Miguel Díaz-Canel es el nuevo presidente de Cuba

Foto: Alexandre Meneghini / AP

Por Andrea Rodríguez y Michael Weissenstein

AP. La Habana, Cuba. 18 de abril de 2018.-  Miguel Díaz-Canel no había nacido cuando la revolución cubana triunfó, pero el jueves prometió defenderla y continuar con el sistema socialista que se instauró hace cinco décadas en la isla.

En una ceremonia solemne, el ya ex presidente Raúl Castro cedió el poder al ingeniero de 57 años, cuya carrera comenzó en las provincias y transitó paso a paso hasta encumbrarse a la primera magistratura.

Junto a la defensa de los logros y las transformaciones hechas hasta ahora, aseguró Díaz-Canel, es necesario continuar con los ajustes económicos iniciados por su antecesor Raúl Castro y que entre otras cosas incluyeron una apertura incipiente a la iniciativa privada, algo impensable por décadas.

Delante de los 600 diputados a la Asamblea Nacional, el Parlamento unicameral que lo eligió y oficializó, Díaz-Canel recibió el reconocimiento de Castro, quien mantendrá una gran influencia en las decisiones al continuar como secretario del Partido Comunista Cubano (PCC), el máximo órgano de decisión en la isla.

“Díaz-Canel no es un improvisado. A lo largo de los años ha demostrado madurez, capacidad de trabajo, solidez ideológica, sensibilidad política, compromiso y fidelidad a la revolución”, manifestó Castro al cerrar la ceremonia.

Castro fue incluso más allá e informó que las expectativas son que el flamante mandatario cumpla ese cargo por dos periodos continuos y eventualmente sucederlo también a él, al frente del poderoso PCC hacia 2021 cuando se retire de ese puesto.

“Su promoción gradual a cargos superiores se aseguró con intencionalidad y previsión, no cometimos el error de acelerarla como en otros casos”, añadió el hombre que estuvo en la presidencia por 12 años.

Castro ofreció un discurso de despedida que inusualmente consumió más de una hora y media, y en el cual bromeó con los diputados e improvisó de a ratos, algo raro en su estilo de oratoria.

Pero también Castro dejó en claro que su plan era permanecer como secretario partidario hasta el 2021 cumpliendo el mandato acordado durante el congreso del PCC de 2016.

“A partir de entonces si la salud me lo permite, seré un soldado más del pueblo defendiendo esta revolución”, señaló Castro.

En una sesión parlamentaria llena de simbolismos, Díaz-Canel –quien durante el mandato de Castro era su primer vicepresidente– fue elegido por 603 de los 604 diputados de la Asamblea Nacional en un momento que generó expectativas sobre qué tipos de cambios traerá su gobierno a la nación caribeña.

“Aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya el legado de tantos años de lucha”, manifestó un extremadamente circunspecto Díaz-Canel al tomar posesión. “Para nosotros está totalmente claro que sólo el Partido Comunista de Cuba…garantiza la unidad de la nación cubana y es el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en sus líderes”.

“Afuera hay un mundo que nos mira con más interrogantes que certezas, porque por demasiado tiempo y de las peores maneras ha recibido el mensaje equivocado de que la revolución termina con sus guerrilleros”, dijo Díaz-Canel en el podio frente a los diputados que de a ratos aplaudían sus palabras.

En paralelo Díaz-Canel dijo que espera que su gobierno satisfaga las necesidades de las personas con una dirección más “colectiva” que facilite la participación de la ciudadanía y reafirmó que el exmandatario encabezará las decisiones más importantes para el país.

La salida de Castro la presidencia es un momento importante para un país que a lo largo de décadas estuvo gobernada por una generación de históricos guerrilleros liderada por los Castro y que debe enfrentar problemas económicos como salarios bajos, deterioro de sus infraestructura, baja productividad de su industria y sanciones impuestas por su gran vecino Estados Unidos que obstaculiza el comercio presionando un cambio de modelo político.

“La ceremonia era algo esperado. Raúl (Castro) había dicho hace tiempo que se iba producir un cambio natural”, dijo a la AP, la profesora de economía Suset Calzado, de 62 años. “Quiero que el país avance”.

Pero el mensaje que dejó para muchos el traspaso del poder fue la idea de que no habrá rupturas, pero sí transformaciones, aunque nadie sabe a ciencia cierta el alcance total de estas.

“Quiero ver cambio y también continuidad. Cambio en la forma de hacer las cosas y continuidad en que sería bueno seguir con este sistema (socialista)”, comentó Richard Pérez, un vendedor de artesanías quien abogó por que el gobierno amplíe los permisos para la iniciativa privada congelados en agosto pasado.

La mayoría de los cubanos sabían poco de quien hasta hace unos días era su primer vicepresidente: con su ascenso desde su provincia natal al primer nivel del gobierno en la década pasada mantuvo un perfil público tan bajo que era difícil saber sobre su desempeño.

Esta imagen cambió ligeramente este año cuando los medios estatales empezaron a prestar cada vez más atención a sus apariciones públicas, incluyendo unas declaraciones en marzo a reporteros en las que prometió que el gobierno cubano sería más receptivo a su gente.

Díaz-Canel inició su carrera política en la provincia central de Villa Clara, donde fue primer secretario del PCC local, un cargo que en la práctica es casi más importante que el de gobernador.

Allí sus conciudadanos lo describen como un funcionario trabajador y con estilo de vida modesto, dedicado a mejorar los servicios públicos. En 2009 fue nombrado ministro de Educación Superior y desde ahí ascendió a la vicepresidencia del país.

El país que Castro le legó a Díaz-Canel tuvo profundas transformaciones desde que él mismo sucedió a su hermano Fidel enfermo en 2006.

Raúl Castro lanzó una serie de reformas que ampliaron el sector privado a casi 600.000 personas, permitieron a los cubanos viajar y acceder a internet, se entregaron tierras en usufructo y normalizó el mercado de bienes raíces y carros entre otros.

Sin embargo, Castro no logró hacer eficiente muchas de las empresas estatales altamente subvencionadas que, junto a la burocracia, dan empleo a casi tres de cada cuatro cubanos, al tiempo que defendió la preeminencia de los servicios públicos y gratuitos en sectores claves para la población como la salud y educación.

El salario estatal medio es de 30 dólares por lo que muchos trabajadores tienen problemas para llegar a fin de mes y dependen del desvío de recursos de sus centros de trabajo o de las remesas de parientes desde el extranjero; pero los cubanos suelen rechazar las privatizaciones de su amplia seguridad social.

Las medidas de Raúl Castro para abrir la economía se congelaron o revirtieron en su mayoría tan pronto comenzaron a darse muestras de riqueza en la nueva clase empresarial de una nación que se enorgullece de la igualdad entre todos sus ciudadanos.

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