Rechaza Felipe González “utopías regresivas” en México
Foto: Canacintra
Por Jesús Yañez Orozco
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 21 de mayo de 2019.- Irreverente, ácido, bromista, Felipe González, tiene las abiertas venas de América Latina en las palmas de sus manos. A los 77 años de edad, el ex presidente del gobierno español conoce a profundidad la problemática social, económica y política de la región. Igual habla de Argentina, Colombia y Perú, que de Brasil.
Un tono de desdén –enojo, incluso– aparece en su voz cuando se refiere a la tiranía que padece Venezuela. Nunca menciona por su nombre a Nicolás Maduro, durante una conferencia magistral con empresarios mexicanos de la industria de la transformación.
Se explaya en los retos de México. Favorables y adversos en la llamada “Cuarta Transformación”. Viene con regularidad hace casi medio siglo. Por eso su discurso tiene su valor agregado.
Con la aclaración que no está en los extremos –derecha o izquierda, sino en el centro–, rechaza “utopías regresivas”, en medio de la más estruendosa salva de aplausos –de las cuatro que estallan, a lo largo de su exposición, de mil 500 asistentes emocionados–, en un amplio salón del Hotel Camino Real, en avenida Mariano Escobedo de la capital del país.
Porque, sin mencionarlo, los presentes piensan que, esas palabras, parecen dedicadas al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. El mandatario, por cierto, fue invitado para realizar el acto inaugural. Pero no asistió.
“Sólo va a los eventos empresariales de sus amigos”, aclara uno de los integrantes de la Cámara que pide el anonimato.
Argumenta el experimentado político español, con voz juvenil, rostro por el que surcan fugaces unas cuantas arrugas –que se magnifican en la pantalla gigante, a su espalda, donde aparece su figura magnificada–:
Enfatiza que lo que define como “transitocracia” en México, “está muy consolidada”, si es que existe ese término, aclara. Y confía, que en este contexto, no avizora “regresiones” que lo “inquieten”.
Insiste:
“No lo creo. Ni siquiera creo que hay la voluntad de hacerlo».
Porque, aclara, existe una economía “sana”. Pese a que, reconoce, “hay demasiada” pobreza, marginalidad y comercio informal.”
Plateada su cabellera. Ilumina el pensamiento de los presentes. Es un anciano sevillano sabio. 50 minutos exactos –como si fuera sesión de terapia psiconalítica–, dura su charla, en el marco de la Convención Nacional organizada por la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra).
Se resigna a dar su charla de pie, frente al atril de plástico sobre dos columnas de metal e ironiza:
“Por la edad que tengo sería mejor hacerlo sentado”.
El pelo de González contrasta enfundado en elegante traje y calcetines gris, zapatos negros, corbata azul marino con tonos albo y rojo. Reloj con carátula negra, extensible plateado, engarza su muñeca izquierda. Semeja un figurín de la tercera edad. Suele cobrar 250 mil euros por charla. Equivalen a más de cinco millones 300 mil pesos.
El presidente de México –quien se ufana de la una “franciscana austeridad republicana” de su gobierno–, con un salario de 102 mil pesos mensuales–, podría definirlo como “político fifi”.
Abogado, profesor universitario y político, González fue secretario general del Partido Socialista Obrero Español, 1974-1997, y tercer presidente del Gobierno de España desde la reinstauración de la democracia, entre 1982 y 1996.
Comenta que cuando es interrogado por qué su partido perdió entonces las elecciones, responde con una ligera mueca de sorna en su rostro:
“Si hubiera sabido no habría perdido”.
Como en un susurro aclara que quiere que pase “lo más desapercibido posible” un dato: estuvo casi 14 años al frente de PSOE, quizá en referencia a que podría parecer dictadura.
González Márquez convoca a los empresarios de la industria a continuar invirtiendo en el país, puesto que eso generará confianza en los capitales internacionales.
“Apuesten por México”, “no dejen de invertir” y “vean los hechos del gobierno más que los dichos”, arenga el ex funcionario español a los presentes.
Acepta que hay momentos de incertidumbre en la iniciativa privada. Pero insiste en que los agentes económicos deben mantener sus inversiones para respaldar los objetivos del gobierno mexicano, de alivio a la pobreza y desarrollo económico.
Para González la idea de equilibrar el desarrollo en el país es acertada. Sin embargo, reconoce, el presupuesto gubernamental será insuficiente, por lo que frente a empresarios de la industria de la transformación, recalca como una necesidad fortalecer la inversión.
Reflexiona:
“Incluso si la economía crece, no con las previsiones que hay, sino que incluso si creciera un 50% más el año que viene – se calcula en 1.5 por ciento, en promedio– no habrá recursos públicos suficientes para responder a las necesidades de desarrollo y de crecimiento que tiene México».
González reitera a los industriales a que inviertan en México, y que a su vez se trabaje en conjunto con el gobierno. Para que, confía, el desarrollo del país sea mayor y se puedan lograr las metas estimadas de crecimiento económico.
Opina que es adecuada la decisión del gobierno de López Obrador para disminuir los índices de pobreza e inseguridad, pero sobre todo la corrupción, siempre y cuando se estimule la inversión privada del país para hacer crecer la economía.
Tras la fugaz serie de preguntas –sólo tres– y respuestas, González recibe un presente del titular de Canacintra, Enoch Castellanos.
Bromista, suelta:
“Es lo que llamo yo un cohecho.”
Y remata:
“Qué le vamos a hacer.”
Una risa generalizada despide al político español, mientras refulge su enceguecedora cabellera bajo los reflectores.