Ogro filantrópico industria de comida chatarra en México

  • “Alimentarnos con Dudas…”, libro que desnuda el conflicto de intereses de empresas de alimentos ultraprocesados

  • Comestibles y bebidas, entre ellas

  • Investigación que documenta cómo realiza estrategias para seducir, engañar, confundir, desorientar al consumidor

  • Incluso, subraya el estudio, «compra» académicos, funcionarios e instituciones

  • Que, alerta, coadyuvan a la “fabricación de la ignorancia”

  • En el país, anualmente, mueren 40 mil personas, víctimas de enfermedades asociadas al consumo de azúcares, así como de alimentos procesados de alto contenido calórico

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de septiembre de 2021.-  Aplica a la industria de la comida chatarra en México el título del libro Ogro Filantrópico de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura. Porque se ha convertido en una suerte de angelical demonio asesino a la brillante sombra del poder. Corporaciones de alimentos ultraprocesados — comestibles y bebidas– cuyas estrategias seducen, engañan, confunden, desorientan: académicos, funcionarios e instituciones.

El resultado de la perversa ecuación es un pueblo enfermo.

A consecuencia de su ingesta, alrededor del 70 por ciento de la población –entre 127 millones de habitantes– padecen obesidad y sobrepeso –las más alarmante del mundo— que propician que la letal prevalencia de diabetes sea mayor.

Irremisiblemente, la crisis sanitaria por COVID-19 expuso más a las personas a la enfermedad.

En cuanto a bebidas azucaradas, ningún otro país en el mundo tiene dantescos niveles de consumo similares a los de México. Con 163 litros por persona al año, supera en 40 por ciento a Estados Unidos, segundo país consumidor, con 118 litros, según datos de la Universidad de Yale.

El pasado 9 de septiembre, el senador Salomón Jara Cruz –Partido Morena– presentó una iniciativa de reformas a la legislación reglamentaria para prohibir en el país la venta de la llamada comida chatarra a menores de 18 años.

Amén de grabar con más impuestos la venta de refrescos y bebidas azucaradas. Su fin es abatir la obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares y así fortalecer la salud de la población en general con el consumo de alimentos saludables.

Según cifras del Instituto Nacional de Salud Pública, anualmente mueren en México alrededor de 40 mil personas, víctimas de enfermedades asociadas al consumo de azúcares y de alimentos procesados de alto contenido calórico.

Por eso, el libro “Alimentarnos con dudas disfrazadas de Ciencia: Nutriendo conflictos de interés en México”, el primero en su tipo en México, es espejo de ese Ogro Filantrópico. Oasis en el desierto de desinformación. Realiza un minucioso recuento metodológico de una serie de hechos que describen las perversas estrategias seguidas por las grandes corporaciones de ultraprocesados, comestibles y bebidas.

Para, entre otras cosas, bloquear, desviar y retrasar las políticas públicas –de por sí laxas– dirigidas a reducir el consumo de sus productos que han llevado al país a la epidemia de obesidad y diabetes que vivimos.

El libro presenta historias sobre conflictos de interés que han ocurrido en México y quiénes han sido algunos de sus protagonistas, siendo un primer acercamiento periodístico que intenta dar respuesta a tales interrogantes.

Porque es necesario, urgente y oportuno debatir públicamente el conflicto de interés en México en este ámbito.

Los periodistas Martha Elena García y Guillermo Bermúdez, periodistas divulgadores de ciencia y autores de diversos trabajos que abordan aspectos claves de la alimentación en nuestro país, realizaron una acuciosa investigación sobre el perverso comportamiento de estas corporaciones.

Por ejemplo, exponen las estrategias utilizadas por las megacorporaciones de productos ultraprocesados, encabezadas por Coca-Cola –chispa de la vida que mata– y Nestlé, para capturar los sectores de los profesionales de la salud y posteriormente la política pública en México.

Documentan sus “perversas estrategias” para seducir, engañar, confundir, desorientar e incluso, comprar a académicos, funcionarios e instituciones.

