Procesan a migrantes en la frontera México-Guatemala

Foto: Moisés Castillo / AP

Por Sonia Perez D. y Mark Stevenson

Por segundo día consecutivo, las autoridades mexicanas se rehusaron el sábado a permitir el ingreso en masa de una caravana de migrantes centroamericanos que permanece retenida en la frontera con Guatemala, pero comenzó a aceptar a pequeños grupos para su proceso de asilo y otorgó algunos permisos de visita por 45 días que, en teoría, permitiría a los beneficiarios el tiempo suficiente para llegar a Estados Unidos.

En un intento por mantener el orden después de un viernes caótico en el que miles de personas se abalanzaron por un puente fronterizo solo para ser recibidos por un grupo de policías con equipo antimotines, las autoridades comenzaron a repartir números entre la gente para ser procesada, una estrategia que se ha visto antes en puestos fronterizos de Estados Unidos cuando se presenta en el lugar un gran número de migrantes.

Una vez procesados, los migrantes fueron trasladados a un campamento al aire libre _ con techos de lámina _ en la ciudad de Tapachula, en donde la Cruz Roja instaló pequeñas carpas en el suelo de concreto. La multitud, que fácilmente superaba las 3,000 personas en el puente el día previo, se redujo considerablemente.

Pero el lento ritmo frustró a aquellos que quedaron rezagados en el puente, en donde las condiciones climáticas eran de calor y humedad, y algunos pedían en la puerta principal: “Por favor, déjenos pasar, queremos trabajar”. Del otro lado de la puerta, trabajadores montaron una barricada para permitir el ingreso de forma ordenada.

Cada vez que la pequeña puerta se deslizaba para permitir el ingreso de pequeños grupos para su procesamiento, varios migrantes quedaban atrapados en su desesperado intento por avanzar.

Scarleth Cruz cargaba a una niña en llanto y empapada en sudor, gritando: “¡Esta niña se está asfixiando!”

Cruz era una de varias personas que parecía dispuesta a aceptar cualquier tipo de ayuda migratoria que ofrezca México. Cruz, de 20 años, dijo que iba a solicitar asilo político debido a las amenazas y la represión que enfrenta por parte del partido del presidente Juan Orlando Hernández en Honduras.

“¿Para qué quiero ir a los Estados Unidos para andar perseguido?”, dijo.

La Secretaría de Gobernación en México dijo en un comunicado que recibió 640 solicitudes de refugiados de parte de hondureños en el cruce fronterizo. Difundió fotografías de migrantes abordando autobuses en un refugio, recibiendo alimentos y asistencia médica.

Al menos media docena de migrantes se desmayaron a causa del calor, y varios de ellos abandonaron el puente para cruzar a nado el Río Suchiate, auxiliados por sogas en las partes menos profundas o trasladándose en grupos de 10 en balsas improvisadas. No se observó que ninguno de ellos fuera detenido a pesar de la presencia de cientos de policías a la orilla del río.

Algunos migrantes lograron abrir una barda del lado guatemalteco del puente y arrojaron a dos niños, de unos 6 o 7 años, unos 12 metros (40 pies) hacia su madre en las fangosas aguas del río. Fueron trasladados a salvo en una balsa hacia el costado mexicano.

Algunos en la orilla les gritaron a los migrantes sobre el puente que no abordaran los autobuses dispuestos por las autoridades mexicanas, al afirmar que era una treta para deportarlos. No había evidencia de que alguien fuera deportado de esa forma, pero las advertencias causaron que mucha gente pensara dos veces antes de tomar el transporte, como en el caso de Fidelina Vásquez, una abuela que viajaba con su hija y su nieto de 2 años de edad.

Un funcionario mexicano de migración que se negó a dar su nombre debido a que no estaba autorizado a hablar públicamente del tema, comentó que entre viernes y sábado, las autoridades ya habían deportado en autobús a unas 500 personas que decidieron voluntariamente volver a sus países.

