La represión multiplica la ira de los libaneses por la explosión
Foto: Ibrahim Amro / AFP
Por Layal Abou Rahal
AFP. Beirut, Líbano. 20 de agosto de 2020.- Firas Hamdan tiene una cicatriz a nivel del corazón. Zeina tiene la espalda marcada de huellas de bala. Ambos sobrevivieron a la explosión en Beirut, pero no se salvaron de la violenta represión de las manifestaciones unos días más tarde.
“Algunos perdieron la vista y otros fueron atacados con balas de plomo, como yo, que he recibido una en el corazón y todavía está alojada en el interior”, lamenta Firas, un abogado de 33 años.
“Eso nos ha hecho descubrir que no vivimos en un país normal”, declaró a la AFP.
En los días siguientes a la explosión del 4 de agosto en el puerto de Beirut, las fuerzas de seguridad e individuos vestidos de civil lanzaron gases lacrimógenos, balas de caucho y de plomo contra los manifestantes, según oenegés y participantes en las protestas.
Miembro del comité de defensa de los manifestantes en el Colegio de Abogados de Beirut, Firas Hamdan solía documentar las violaciones contra los participantes en las protestas. Pero nunca pensó que acabaría en la Unidad de cuidados Intensivos (UCI).
Tras ser trasladado al hospital, fue sometido a una operación a corazón abierto, pero los médicos no pudieron extraer la bala que se alojó en su corazón. Demasiado arriesgado.
El abogado estaba entre los miles de personas que protestaron en el centro de la capital cuatro días después de la explosión en el puerto, que mató al menos 181 personas e hirió a más de 6.500.
Muchos libaneses responsabilizan a los dirigentes, considerados corruptos e incompetentes, de la tragedia. Y la represión contra los manifestantes no hizo más que aumentar la ira contra las autoridades.
“Francotiradores”
Zeina, de 50 años, quien habla bajo un nombre falso, protestaba el 11 de agosto cerca del Parlamento. Mientras se mantenía alejada con otras cinco personas durante los disparos de gas lacrimógeno, de repente fue alcanzada por dos balas de plomo, contó.
“Primero sentí un golpe en la espalda (…) luego di dos pasos antes de sentir otro dolor en la mano y caer al suelo”, recuerda.
Esta madre de tres niños frecuentaba las manifestaciones contra el gobierno desde que estallaron en octubre pasado.
“He sido víctima de disparos de francotiradores, no sé quién disparó, pero no hemos visto fuerzas de seguridad cerca de nosotros (…) Esto es intento de asesinato”, acusó.
La semana pasada, un grupo de médicos llamado “las camisas blancas” confirmó en una conferencia de prensa que al menos 60 personas habían sido gravemente heridas durante las manifestaciones por disparos directos de balas de caucho y de plomo, a veces en los ojos, el pecho o el rostro.
Un miembro del grupo, el doctor Selim Nasser, se dijo particularmente preocupado del uso sin precedentes de balas de plomo. Ellas “han causado graves heridas desgarrando la piel”, afirmó a la AFP.
Entre los heridos, una veintena sufrió lesiones oculares. Ocho “necesitaron cirugía y otros tres perdieron un ojo”, agregó la oftalmóloga Nada Jabbour, con imágenes de apoyo.
Reclamaciones legales
Según Amnistía Internacional, el ejército, las fuerzas de seguridad e individuos vestidos de civil dispararon “de manera brutal e ilegal” balas de goma y plomo, así como granadas de gas lacrimógeno contra la multitud durante una manifestación el 8 de agosto, hiriendo al menos a 230 personas.
Las fuerzas del orden y el ejército niegan haber disparado balas reales. Pero algunos señalaron a la policía encargada de la protección del Parlamento, muchas veces acusada de actos de represión violentos contra los manifestantes.
Mientras tanto, miembros del Colegio de Abogados de Beirut se movilizan. “Estamos en el proceso de presentación de quejas (…) para determinar la identidad de los agresores”, dice a la AFP el abogado Imad Ammar, miembro del comité de defensa de los manifestantes.
Según él, las heridas por munición real nunca han sido documentadas antes y constituyen un delito. “Se trata de intentos de matar o herir y violan el derecho a manifestarse pacíficamente”, denunció.
Para Firas Hamdan, la batalla será de largo aliento: “Luchar contra esta clase política arraigada (en el país) es difícil”.