Martha Elena García explica:

“Una de las acciones menos estudiadas para lograr dichos fines es la producción premeditada de dudas, la cual se conecta con uno de los asuntos medulares en este libro: la fabricación de la ignorancia”.

Poderosa industria, puntualiza, que se las ha ingeniado para crear ignorancia a través de supuestas “evidencias científicas”, financiando investigaciones y actividades académicas que buscan sembrar dudas sobre los daños de sus productos y destacar sus supuestos beneficios.

Por su parte, Guillermo Bermúdez, argumenta:

“Así es como estas corporaciones han logrado tejer lazos económicos con universidades, centros de investigación y sociedades profesionales de la salud, la nutrición y otras”.

El fin, explica, es crear un ambiente favorable y fabricar versiones “científicas” que se presentan como verdaderas, “pero que con demasiada frecuencia” cumplen objetivos mercadotécnicos.

En su oportunidad Fernanda Hopenhaym directora de PODER, organización dedicada a la vigilancia de las prácticas corporativas, destacó cómo el fenómeno tan escurridizo del conflicto de interés, no solo está presente en nuestro país, sino también a nivel mundial:

“Este fenómeno radica en la captura corporativa que afecta todos los ámbitos de la vida y los espacios públicos para favorecer a los intereses privados que generalmente vienen desde las élites económicas”.

Y, puntualiza:

“Una de las estrategias de estas corporaciones, es la captura de la ciencia a través de la creación de narrativas que desvían la atención de la responsabilidad que tienen, en este caso, la industria de productos ultraprocesados y bebidas”.

Esto, preguntó, lo logran a través de dar financiamientos en los espacios académicos para “crear una pseudociencia” que no permita conocer ¿cuáles son los problemas de raíz y las causas en este caso de la obesidad?

Crean, enfatiza, “una narrativa que trata de minimizar la responsabilidad de sus empresas ante esta situación”.

Por otro lado, Víctor Manuel Toledo –reconocido académico internacionalmente por su trabajo en el área de la ecología política y con comunidades campesinas e indígenas y exsecretario de medio ambiente–, detalla:

“Este libro llega en uno de los momentos más importantes que estamos viviendo como sociedad, la defensa por la vida. Nos estamos enfrentando a la era del capital corporativo, en la que ha habido una mercantilización totalitaria de la vida social, del medio ambiente y la biodiversidad”.

Es este sector corporativo, critica, está concentrando los máximos niveles de riqueza generando un monopolio en todos los sectores. “En consecuencia estamos viviendo dos grandes impactos: la enorme inequidad social y la más grande crisis ecológica”.

Añade:

“Una de las tantas estrategias de las corporaciones es crear el desprestigio de los investigadores que trabajan sin conflicto de interés y confrontan a los grandes intereses corporativos, el trabajo ‘sucio’ de estas empresas ha llegado hasta el punto de realizar un espionaje a quienes van en contra del capital corporativo”.

Por ello, alerta, el papel de los investigadores y funcionarios con conciencia es fundamental para “desenmascarar” el actuar de las corporaciones quienes “inducen a la corrupción de la ciencia”.

Preguntas y respuestas

El libro publicado por El Poder del Consumidor da respuestas a las preguntas:

¿La ciencia impulsada en México en las últimas décadas ha buscado resolver los grandes problemas de salud y alimentación?

Y ante la pauperización del trabajo científico y académico, otra interrogante:

¿Cuáles son los riesgos para las universidades y los centros de investigación de aceptar el financiamiento de la industria de alimentos y bebidas?

¿Son confiables las investigaciones financiadas por la industria que ofrecen explicaciones alternas de la obesidad y de enfermedades como la diabetes?

¿Y qué decir de los apoyos a las asociaciones profesionales de la salud para la celebración de congresos y la educación continua a organizaciones que dicen ser sociales, pero que responden a intereses empresariales?

¿Es posible prevenir y evitar los conflictos de interés derivados de las relaciones entre quienes deben velar por nuestra salud y las compañías que producen bebidas o comestibles asociados con enfermedades crónicas?

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