Las vidas que se resisten a apagarse en un hospital de México
Foto: Alfredo Estrella / AFP
Por Yussel González
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 22 de junio de 2020.- Durante los once días que Patricia Bautista batalló contra la covid-19 en México, su hijo menor no cesó de preguntar: «¿Mi mamá está viva?». La angustia terminó, pues ya puede abandonar el complejo militar reconvertido en hospital donde fue curada.
Había dejado con su esposo al niño de siete años llorando la noche en que la fiebre, la tos y el ahogo se hicieron intolerables y fue llevada al hospital. Desde entonces, el único contacto con el exterior fueron tres videollamadas con su hijo mayor.
“Pensé lo peor, me deprimí mucho los primeros días. Sí pensé que no iba a poder salir (con vida), pero mira, gracias a Dios estoy aquí”, dijo a la AFP la mujer de 41 años con los ojos llorosos por la emoción de estar cada vez más cerca de su familia y lejos del coronavirus.
Junto a ella, otras pacientes con la mirada perdida o los ojos cerrados, anhelan un final feliz. A un costado, el diagnóstico en una hoja de papel es el mismo: “neumonía atípica, probable covid-19”.
“Ya estoy mejorando”, asegura Asela Hernández, de 56 años, quien cuenta los días para que le den el alta.
Patricia es una de dos centenares de personas recuperadas en este hospital de terapia intermedia, ubicado en un cuartel militar al oeste de Ciudad de México, que trata a pacientes que no estén en condiciones críticas.
“Otro mundo” –
El cuarto de los enfermos colinda con la antigua armería, última parada antes de lo que los médicos allí llaman el “otro mundo”, el del virus, que en México -un país de 127 millones de habitantes- deja más de 21.800 muertos y unos 180.500 contagiados.
Una línea en el piso marca la aduana entre las partes “limpia” y “sucia”. Ahí se debe utilizar equipo de protección de pies a cabeza y cualquier error puede salir caro.
En el área covid, donde antes dormían los militares y Patricia aguarda su salida, el tiempo no importa. Médicos y enfermeras no pueden usar reloj y se enteran de lo que ocurre afuera porque alguien toca la puerta o los llaman a cualquiera de los dos celulares dispuestos para emergencias.
“Lo primordial es explicarles la situación por la que están pasando (…), eso los conforta”, dice la doctora Ana Karen Pérez, de 27 años, con mono blanco, gafas y cubrebocas. Sería difícil saber quién es si no fuera porque escribió su nombre en las gafas.
En las paredes hay cartas que dejaron pegadas antiguos pacientes.
“Gracias a todos los que me atendieron y tuvieron la paciencia necesaria para mí”, escribió una mujer que salió cuatro días atrás.
También con notas Liliana Flores, jefa de enfermería y militar que abandonó su retiro para combatir al nuevo coronavirus, ayudó a Juan José, un enfermo desesperado por no poder ver a su familia.
Flores, de 42 años, envió la imagen de una carta que el hombre redactó para su esposa y luego transcribió la respuesta.
“Lloró, fue una situación que lo animó, nos dijo: ‘si no hubiera sido por esto, me hubiera ido como alta voluntaria’”, refiere.
Día de celebración
A las autoridades les tomó cerca de un mes acondicionar el hospital, y ahora civiles y militares trabajan codo a codo.
Pese a los cambios, el espíritu castrense se mantiene: vehículos todoterreno, ambulancias verde olivo y personal con el distintivo “Plan DN-III”, que el ejército activa en casos de desastre.
Los civiles incluso han terminado por adaptarse a la disciplina militar, formando religiosamente a las 7 y 25 de la mañana para el saludo a la bandera.
“Aquí todo es excesivamente ordenado, se puede trabajar muy fácil”, dice Hugo Redón, de 41 años, quien alterna su oficio de paramédico con el de financiero en una aseguradora.
El lugar permanece silencioso, salvo por las ambulancias cuando llegan con pacientes, que a veces ingresan caminando acompañados por enfermeros.
Redón suele trasladar a los que requieren terapia intensiva, pero esta jornada ha transcurrido en calma.
En tanto, el personal se alista para despedir a Patricia con una calle de honor y aplausos por haber vencido la enfermedad.