Periodistas piden a sus empresas defenderlos del ciberacoso

Por Favid Bauder

EFE. Ciudad de México. 09 de junio de 2021.- El despido reciente de una joven reportera por parte de The Associated Press debido a lo que ella publicó en Twitter ha obligado inesperadamente a la agencia de noticias y a otras empresas periodísticas en general a prestar atención a la otra cara del uso de las redes sociales: el acoso que sufren habitualmente muchos periodistas.

En reuniones internas después del despido de la reportera Emily Wilder en Arizona, varios periodistas de la AP expresaron inquietudes sobre si la agencia defendería a sus empleados de ataques externos.

“El caso de Emily Wilder detonó esto para mucha gente del personal”, dijo en una entrevista la periodista deportiva Jenna Fryer, que habló en la reunión.

Wilder fue despedida el mes pasado porque la empresa dijo que sus tuits sobre el conflicto israelí-palestino violaban las normas de AP, que prohíben expresar opiniones en las redes sociales sobre temas polémicos. Antes de su despido, un grupo conservador había iniciado una campaña en línea contra ella debido a sus posiciones propalestinas. Aunque la AP dijo que no cedía a las presiones, el despido dio lugar a un debate sobre si la agencia noticiosa no había actuado de manera precipitada.

Los periodistas suelen recibir viles insultos racistas o sexistas, así como amenazas de violación, mutilación u otro tipo de violencia por parte de otros usuarios en línea.

Este tipo de acoso de ninguna manera es un problema exclusivo de los periodistas, pero la visibilidad de éstos los vuelve particularmente vulnerables a los ataques, opinó Viktorya Vilk, directora de programas de seguridad digital y libertad de expresión de PEN America, una organización literaria y de defensa de los derechos humanos.

Fryer, que cubre automovilismo, dijo que “lloraba diariamente” debido a los ataques que recibía en línea por informar sobre un nudo corredizo de horca hallado el año pasado en el garaje de Alabama utilizado por el único piloto negro de la categoría NASCAR. Dijo que la única vez que alguien en la empresa habló del tema fue cuando un editor sostuvo que Fryer era objeto de mucho acoso.

“A veces una se siente totalmente aislada”, dijo.

La agencia noticiosa dijo que ha recurrido a la policía en muchos casos de ataques en línea a sus periodistas. Sin embargo, después de varias reuniones virtuales, la AP encomendó un estudio sobre si podía hacer más.

“Puedo decir por experiencia personal que no le hemos vuelto la espalda”, dijo la jefa de la oficina de AP en Washington, Julie Pace. “Lo que debemos hacer es darle la misma importancia que a la manera como manejamos lo que consideramos tradicionalmente las amenazas a la seguridad de nuestros periodistas: como si vas a Siria o si cubres protestas potencialmente caóticas”.

Durante la década pasada las empresas periodísticas insistían que sus periodistas crearan perfiles en línea, considerando que era importante para promoverse, pero tardaron en comprender los peligros, dijo Vilk, que ha trabajado con más de una decena de empresas sobre este tema.

La situación es peor en el caso de las mujeres y las minorías. Vilk cree que la preponderancia de hombres blancos en posiciones de autoridad es uno de los factores que explican la lentitud de la reacción de los directivos al problema.

Tras el despido de Wilder, miembros del equipo de reporteros sobre cuestiones de raza y etnicidad acudieron a su supervisor, Andale Gross, para expresar la inquietud de si la empresa los apoyaría si sus historias o tuits despertaran polémica. Gross dijo que los periodistas bajo su supervisión —entre los cuales hay negros, latinos y asiático-estadounidenses— sufren insultos racistas y amenazas frecuentes y que el grupo de seguridad de AP ha respondido a varios.

La historia de hace dos semanas sobre el racismo en las fuerzas armadas generó muchos mensajes de odio de parte de gente que dijo ser militar, lo que en esencia demuestra que el artículo tenía razón.

“No quiero que la gente piense que se debe aceptar o tolerar”, dijo Gross. “Pero tiene que ver con los temas sobre los que escribimos. Sabemos que cada historia que producimos puede provocar una ofensiva racista”.

Los ataques en línea en general se han agravado. El Centro de Investigaciones Pew publicó en enero que el 41% de los adultos estadounidenses dicen haber sufrido acoso en línea, comparado con el 35% en 2017. Los porcentajes de personas que dicen haber sufrido amenazas o acoso sexual se han duplicado con creces desde 2014, según el encuestador.

Vilk aconseja a las empresas periodísticas realizar encuestas internas anónimas para determinar la magnitud del problema y evaluar sus normas con respecto a las redes sociales. En general esas normas se refieren a lo que los periodistas deben hacer o no, pero no a lo que sucede cuando se producen ataques, añadió.

Las empresas deberían proporcionar capacitación sobre ciberseguridad y apoyo, asesoría legal y de salud mental, así como acceso a servicios que pueden eliminar de la red la información personal de un empleado. También deben ser conscientes de que el acoso puede ser más organizado de lo que parece y estar dispuestas a investigar el origen de las campañas, añadió.

La AP ha creado una comisión del personal para que presente ideas sobre la manera de mejorar la respuesta al acoso, con plazo del 1 de septiembre.

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