Con frecuencia los migrantes citan la pobreza generalizada y la violencia que generan las pandillas en Honduras, uno de los países más peligrosos del mundo en cuanto a la tasa de homicidios, como sus razones para integrarse a la caravana.

“Allá no se puede vivir”, dijo Vásquez, quien permanecía junto a la puerta principal de la frontera.

Héctor Aguilar, un gerente de ventas de 49 años y que trabajó como chofer de taxi en la provincia de Yoro, Honduras, para poder alimentar a sus cuatro hijos, dijo que tuvo que hacer pagos a las dos pandillas principales para que le otorgaran protecciones para realizar su trabajo.

“El jueves le pagaba al 18 y el sábado al 13”, relató Aguilar. “300 lempiras por día” — unos 12,50 dólares, una cantidad importante considerando los salarios en Honduras.

En la puerta, los trabajadores mexicanos repartían alimentos y agua a los migrantes. A través de los barrotes, un doctor brindaba atención médica a una mujer que temía que su hijo tuviera fiebre.

Algunos migrantes volvieron a Tecún Umán, en el lado guatemalteco, para comprar alimentos y suministros. Algunas mujeres del lugar les llevaron agua a los migrantes para que pudieran ducharse.

A principios de la semana, la caravana provocó una serie de tuits molestos y advertencias por parte del presidente Estadounidense Donald Trump, pero el manejo de los migrantes en la frontera sur de México parece haberlo dejado satisfecho en los últimos días.

“Hasta este momento, le agradezco a México”, dijo Trump el viernes durante un evento de Scottsdale, Arizona. “Espero que sigan así. Pero hasta ahora, le doy las gracias a México. Si eso no funciona, llamaremos al ejército, no a la Guaria Nacional”

También les advirtió a los migrantes que deberían regresar.

“No van a entrar a este país”, recalcó Trump, quien ha intentado convertir a la caravana y la seguridad fronteriza en general en un tema de campaña para el Partido Republicano de cara a las elecciones legislativas en Estados Unidos.

El secretario de Estado de Estados Unidos Mike Pompeo se reunió el viernes con el canciller Luis Videgaray en la Ciudad de México para hablar sobre la caravana.

“El gobierno mexicano está plenamente comprometido en encontrar una solución que aliente a una migración segura y en orden”, dijo la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert el sábado. “Tanto Estados Unidos como México continuarán trabajando con los gobiernos centroamericanos para atender las causas económicas, políticas y de seguridad de la inmigración ilegal.

La noche del viernes, el presidente de México Enrique Peña Nieto dijo que «México no permite ni permitirá el ingreso a su territorio de manera irregular, y mucho menos de forma violenta».

Los presidentes de Honduras, Juan Orlando Hernández, y de Guatemala, Jimmy Morales, sostuvieron el sábado una reunión de emergencia en una base aérea guatemalteca.

Los mandatarios señalaron que se calcula que unos 5.400 migrantes han ingresado a Guatemala desde que se anunció la caravana hace una semana, y que alrededor de 2.000 hondureños han regresado de manera voluntaria. Ambos mandatarios tuvieron conversaciones telefónicas con Peña Nieto y el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, apra tocar el tema de ayuda humanitaria y las labores para ayudar a aquellos que quieren regresar.

Morales dijo que un migrante hondureño falleció en la localidad de Villa Nueva, a unos 30 kilómetros (20 millas) de la Ciudad de Guatemala, después de caer de un camión que transportaba a algunos migrantes.

Miles de migrantes durmieron — o intentaron dormir — a la luz de la luna o cubiertos por lonas y las pocas cobijas disponibles. Despertaron en medio de la basura y el desagradable olor debido a que otros no tuvieron más opción que defecar y orinar en la misma zona.

José Yáñez dijo que despertó a las 5 de la mañana con dolor en la espalda, después de dormir descubierto del frío. Pero el granjero de 25 años estaba determinado en seguir adelante, explicando que los 6 dólares diarios que ganaba en su país no eran suficientes para sobrevivir.

“De aquí, no hay que regresar”, dijo Yáñez.

 

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