto muy cultos porque con frecuencia ocupan las universidades en actividades de represión, aunque creo no aprenden mucho en sus aulas. La ENAH es una escuela que durante más de 70 años ha sufrido también una represión, aunque mas sutil y eficiente y por la cual se ha tratado de hacerla invisible, que sus actividades sean escasamente conocidas por la mayoría del pueblo mexicano y ello se debe a su trayectoria histórica progresista y precisamente al hecho de que se ocupa de la preservación, salvaguarda y defensa del patrimonio cultural de nuestro país. Ese “pecado” lo ha cometido como parte esencial del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Al proceder de ese modo tiene un papel sustancial en lo que atañe al ser de los mexicanos, en una época en que las clases dominantes en el mundo pretenden imponer un solo tipo de derrotero cultural.

Durante muchos años he sido maestro de la ENAH, aunque llevo más de un lustro sin efectuar ese ejercicio magisterial. Si mis cátedras han sido buenas, malas o regulares, ello depende de las opiniones que hayan tenido mis alumnos al respecto. Por mi parte, yo sigo las orientaciones de Groucho Marx, que decía que no ingresaría a un club donde lo admitieran a él; así mismo yo preferiría no asistir a una clase impartida por mí. Con todo, he estado en contacto permanente con diversos maestros y estudiantes de mi Alma Mater, como la llama mi colega Gilberto López y Rivas.

Actualmente el INAH padece una serie de graves problemas y entre ellos sobresalen los de la ENAH; a veces me pregunto si los maestros, estudiantes y trabajadores de esa institución están pagando una “manda” o penitencia por sus múltiples pecados. Para estudiar los padecimientos de la ENAH me integre a una comisión conformada por dos brillantes mentoras de la escuela y varios compañeros investigadores.

Para ilustrar lo que pasa en la ENAH imaginemos que por un milagro de origen celestial vuelvo a dar clases en la ENAH por un sueldo de 80,000 pesos al mes, lo cual por supuesto, no es más que una fantasía de mi mente, pero ya instalado en la escuela les pediría a los entes celestiales que me hicieran el milagro que me hicieran el favor de procurarme otros milagritos. Ello se debería a que la escuela no solo tiene unas carencias, sino que carece de los requisitos mínimos indispensables para configurarse como un centro de enseñanza y aprendizaje superior y a la vez como un centro notable de investigación científica. Me daría cuenta  de que la mayoría de los alumnos no podrían acceder fácilmente a los textos recomendados en la catedra porque la biblioteca se encuentra en malas condiciones, con pocos ejemplares de libros básicos de antropología, en el comercio tales textos son muy caros y a veces no se encuentran, lo que obliga a los alumnos en ocasiones a realizar búsquedas desesperadas de tales elementos, muchos chicos o chicas o gente de mayor edad tienen que recurrir a fotocopias de mala calidad o prescinden de ellas. Me percataría de que un gran número de maestros de asignatura viven en condiciones peores que Los Hijos de Sánchez, aquella familia muy bien retratada por Oscar Lewis, ya que reciben sueldos miserables y en muchos casos sus puestos laborales son violatorios de la constitución y de las leyes laborales que rigen a nuestro país.

La ENAH que ha sido una escuela que ha contado con fama internacional y en cuyo seno se han formado intelectuales de polendas como Roger Bartra, Eduardo Matos, Lourdes Arizpe, Leticia Reina, Jesús Montoya y muchos más parece ahora como una escuela normal rural de las abandonadas y saboteadas por el Estado. Semeja un albergue decimonónico donde las nuevas tecnologías están ausentes; hay una ausencia palmaria de instrumentos como proyectores, grabadoras, cámaras de video y otros insumos. Se necesita establecer laboratorios realmente funcionales para las diversas especialidades de la escuela y es urgente que está mantenga una relación adecuada y operativa con otras escuelas de antropología y centros universitarios, ya que su aislamiento actual es patético.  Pienso que, para ser maestro de la ENAH con un contrato eventual, estudiante o trabajador administrativo se requieren estás posibilidades: ser chiflado, gozar siendo masoquista o ser un auténtico héroe dispuesto a luchar contra multitud de obstáculos. Los gobiernos neoliberales declararon una verdadera guerra al sector cultura. El primero de julio del 2018 millones de mexicanos votamos por el rescate de nuestro patrimonio cultural; sí este no se efectúa, debemos irnos acostumbrando a que nuestro país se pierda en un rincón oscuro de la historia.

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